Paqui Hernández, enel lugar del atentado. Borja Agudo

«Cada día parece que fue ayer cuando mataron a mi marido»

En 2011 se cumplieron dos años desde que un comando de ETA asesinara al policía nacional Eduardo Puelles en Arrigorriaga

Paqui, mujer de Eduardo Puelles (19 de junio de 2009, Arrigorriaga)

Miércoles, 18 de abril 2018, 12:48

Texto: Lorena Gil

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Paqui Hernández lleva siempre dos amuletos consigo. El primero es una cadena de plata de la que cuelga un corazón con la imagen de su marido grabada. El segundo, una pulsera con tres letras que forman un nombre: 'EDU'. En 2011 se cumplieron dos años desde que ETA asesinara a su «otra mitad», el policía nacional Eduardo Puelles. «Cada día parece que fue ayer cuando le mataron». «Siempre le tengo presente. Soy monotemática, le nombro en cada conversación», se sincera.

«Hace justo 28 años que nos conocimos». Cruzó las primeras palabras con Eduardo en una discoteca. Era 1983, «y también cayó en jueves», recuerda. La viuda de Puelles «lucha por salir adelante» para que su familia, y sobre todo sus dos hijos -Rubén y Asier-, «estén bien». «A veces me dan bajones y pienso que sin mí estarían mejor. Me está costando mucho y no sé cuánto tiempo me llevará. Es un infierno», reconoce.

Paqui fue testigo de cómo las llamas se llevaban la vida de su marido. «Algo así no se olvida nunca», subraya. Un comando de ETA colocó una bomba lapa en los bajos del vehículo de la víctima, un 'Citröen C4 que estaba aparcado en una explanada de grava en el municipio vizcaíno de Arrigorriaga, a escasos metros del domicilio familiar. «Hay noches en las que estoy dormida y, de repente, escucho un ruido. Entonces, pego un bote en la cama y seguido me tengo que levantar e ir a la terraza. Es algo que se me ha quedado grabado, siento que me ahogo», relata. En ese momento, pasa una ambulancia por su lado. Paqui da una calada al cigarrillo, «el único vicio» que le queda. «Desde aquel día no soporto las sirenas, pero ninguna. Ni de policía, ni de bomberos... Me ponen nerviosa».

Los familiares y amigos del inspector realizarán hoy una ofrenda floral seguida de una concentración en el lugar del atentado. «Sé que me va a costar, pero sacaré fuerzas por Edu. Nosotros nunca le olvidaremos, pero también queremos que la gente sepa que allí mataron a una persona», expresa su viuda.

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- ¿Suele acercarse hasta el aparcamiento?

- Voy cada dos por tres. Igual bajo a por el pan o saco al perro y luego me acerco un rato hasta allí. Por la mañana, por la tarde, por la noche... Le pedí a un amigo que me hiciera una jardinera y la puse en el sitio en el que estaba el coche.

Paqui echa la vista atrás, hasta los primeros días después del atentado, y le viene a la cabeza la imagen de su hijo pequeño, Asier, que entonces tenía 17 años, roto en lágrimas. «Su miedo era olvidar las cosas que había compartido con su padre», explica. Pero no solo no ha sido así, sino que Paqui se sorprende al ver cómo, con el paso del tiempo, tanto Asier como Rubén, de 23 años, se parecen cada vez más a Eduardo, «cada uno a su manera». «Muchas veces oigo al mayor hablar y pienso: es como su padre», apunta. Ambos «van asumiendo poco a poco» lo ocurrido, aunque «con sus bajones». «Le adoraban. Mi marido les enseñó a ser fuertes, pero no piedras». En más de una ocasión, sus hijos le han dicho que se ha «echado diez años encima». «Antes del atentado tenía otra cara, me reía más. Los terroristas me han quitado la alegría», reconoce.

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Paqui se siente «orgullosa del trabajo que desempeñaba» Eduardo como inspector de la unidad antiterrorista, pero también de que ni su marido ni ella inculcaran nunca a Rubén y Asier idea política alguna. «Han crecido con chavales que tenían diferentes ideologías, algunos muy cercanas a la izquierda abertzale, y por eso nunca han dejado de hablarles», remarca. Los Puelles residen en La Peña, uno de los barrios más castigados por la barbarie de ETA. La viuda del policía nacional respeta que cada persona tenga su propia forma de pensar, siempre que los ideales se defiendan de forma pacífica. «Que quieren la independencia, muy bien, pero que luchen por ella a través de la palabra», sostiene.

«Condenado, sin juicio»

Paqui acaricia repetidas veces su alianza de casada. No olvida lo ocurrido, ni tampoco perdona. «En la vida. Ellos han hecho que yo supiera lo que es el odio y el rencor». Lo único que dice le desahogaría, porque «el dolor va a estar ahí siempre», es que «los terroristas pagaran por lo que han hecho y estuvieran en la cárcel para siempre». No da crédito cuando las familias de los presos de ETA piden que el Gobierno les acerque a Euskadi. «Ojalá pudiese yo ver a mi marido. Edu no tuvo ningún juicio, le condenaron a muerte. A él y a todos nosotros», expresa. Si algo le «alivia» en el segundo aniversario del atentado es el hecho de que la Guardia Civil detuviera el pasado mes de marzo a los presuntos asesinos de Eduardo. Paqui lo tiene claro: «El día que se sienten ante el juez, me gustaría estar allí», afirma.

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El pasado 22 de mayo fue un día «muy duro» para la viuda de Puelles. La presencia de Bildu en las elecciones municipales y forales, y el posterior éxito obtenido en las urnas, ha supuesto para ella un «paso atrás». «Hemos retrocedido en el tiempo a como estábamos hace años». Paqui, al igual que la inmensa mayoría de los colectivos de víctimas del terrorismo, no se cree «en absoluto» la apuesta de la izquierda abertzale tradicional por las vías exclusivamente democráticas, pero tampoco la tregua de ETA. «¿Para qué querían el arsenal que tenían guardado los asesinos de mi marido?», pregunta.

En su opinión, la izquierda radical «se ha hecho un lavado de cara» para entrar en las instituciones, «con el acceso al dinero y a la información que eso conlleva». «No van a cambiar» porque «lo primero que tienen que entender es que el fin no justifica los medios» y que los que «no pensamos como ellos no somos ciudadanos de segunda». «Mi marido llevaba pistola, pero nunca planeó matar a nadie a sangre fría». Paqui no comparte la «esperanza» de quienes auguran que estamos ante el final de ETA. Ahora, lo único que tiene en mente es «seguir luchando por salir adelante. Por mi familia, por mis hijos», se repite.

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