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David Huggins, en su estudio de Nueva Jersey con una de sus pinturas de Crescent, su amante extraterrestre. Brad Abrahams
«Perdí mi virginidad con una extraterrestre»

«Perdí mi virginidad con una extraterrestre»

Además de secuestrar humanos y someterles a tropelías sexuales, los tripulantes de los ovnis han seducido a algunos de nuestros congéneres para tener descendencia con ellos

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Martes, 3 de septiembre 2019, 00:23

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«Cuando tenía 17 años, perdí mi virginidad con una extraterrestre», dice David Huggins, un vecino de Hoboken (Nueva Jersey, Estados Unidos) de 74 años. Ella se llamaba Crescent, tenía la piel gris, el pelo negro y grandes ojos almendrados, y aquel encuentro sexual en la Georgia rural de 1961 fue el primero de muchos. Huggins y su amante de otro mundo mantienen todavía viva la pasión interplanetaria y han tenido decenas de hijos con los que su padre se ha encontrado de vez en cuando. Es la alucinante historia que cuentan 'Love and saucers' (Amor y platillos), un documental de Brad Abrahams que se estrenó en Estados Unidos en 2017 y que puede verse en Amazon Prime –aunque no en España, vaya usted a saber por qué–, y el libro 'Love in an alien purgatory' (Amor en un purgatorio alienígena, 2009), de la ufóloga turca Farah Yurdozu.

Trabajador en un establecimiento de comida preparada y pintor en sus ratos libres, Huggins ha dedicado a sus encuentros con Crescent y otros visitantes una serie de cuadros. En ellos, el rostro de su amante resulta más que inquietante con sus ojos negros almendrados, pero a la vez parece muy humana de cuello para abajo. «Aunque todavía no estoy seguro de qué pensar de la historia de David, sé con certeza que es un hombre amable, humilde y honesto. Y lo que sí creo es que David está siendo sincero respecto a que experimentó algo sobrenatural», sostiene Abrahams en el dosier de prensa del filme. Según algunos de los que han visto 'Love and saucers', el director deja más que abierta la posibilidad de que la memoria de Huggins haya sido moldeada por su afición por las novelas y películas de ciencia ficción.

Un grupos de grises en el dormitorio de David cuando era niño.
Un grupos de grises en el dormitorio de David cuando era niño. David Huggins

«Aquellos que quieran creer en los coitos con extraterrestres no dudarán en tragarse su historia, pero también es posible considerar la mitología fantasiosa de Huggins como un refugio meticulosamente construido contra el abuso infantil, algo que le será familiar a cualquiera que haya visto la película 'Oscura inocencia', de Gregg Araki. Lo que sigue es una imagen ambigua de un hombre que ha abrazado la otredad como el último escape de las preocupaciones terrenales», escribió el crítico cinematográfico Anton Bittel tras ver la película en el Sci-Fi-London 2017, el festival de cine fantástico y de ciencia ficción de la capital británica.

Inseminaciones en platillos

Huggins afirma que los visitantes le han ayudado «de muchas maneras» y que le salvaron la vida un par de veces, una que se encontró con una serpiente en un cobertizo y otra que estuvo a punto de ahogarse. Nunca ha estado internado en un centro de salud mental, aunque admite que al principio llegó a pensar que podía estar loco. Los recuerdos de sus encuentros con los extraterrestres –el primero, un bicho peludo a los 8 años; el segundo, una especie de mantis religiosa; más tarde, pequeños cabezones grises, y, ya de adolescente, Crescent– afloraron en 1987 cuando leía el recién publicado 'Intrusos. Las increíbles visitas de Copley Woods'. En ese libro, el pintor y escultor Budd Hopkins recupera mediante hipnosis presuntos recuerdos reprimidos de abducidos, varios de ellos mujeres a las que los visitantes habrían inseminado artificialmente.

Ocho grises flotando, en la primera experiencia diurna de David con los visitantes.
Ocho grises flotando, en la primera experiencia diurna de David con los visitantes. David Huggins

Una era Andrea. La lectura del libro anterior de Hopkins, 'Missing time. A documented study of ufo abductions' (Tiempo perdido. Un estudio documentado de las abducciones ovni, 1981), la animó a contar al autor unos extraños sueños con humanoides grises que había empezado a tener en la niñez. Hopkins concluyó que se trataba de recuerdos de encuentros con extraterrestres. En 1971, Andrea se había quedado a los 13 años embarazada, según ella inexplicablemente. «No había tenido ninguna relación con un chico en aquella época», decía. Recordaba, eso sí, cómo una noche soñó con un hombrecillo que entraba en su habitación «y tenía relaciones sexuales con él». Fue, le contó a Hopkins, una experiencia extraña y dolorosa. «Solo sentí que algo entraba en mí, algo afilado, y luego sentí una especie de fuego en la vagina, como si mi estómago fuese a explotar».

Para el ufólogo, Andrea había sido inseminada artificialmente a bordo de un platillo volante. Lo mismo le había ocurrido a Kathie, otra de las protagonistas de 'Intrusos', que en 1978 había descubierto a los 18 años que estaba embarazada, lo que hizo que se adelantara la boda con su novio. Sin embargo, un par de meses después, Kathie «ya no estaba embarazada». Según recordó en sus sesiones de hipnosis con Hopkins, los extraterrestres la habían inseminado en una primera abducción y extraído el feto híbrido en una segunda intervención en un platillo volante. Andrea, por su parte, abortó porque sus padres no estaban dispuestos a cargar con la vergüenza de que fuera madre soltera. Así que no hay más pruebas de los sorprendentes hechos que las palabras de ambas mujeres, adolescentes que se quedaron embarazadas cuando no se lo esperaban y achacaron la paternidad a seres de otros mundos. La ausencia de pruebas es común a todos los casos de hibridación narrados por Hopkins y también con los encuentros con extraterrestres en general.

Raptos alienígenas

Aunque el de Betty y Barney Hill fue el primer caso conocido de abducción, al dedicarle en 1966 el periodista John Fuller su libro 'El viaje interrumpido', no fue la primera. Los Hill creían que habían sido secuestrados por los tripulantes de un ovni en septiembre de 1961, cuando volvían en coche a su casa de Portsmouth después de unos días de vacaciones. (El psiquiatra que les trató estaba convencido que todo había sido originalmente un sueño de la mujer, obsesionada por los platillos volantes y que había implantado el falso recuerdo en su marido.) Sin embargo, cuatro años antes, el campesino brasileño Antonio Villas Boas, que contaba entonces 23, había tenido ya un encuentro sexual en un platillo volante.

Tres grises se llevan a David a un platillo volante en su primera abducción.
Tres grises se llevan a David a un platillo volante en su primera abducción. David Huggins

El joven araba de noche con su tractor un terreno familiar en el estado brasileño de Minas Gerais el 15 de octubre de 1957 cuando, hacia la medianoche, llamó su atención una luz en el cielo. Se trataba de un platillo volante que poco después descendió cerca de donde estaba él. Villas Boas intentó huir, pero el motor del tractor se paró. Unos seres de metro y medio de altura, con monos grises y escafandras, bajaron de la nave, y lo capturaron cuando escapaba a la carrera. Después, le llevaron a una pequeña estancia, le desnudaron, le extrajeron sangre de la barbilla y le lavaron. Veinte minutos más tarde, entró una mujer desnuda, de ojos azules rasgados, rubia –aunque pelirroja en el pubis y las axilas– y con, según el campesino, el cuerpo más hermoso que nunca había visto.

«La mujer se acercó a mí en silencio… y de pronto se apretó contra mí y empezó a frotar su cabeza contra la mía. Al mismo tiempo, noté su cuerpo pegado al mío como una ventosa… y me sentí incontrolablemente excitado, como nunca lo había estado en mi vida… Terminamos sobre el diván, donde nos acostamos por primera vez. Fue un acto sexual normal y ella reaccionaba como lo hubiera hecho cualquier mujer. Después nos acariciamos un poco mutuamente y volvimos a hacerlo, pero ahora había empezado a mostrarse más esquiva, deseosa de acabar pronto», recordaba el abducido. Al final, cuando la viajera interplanetaria salía la estancia, señaló su vientre y luego al cielo, lo que algunos ufólogos interpretaron como que tendría en su planeta al hijo fruto de aquella noche de pasión.

Hijos de dos mundos

De la realidad del caso de Villas Boas, que acabó siendo en su país un respetable abogado, no hay más pruebas que de los de Huggins, Andrea y Kathie. Y tampoco la hay de los casos de mujeres terrestres que han copulado con visitantes y han quedado embarazadas de ellos. La australiana Marlene Travers, por ejemplo, tenía 24 años cuando en 1966 contó en 'The New York Chronicle' que había sido violada por un extraterrestre. «Créame o no, ¡fui retenida cautiva en un platillo volante, violada y fecundada por un hombre del espacio exterior!», decía. Un médico confirmó el embarazo, aunque del niño –la prueba definitiva de ser un híbrido de humano con lo que fuera– se acabó perdiendo oportunamente el rastro. A día de hoy, lo más probable es que todo fuera un montaje periodístico.

David y su amante alienígena en su primer encuentro sexual.
David y su amante alienígena en su primer encuentro sexual. David Huggins

Antonio Ribera, el padre de la ufología española, creía que la historia de Shane Kurz, una joven de 26 años que también decía haber sido violada por un extraterrestre en 1968 en Westmoreland (Nueva York), tenía «todos los visos de ser cierta». La mujer, cuenta el escritor estadounidense Hans Holzer en 'Cuando los ovnis aterrizan' (1976), fue llevada a un platillo por unos hombrecillos grises que la dijeron que era «única», tras lo cual uno de ellos la violó. Otra mujer, la sudafricana Elizabeth Klarer, aseguraba haber tenido en 1957 un hijo con Akon, vecino de un planeta del sistema de Alfa Centauri. El hijo, muy oportunamente, se había quedado a vivir con el padre.

En todos estos casos, incluido el de Villas Boas, los terrícolas nunca se hacen con una prueba de su excepcional encuentro sexual, ni denuncian los hechos a las autoridades y se someten a un reconocimiento médico inmediato o a pruebas que, en el caso de las presuntamente embarazadas, demuestren que lo que crece en su interior no es completamente humano. Como se pregunta Carl Sagan en 'El mundo y sus demonios' (1995): «Se habla de números ingentes de casos de este tipo. ¿No es raro que no se haya visto nunca nada anómalo en las ecografías habituales de estos fetos, o en la amniocentesis, y que nunca haya habido un aborto que fuera un híbrido extraterrestre? ¿O es que los médicos son tan idiotas que echan una ojeada al feto, ven que es medio humano y medio extraterrestre y pasan al siguiente paciente?».

Los hipnóticos ojos de Crescent.
Los hipnóticos ojos de Crescent. David Huggins

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