Usuarios de un centro de día de Bilbao tras recibir las primeras dosis de la vacuna de Pfizer. jordi alemany

Un momento clave para la ciencia

La tecnología del ARN mensajero empleada en las primeras vacunas anticovid puede marcar un antes y un después en el campo farmacológico

Domingo, 3 de enero 2021, 00:25

Es un momento clave para la ciencia. Y lo es por la pandemia. Sí, por el virus que ha causado tanta destrucción y dolor. Sin ... embargo, de los momentos más duros y por la imperiosa necesidad de combatirlos, a veces se extraen lecciones importantes que abren una bocanada de esperanza para el futuro. El desarrollo de la vacuna de Pfizer-Biontech es un triple hito histórico: ha sido la primera en esta carrera a contrarreloj para poner coto al patógeno, ha sido la más rápida en crearse y la primera que emplea una novedosa tecnología que puede marcar un antes y un después en el ámbito farmacológico-científico, abriendo así la puerta a la posibilidad de enfrentarse a otras enfermedades de manera más rápida y eficiente.

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Se trata de las vacunas con ARN mensajero. Este término son las siglas de 'ácido ribonucleico mensajero', un sistema que ya se venía estudiando y probando desde hace más tres décadas pero que ahora, en un momento cumbre para toda la humanidad, ha dado sus frutos. También el suero de Moderna, el próximo en llegar, utiliza esta tecnología. Ambas farmacéuticas han apostado por un sistema de vacunación alejado del modelo convencional capaz de producirse más rápido y de generar una respuesta inmune, a priori más contundente. «Presagian una nueva era, donde las vacunas podrían diseñarse de una manera más rápida y optimizada, incluso a demanda, sin necesitar cultivos celulares. Para diseñar vacunas virales se necesitan células y eso retrasa mucho el proceso. Es una revolución», afirma Gorka Orive, investigador y profesor de Farmacia en la UPV.

«Presagian una nueva era donde las vacunas podrían diseñarse de una manera más rápida y optimizada, incluso a demanda»

Gorka Orive | Investigador y profesor de Farmacia

En el mismo sentido se posiciona Ainara Castellanos, doctora en Genética e investigadora de Ikerbasque. «Pueden ser trasladables a otras patologías, como el cáncer o enfermedades genéticas raras. Creo que marcarán un antes y un después y espero que así sea», señala. Las vacunas clásicas consisten en la inyección de un virus debilitado, incapaz de causar una infección, para que genere anticuerpos y haga al organismo resistente contra la propia enfermedad.

Sin embargo, el ARNm es una molécula que se introduce en las células, también a través de un pinchazo intramuscular, y lo que hace es dar una serie de instrucciones para que se genere una proteína del virus, que en este caso no contiene la enfermedad. Aun así, el sistema inmune sí reacciona pensando que el virus está presente y genera una respuesta protectora. «No da tiempo a enfermar porque nuestro sistema inmune ataca a ese virus. Como nuestro cuerpo piensa, sabe o cree que ha tenido ese virus, reacciona más rápido y genera anticuerpos», explica la investigadora vizcaína.

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Dos modificaciones exitosas

Este tipo de tecnología había sido probada en ensayos clínicos que no prosperaron. Pero dos hitos científicos permitieron atajar dos de los más importantes problemas detectados. Por un lado, en 2005 el profesor Weissman modificó un componente del ARNm para darle mayor estabilidad y evitar las inflamaciones que estaban apareciendo. En 2012, varias farmacéuticas diseñaron las denominadas 'nanopartículas lipídicas', unas pequeñas esferas de grasa que sirven de vehículo para transportar al ARNm y que consiguieron solucionar el problema para administrarlo, ya que el tamaño era bastante grande y no existía el envoltorio adecuado para que llegara a las células del músculo del brazo y a las del sistema inmune.

«La mayor desventaja es que el ARNm es una molécula muy sensible y se degrada muy rápido y necesita mucho frío»

Ainara Castellanos | Investigadora y bióloga

Sin embargo, esas esferas de grasa también son las responsables de la inestabilidad que provocan al ARNm, lo que obliga a que sea necesario conservar las vacunas en un frío muy intenso. En el caso del suero de Pfizer a menos 70 grados y en el de Moderna a 20. La razón reside en que cada fármaco incorpora una cantidad diferente de este componente. «El ARN es una molécula muy sensible y se degrada muy rápido. Es la mayor desventaja porque, por ejemplo, en el Tercer Mundo no hay instalaciones adecuadas», desliza Castellanos.

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Para el docente de Farmacia de la UPV es, sin duda, «un paso adelante de la ciencia y es el momento de aprovecharlo». Esta nueva tecnología, además, destaca por «su capacidad de reaccionar ante posibles nuevas mutaciones y adaptaciones del virus», como puede ocurrir con las cepas británicas recientemente descubiertas. «Al ser una tecnología que no trabaja directamente con las células, lo que hacen es sintetizar un código genético para la proteína que se quiere fabricar. Se cambia ese código y se actualiza respecto a la situación. Esto no se puede hacer con otras plataformas. Es un terreno que hay que regar con aportaciones económicas. Si queremos tener una sociedad moderna, hay que tener una ciencia potente», defiende el profesor.

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