Activistas contra la 'ley trans' protestan en el acto organizado por el Ministerio de Igualdad este 8-M. EP

Cómo hemos llegado hasta aquí

En un lustro, el tránsito del feminismo desde la calle a los despachos ministeriales, de la transversalidad a la radicalidad, ha dinamitado el movimiento hasta caer en la autoparodia a lo 'Sálvame'

Miércoles, 8 de marzo 2023, 19:34

Que Pedro Sánchez no solo se ausentara del debate de la reforma del 'sólo sí es sí' sino que ni siquiera participara en la votación ... envía un mensaje ambivalente, sobre todo después del empeño de Moncloa en defender la necesidad de intervenir de facto el negociado de Irene Montero para taponar los agujeros de la ley que ha propiciado hasta la fecha más de 700 rebajas de condena a agresores sexuales. ¿Pretendía el presidente evidenciar la soledad de la ministra, a la que también plantó en el evento surrealista con que Igualdad celebró ayer el 8-M? ¿O buscaba no indisponerse con las generaciones jóvenes de feministas, más identificadas con el 'rollo' transincluyente y 'queer' (por utilizar lenguaje del Ministerio) que con el discurso adusto de señoras como Carmen Calvo?

Publicidad

La respuesta de la ministra Portavoz apelando a la agenda «muy intensa, muy transformadora» del presidente aclara poco. Es, de hecho, difícil saberlo a ciencia cierta porque el braceo de Sánchez para mantenerse a flote en puertas del 28-M es de natural imprevisible: lo mismo se saca de la chistera una ley de paridad para desviar el foco que rescata al narco Marcial Dorado del álbum de fotos de Feijóo para volverlo a desviar. Por delante tiene, es cierto, un final de legislatura de órdago, con el Gobierno no ya partido sino enfrentado, la mayoría de la investidura disuelta y la carestía de la vida sin aflojar el lazo al cuello de los españoles.

En esas circunstancias, que la izquierda se tire los trastos a la cabeza por el feminismo resulta, más que arriesgado, temerario (para ellos) y descorazonador (para todas). Pero ilustra a la perfección los males –el sectarismo, la radicalización, el olvido de las desigualdades más sangrantes en favor de debates adyacentes y divisivos (la 'ley trans', la abolición de la prostitución o la pornografía)– que han erosionado la reivindicación genuina que sorprendió al mundo, y a la clase política, el 8 de marzo de 2018. El clamor multitudinario y transversal en las calles españolas, comparable al 15-M por su potencial transformador, ofrecía un capital político inmenso sobre el que construir los avances. La prueba, que partidos tradicionales como el PNV se vieron obligados a repensar sobre la marcha su discurso y a revolucionar, por ejemplo, sus cabezas de lista dando entrada a mujeres.

Pero, en sólo un lustro, la fortaleza y la espontaneidad de aquel 8-M han retrocedido hasta la penosa fotografía de esta semana, condensada en la imagen de esas activistas iracundas que increpaban ayer a la cúpula de Igualdad al grito de '¿Qué es una mujer?'. Que en el coloquio del Teatro Pavón se abordara el placer femenino como una cuestión de Estado –¿se visibiliza así a las mujeres o se las tutela e infantiliza, se nos 'libera' o se nos pastorea?– y que lo moderase Carlota Corredera, expresentadora de 'Sálvame' e icono del feminismo desde que se elevó también a Rocío Carrasco a los altares de la causa, son datos elocuentes. Y demuestran, al margen del deslizamiento hacia la autoparodia de Montero, 'Pam' y compañía, que, paradójicamente, al transitar desde las calles y plazas a los despachos ministeriales, las reivindicaciones feministas no solo han errado el tiro y han perdido frescura, enredadas en una discusión en bucle para la que hace falta diccionario (¿ha oído hablar de las 'terf' o del feminismo transespecie que promueven los animalistas?), sino que al tocar poder algunas de sus promotoras han acabado por desvirtuar el espíritu primigenio del 8-M.

Publicidad

No en vano, la primera negociación de una coalición PSOE-Podemos descarriló precisamente por las carteras de Trabajo e Igualdad, que Calvo se negó siempre a soltar. Cuando ya no quedó más remedio que rendirse al pacto del abrazo entre Sánchez e Iglesias, el feminismo de toda la vida del PSOEtuvo que tragar. En esa disputa agria y envenenada, que Moncloa ha tolerado (hasta ahora) para no desairar a Montero, está el origen de la sima. Por el camino, se ha expulsado a líderes políticas de las marchas al considerar que no merecían el carné de buena feminista y Podemos ha hecho del Ministerio de Igualdad su ariete para la supervivencia política. Así es cómo hemos llegado hasta aquí y, tristemente, es dudoso que el camino se pueda desandar.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad