Fallece a los 89 años Juan María Apellániz, 'El Jefe' de la arqueología vizcaína
Obsesionado por el método, contagió su pasión por el pasado a varias generaciones en las aulas de Deusto y en las excavaciones
«Se nos ha muerto 'El Jefe'», le dijo por teléfono ayer por la mañana la arqueóloga Eva Barriocanal a su colega Carmelo Fernández. ' ... El Jefe' era Juan María Apellániz, uno de los gigantes de la arqueología vasca. Falleció el viernes en el hospital de Basurto a los 89 años. Le falló el corazón. La noticia corrió ayer de boca en boca entre los historiadores a quienes dio clase en Deusto y todos los que excavaron con él en las cuevas de Arenaza y Atapuerca.
Publicidad
Juan María Apellániz nació en Bilbao el 12 de enero de 1932. Como rememoraba él mismo en 2004 en una semblanza escrita en tercera persona, «vivió una infancia zarandeada por los dolorosos acontecimientos de la Guerra Civil, la inseguridad de la primera posguerra y sobre todo por los devastadores efectos de la muerte de su joven madre, agravados por su infantil y equivocado propósito de ingresar a los 11 años en el seminario». Ya ordenado sacerdote, en 1955 se matriculó en Historia en la Complutense y empezó su segunda vida, marcada por la prehistoria.
Tras ampliar su formación en Roma, Tubinga y Jerusalén, conoció a José Miguel de Barandiarán, su maestro, en quien encontró a «una persona accesible y generosa, que le sugirió que estudiara los dólmenes de Álava y le aceptó como ayudante en la excavación de algunos de ellos», recordaba en 2004. Defendió su tesis en 1972 y, un año después, empezó a dar clases en Deusto.
«Muy exigente, muy riguroso»
Poco después de su llegada a Deusto, empezó a impartir los viernes unos seminarios sobre prehistoria y arqueología en los que aterrizó un imberbe Carmelo Fernández. «Fui el alumno más joven que tuvo. Tenía 14 años e iba de oyente», dice el conservador y restaurador del Museo de Palencia, quien destaca que 'Ape' – como también le llamaban los suyos– «sentó las bases de la prehistoria reciente del País Vasco, desde el Neolítico hasta el Bronce Final». En los 70, 80 y 90, contagió su entusiasmo por el pasado más remoto a varias generaciones. «Era muy duro, muy exigente y muy riguroso, pero a la vez era muy motivador y un conversador memorable», afirma Julio Arrieta, arqueólogo discípulo de Apellániz y periodista de EL CORREO.
Publicidad
«Fue el maestro de todos. Un referente. Nos enseñó a ver la Historia de una forma diferente, a reflexionar sobre la metodología para llegar al conocimiento del pasado a través de las excavaciones, de los problemas que se planteaban y que nos planteaba cuando teníamos que hacer frente a cualquier proyecto», indica Iñaki García Camino, director del Museo de Arqueología de Bizkaia. «Su principal preocupación no era tanto el hallazgo como el método, porque era consciente de que el conocimiento del pasado tiene que sustentarse en el método científico», coincide el arqueólogo José Luis Arribas. En esa línea, desarrolló la excavación por lechos. Mientras la norma en otras cuevas era bajar de cinco en cinco centímetros –lo que podía suponer la mezcla de restos de diferentes épocas en un mismo nivel–, en las excavaciones que él dirigía no se hacía eso. Apellániz enseñaba a sus alumnos a leer las señales del terreno para intentar dar con el suelo irregular que pisaron nuestros ancestros en diferentes momentos.
«En 1982 propició que la arqueología vizcaína abriera el foco y mirara más allá de la prehistoria», señala la arqueóloga Ana Martínez Salcedo, descubridora del yacimiento romano de Forua y para quien era un hombre «muy inteligente y brillante». En esa misma época, creó en Deusto la Escuela de Arqueología, cuyos alumnos excavaban con él en Arenaza y Atapuerca.
Publicidad
Abandonó el sacerdocio a finales de los años 70, se casó dos veces, se jubiló, siguió estudiando y mantuvo relación con algunos discípulos hasta el final. «Juan Mari fue mi maestro, mi profesor y mi amigo», dice el arqueólogo José Antonio Ocharan, quien hace dos semanas estuvo «con él tomando algo en el Iruña». Para muchos de sus discípulos, Apellániz acabó siendo un amigo; para todos, será siempre 'El Jefe'.
Afán por preservar el patrimonio
«Su afán por conservar y preservar el patrimonio», es lo que más valora de su «maestro» la arqueóloga Eva Barriocanal, quien recuerda que, en el antiguo Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco, Juan María Apellániz estaba encantado de recibir piezas que para otros no tenían valor. Él creía que en un futuro la tecnología y la metodología podrían llegar a hacer gracias a algunos de esos objetos descubrimientos sobre nuestro pasado. «Abrió caminos y puertas al futuro». Además de la excavación por lechos, la otra gran, y discutida, aportación teórica de catedrático de la Universidad de Deusto fue un método para intentar identificar la autoría de las pinturas y los grabados rupestres.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión