El PNV se da tres meses para aclarar si es posible pactar el nuevo estatus con Bildu y PSE
El derecho a decidir vuelve a perfilarse como el gran escollo para un acuerdo al que los socialistas y Otegi evitan en cambio poner plazos
«En Madrid nos han dicho que trabajemos ese acuerdo y que luego se verá. La puerta está abierta y hay receptividad. Si el PSE- ... EE entra, Sánchez podría ver con buenos ojos darle luz verde porque está haciendo números y le conviene seguir teniendo al PNV de su lado». Así se expresan distintas fuentes nacionalistas vascas sobre la posibilidad de que las Cortes Generales aprueben, si la legislatura de Pedro Sánchez dura lo suficiente para hacerlo viable, un acuerdo sobre el nuevo Estatuto cerrado previamente en Euskadi.
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El problema, no obstante, está en las posibilidades reales de alcanzar ese entendimiento entre las fuerzas vascas antes de que la famosa «ventana de oportunidad» se cierre. Un pacto que, como repite el PNV, «será a tres o no será» y que debe, por lo tanto, alinear a las grandes tradiciones políticas del país: los jeltzales, EH Bildu y los socialistas vascos.
De momento, no hay acuerdo siquiera en los plazos para cerrar ese gran entendimiento o, en caso de chocar una y otra vez contra un muro, dejarlo correr. Ha sido Aitor Esteban, presidente del PNV, el único que se ha mostrado partidario de evitar que las conversaciones se eternicen en el tiempo. El pasado 1 de septiembre, en pleno arranque del curso político, Esteban sacó el nuevo estatus del cajón donde periódicamente coge polvo y anunció contactos discretos entre las fuerzas vascas a lo largo del otoño que deberían cristalizar, confió, antes de fin de año. Este fin de semana ha ido más allá y ha situado en diciembre o «como muy tarde, enero» el plazo para aclarar si hay o no «agua en la piscina», es decir, si hay mimbres para un acuerdo o «si la cosa está absolutamente atascada», lo que aconsejaría en su opinión aparcar el debate hasta mejor ocasión.
La presión a sus interlocutores al dar tres meses como máximo a la negociación –una maniobra con la que Esteban pretende evitar que el debate entre en bucle y marque con la impronta de la frustración sus cuatro años de mandato y que monopolice además una posible campaña electoral inminente– no ha surtido efecto, por el momento.
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En otra entrevista este fin de semana, Arnaldo Otegi desaconsejaba poner plazos al nuevo estatus vasco porque se acaban convirtiendo en «autocepos», aunque sí abogaba por «trabajar con más intensidad» en este último trimestre del año tras constatar «dificultades e interrupciones» por el proceso interno del PNV y el encarcelamiento de Santos Cerdán. Incluso, dejaba entrever que la relación con Sabin Etxea se ha enfriado tras la llegada de Esteban.
El PSE tampoco alimenta, ni mucho menos, el optimismo, y se muestra igualmente contrario a poner puertas al campo. «Nosotros no hemos puesto plazos ni antes, ni ahora ni enmedio», zanjan fuentes de la ejecutiva, que insisten en desligarse de aventuras en clave «identitaria» y centran el objetivo de la reforma en «blindar los derechos sociales».
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Representar la «pluralidad»
El optimismo lo puso ayer el portavoz parlamentario del PNV, Joseba Díez Antxustegi, que, en una entrevista radiofónica, se mostró convencido de que el acuerdo es posible si los partidos asumen la necesidad de hacer «renuncias» para representar «de la mejor manera posible la pluralidad» vasca.
La cuestión es por lo tanto dilucidar si Esteban está acelerando la crónica de una muerte anunciada, la de un pacto imposible, o si los partidos juegan al despiste para no marrar un acuerdo viable. El secretismo sobre el contenido de las conversaciones es máximo, pero todas las fuentes consultadas por este diario apuntan a que no hay grandes avances sobre el texto que ya consensuaron los expertos designados por los partidos y sobre el punto donde dejó la negociación, «muy avanzada», el anterior líder del EBB, Andoni Ortuzar.
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El gran escollo para seguir adelante es, como hasta ahora, el derecho a decidir, que el PNV estaría dispuesto a adaptar en su formulación consciente de que cualquier acuerdo con el plácet de Madrid debe pasar el filtro del Constitucional. La gran duda es si EHBildu se abriría a suscribir un documento que no recoja de forma expresa la autodeterminación, lo que se entendería como una rebaja en sus posiciones históricas, En todo caso, el propio Otegi, que ha apelado a «un modelo de Estado alternativo» sustentado en la plurinacionalidad, ha dado a entender que la coalición soberanista podría conformarse con un texto jurídico que reconozca a Euskadi como «nación», eso sí, «con todo lo que ello implica». «Para nosotros ese reconocimiento es un paso, pero no va a ser fácil. Queremos un acuerdo, pero no cualquier acuerdo», ha advertido.
El PSE, aunque en los últimos meses ha enfriado las expectativas, ya concedió el invierno pasado la posibilidad de reescribir el artículo 1–que da carta de naturaleza a la constitución del «pueblo vasco o Euskal Herria» en comunidad autónoma como «expresión de su nacionalidad»– para que todos puedan sentirse «representados». Se trataría de reconocer el fuerte sentimiento vasco de pertenencia, pero sin que sirva de percha jurídica para ir más allá, lo que distancia al PSE de los planteamientos de Otegi.
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Los jeltzales son muy conscientes de las dificultades, pero más allá de los matices sobre el alcance del reconocimiento nacional, creen que existe una oportunidad real para cerrar el blindaje de las competencias vascas con un sistema de garantías mutuas que dé carta de naturaleza jurídica a la bilateralidad política. Un paso que consideran «fundamental» ahora que Sánchez ha cedido a Euskadi las prestaciones por desempleo y que podría avanzarse en la gestión del régimen económico de la Seguridad Social.
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