El talismán del constitucionalismo
El PP peleará para presentarse como el último bastión de resistencia ante la voracidad nacionalista, una estrategia que ya operó hace lustros en Euskadi
El señor Pedro Sánchez de 2019 no votaría al señor Pedro Sánchez Pérez-Castejón de 2022, no le votaría». La aseveración de Alberto Núñez Feijóo ... ayer en el Senado resulta sugestiva por varias razones. La principal, el inquietante desdoblamiento de personalidad entre el líder resucitado al volante de su Peugeot 407 de finales de la década pasada y el sanchista ensimismado de comienzos de la presente. Pero también por el misterio subyacente de por qué un socialista fetén, estrictamente de izquierdas, con manual de resistencia incorporado, una cuenta de Twitter dedicada expresamente a ponderar su irresistible tirón y hacedor de reformas progresistas y ampliadoras de derechos no se votaría a sí mismo, según Feijóo, en las próximas generales. La clave la dio el propio líder del PP: «¿Va a seguir de la mano del independentismo o alguna vez se va a pasar al constitucionalismo?».
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El hallazgo de Feijóo fue repescar el constitucionalismo como credo político construido sobre el rechazo a los abusos de las fuerzas nacionalistas. Euskadi sabe del asunto porque esa doctrina, entendida como oposición al soberanismo de Ibarretxe y resistencia ante la amenaza de ETA, operó durante lustros como alternativa real de gobierno a las alianzas del PNV con EH Bildu, EA o EB.
«No se crea que todos los votantes del PSOE le van a seguir», prosiguió Feijóo, muy consciente de que el CIS, salvo que el pinchazo del PSOE sea un señuelo de la cocina de Tezanos para movilizar el voto, señala un notable retroceso, de más de dos puntos, justamente entre el 1 y el 14 de diciembre, es decir, arrastrado por la anulación de la sedición y los retoques a la malversación 'ad hominem', es decir, para librar de la cárcel y la inhabillitación a la cúpula de Esquerra.
Los sondeos más favorables para Sánchez le salvan a costa de Podemos
Aunque no es descartable que ese efecto se difumine según se acerque la fecha electoral -igual que el recuerdo de los indultos-, Génova peleará para mantenerlo vivo y presentarse como el último bastión frente a la voracidad 'indepe' (quizás con los Page y los Lambán a cuyos votantes busca sin disimulo). Una estrategia que lleva implícita una promesa de ley, orden y cero concesiones a los nacionalistas, salvo las que se puedan hacer dentro de la ley y la foralidad (Cupo, transferencias) a abertzales 'pactables' como los del PNV. Además, los sondeos más favorables para Sánchez que el propio CIS -los hay- le salvan a costa de parte del voto podemita, lo que presenta dos problemas: debilita numéricamente al bloque de la investidura y aleja de Sánchez a ese millón de votantes centristas, arriba o abajo, que decidirían quién se lleva el gato al agua.
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El planteamiento es bueno, sobre el papel, porque el patriotismo constitucional siempre moviliza más que la colonización partidista de la Justicia, que -seamos claros-, se recibe con cierta indolencia en la calle. El problema es que Sánchez, entre carcajadas porque le llamen tirano, siempre podrá recordar al PP, como hizo ayer, que constitucionalista es también el que procura el funcionamiento ordinario de los órganos que emanan de la norma fundamental.
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