Rendidos a los virtuosos del 'tun tún'
Cientos de alaveses acuden a la tradicional Retreta que llamó a la fiesta en las plazas de España y la Provincia
Con sus pelucones, con esos gorritos de fieltro verdoso, con sus mallas de lycra y su casaca aterciopelada salen al escenario para interpretar el que probablemente sea el concierto más breve del mundo. Pero a nadie parece importarle. Allá arriba, en el balcón del Palacio de la Provincia, los trompeteros y atabaleros son aclamados como estrellas de rock por mucho que sólo tengan un hit. Pero qué hit. Hasta cuatro veces los virtuosos de la fiesta interpretan su 'tun tún' de aires marciales en la Retreta de San Prudencio.
Aunque los alaveses no le quitaron ojo al cielo durante toda la jornada y muchos no pararon de actualizar la aplicación del tiempo, al final la lluvia no puso la nota discordante en la llamada a la fiesta. «Hace frío, pero no tanto como el año pasado, que nos quedamos aquí heladitas», comparaban las estupendísimas Charo Unzalo y Adela Ortiz en la plaza España, con los bares de lo más concurrido y el personal mucho más entregado al poteo que a las danzas que interpretaron los de la Academia Municipal de Folklore.
En cambio, la plaza de la Provincia, engalanada con estardantes de color púrpura en todos los balcocitos, estaba muchísimo más concurrida. Minutos antes de las 21.00 horas, cuando los trompeteros y atabaleros hinchaban los carrillos y se preparaban, con toda la solemnidad del mundo, para entonar el metálico 'tun tún', por allí ya no cabía un alfiler. En el saludo a los alaveses, por megafonía se animó a vivir San Prudencio «desde el respeto» y se recordó que si «ellas no disfrutan, no es una fiesta», que hay cosas que, visto lo visto, no está de más repetir.
Expectantes, familias enteras con críos a los hombros aguardaban al primer toque. Y cuando llegó alguno hasta se arrancó a cantar la letra de Venancio del Val, aunque la mayoría se limitó a tararear esos solos de trompeta y, como mucho, mover los labios, que es lo que uno hace cuando no se sabe la canción pero tampoco quiere quedar como un sosaina. Otros, como el pequeño Ander, se llevaban a los labios una trompeta imaginaria para llevar el ritmo. «¡Pues nos ha salido músico!», apuntaba, la mar de orgullosa, su abuela, Elisabeth Camino, peruana de nacimiento «pero muy alavesa de adopción. Siento esta fiesta tan bonita como si fuera mía», apuntó la mujer.
Sinfonía local
Entre toque y toque, animaron el asunto el grupo de danzas Mulixka, que caldearon el ambiente con sus coreografías. «Esto es un rollo», soltó con un bufido Sergio Esteban sin quitarle la vista a la pantalla de su móvil. «Todos los años venimos y hoy casi le tenemos que traer a rastras, supongo que son cosas de la adolescencia», suspiró Mikel, su aita. La de Sergio y su pavo subido fue la única nota discordante, que chirrió un poquito en esa sinfonía local que lleva la batuta de la emoción contenida.
Quizás al joven haya que volver a explicarle de dónde viene la tradición, que sigue la misma partitura, sin desafinar desde 1929. Cuentan que entonces se entonó la Retreta que alertaba del cierre de las murallas y la gente se tomó aquello como el pito del sereno. Todo lo contrario que ahora, que cientos de personas le plantan cara al frío y a lo que haga falta para asistir al concierto más breve del mundo. El de los virtuosos del 'tun tún'.