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Arriba, José Luis Sánchez Bravo, José Humberto Baena y Ramón García Sanz, los tres del FRAP. Abajo, Juan Paredes Manot, 'Txiki', y Ángel Otaegi, de ETA.

Medio siglo de las últimas ejecuciones del franquismo

Dos miembros de ETA y tres del FRAP fueron fusilados el 27 de septiembre de 1975 entre protestas masivas en Euskadi y en toda Europa

Domingo, 21 de septiembre 2025, 00:32

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El 27 de septiembre de 1975, algo después de despuntar el alba, fueron fusilados cinco hombres. Ángel Otaegi, Juan Paredes Manot 'Txiki', José Luis Sánchez Bravo, José Humberto Baena y Ramón García Sanz pasarían a la historia como los últimos ejecutados del franquismo. Los dos primeros eran miembros de ETA y los otros tres del FRAP. Su muerte desató una oleada de solidaridad que traspasó las fronteras y se extendió por Europa. Días antes ya se habían celebrado manifestaciones multitudinarias y hasta el Papa llamó aquella noche para pedir clemencia. Paquita Sauquillo, abogada defensora en uno de aquellos procesos, recuerda que Pablo VI telefoneó a El Pardo y le dijeron que el dictador estaba descansando. «No se quiso poner. En 1970, en el proceso de Burgos, el Papa había llamado también y, en aquella ocasión, sí le habían escuchado».

La ejecución, que había sido el pan nuestro tras la Guerra Civil, no era habitual en el tardofranquismo. «En el 68, en el 69 y en el 70 hay condenas a muerte, pero lo que hacen es conmutarlas. En esos años los consejos de guerra condenan a muerte a miembros de ETA y otros grupos terroristas pero el Gobierno de Carrero las conmuta», explica el historiador Gaizka Fernández Soldevilla, que acaba de publicar 'Terrorismo y represión. La violencia en el ocaso de la dictadura franquista'.

Carrero llega a dejar constancia por escrito de por qué suele conmutarlas por penas de prisión. «¿Qué quieren los terroristas? Hacer mártires. ¿Qué tenemos que hacer nosotros? No caer en la trampa», escribe el dirigente franquista. «No lo hace por razones morales o religiosas, sino por un motivo pragmático», resalta Fernández Soldevilla. Sin embargo, esa máxima cambiará en diciembre de 1973 cuando se nombre a Arias Navarro, que llega a la presidencia tras el asesinato de Carrero. «Arias Navarro no comparte estos fundamentos. De hecho, considera que haber sido demasiado blando es la razón por la que el terrorismo se ha disparado», añade el historiador del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. Hay un dato esclarecedor. «Desde agosto de 1963 a marzo de 1974 -cuando se ejecuta a Puig Antic-, el Gobierno conmuta todas las penas de muerte. Había algunas relevantes, como los que mataron a Pardines o Manzanas. Pero Arias Navarro acaba con esa política».

En los estertores del franquismo la lucha entre las diferentes corrientes internas del régimen se recrudece. La ultraderecha, los que quieren sólo reformas estéticas y los que abogan por cambios profundos. «Hasta este momento Franco ejercía de árbitro entre ellas pero ya no puede hacerlo. La decadencia física del dictador acompaña al desplome del régimen». Arias Navarro tiene una gran presión de la ultraderecha, de lo que después será Fuerza Nueva, de los falangistas disidentes que le acusan de traicionar el 'espíritu del 18 de julio', y le acusan de ser un vendido. «Busca un golpe de efecto».

Once sentencias de muerte sobre la mesa. Es lo que tiene Arias Navarro. Corre el año 1975, que terminará con 33 víctimas mortales por terrorismo, la cifra más alta hasta ese momento. Y el nuevo presidente del Gobierno toma una decisión extraña. «Conmuta seis y ejecuta cinco. Así intenta demostrar una fortaleza que no tiene. Es poco explicable y es evidente que fue un desastre», analiza el historiador del Memorial.

Paquita Sauquillo ejerció de abogada de María Jesús Dasca, integrante del FRAP. «Sólo nos dieron tres días para ver el sumario y yo no le pude ver hasta el mismo día del juicio. Era más una venganza que hacer justicia. Todo se basaba en declaraciones en un momento muy convulso y no había tiempo de aportar pruebas. Era un trámite», recuerda. Una de las irregularidades más graves era que «se hacían juicios militares a los civiles».

A las dos mujeres condenadas se les conmutó la pena. Una de ellas estaba embarazada y Sauquillo argumentó que su defendida también. «El fiscal pidió un ginecólogo para comprobarlo y el médico dijo que no era seguro hacerlo en los primeros días de embarazo», explica. Sabían bien que «hasta en los regímenes fascistas se evitaba fusilar a embarazadas».

Maoístas

Cinco ejecutados. Tres del FRAP, dos de ETA (pm). ¿Qué era el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota? «Un grupo terrorista maoísta. Un brazo del Partido Comunista de España Marxista Leninista, que era una escisión maoísta del PC de Santiago Carrillo. Estaban vinculados a la Albania de Enver Hoxha, que era un régimen totalitario. Pretendían sustituir la dictadura franquista por otra de corte comunista. Habían asesinado con palos y armas blancas a dos policías en 1973, y en 1975 matarían a otros tres», analiza Fernández Soldevilla.

La manera de actuar del FRAP no es la de ETA. «Atacan y matan al primer uniformado que ven, guardia civil o policía». No hay estrategia, ni premeditación. Aquellas víctimas del FRAP han sido estudiadas por María Jiménez, profesora de la Universidad de Navarra. «Fueron revictimizadas porque quienes les mataron sufrieron también una violencia injusta y se convirtieron en victimarios víctimas. El foco se desplazó a ellos y las primeras víctimas quedaron especialmente olvidadas», defiende. «Eran Lucio Rodríguez, un policía de 23 años que venía de un pueblo de Toledo, que fue asesinado cuando terminaba una vigilancia. Y el guardia civil Antonio Pose, de 30, cuya mujer, Alfonsina, prácticamente presenció el asesinato desde la ventana de casa», detalla.

Precisamente por aquella extrema improvisación a la hora de matar, la gran mayoría de los miembros del FRAP fueron detenidos pronto. Se les juzgó en dos consejos de guerra, uno ordinario y otro sumarísimo, y 8 miembros del FRAP fueron condenados a muerte. Tres serán ejecutados: José Luis Sánchez Bravo, José Humberto Baena y Ramón García Sanz.

Los otros dos fusilados hace ahora 50 años son dos miembros de ETA, de la rama político militar: Ángel Otaegi, vecino de Azpeitia, de 33 años y Juan Paredes Manot, 'Txiki', un joven de 21 que nació en Badajoz y llegó a Zarautz con 9 años. «Otaegi es un colaborador de la parte militar, un legal, no está fichado y trabaja en una empresa», subraya Fernández Soldevilla. «En 1974 recabó información sobre el guardia civil Gregorio Posada tras seguirle por Azpeitia. Recibió a los dos miembros de ETA que llegaron de Francia para matarle y engaña a un compañero de trabajo para que les alojase diciendo que eran dos amigos pescadores. La mujer de ese compañero descubrirá que tienen metralletas. Cuando el compañero se lo dijo a Otaegi, le amenazó: 'O te callas o te va a pasar algo', denunció a la Guardia Civil. Está todo en el sumario y lo cuento en el libro».

Posada, que era viudo y tenía dos hijas, murió ametrallado. Cuando Garmendia, uno de los autores materiales, fue detenido en septiembre de 1974, Otaegi huyó de Azpeitia por miedo a que le delatase. Al regresar en noviembre, fue arrestado. «Garmendia es condenado como autor material y Otaegi como lo que hoy llamaríamos colaborador necesario. Se indultó a Garmendia. Todo apunta a que la razón es que había recibido un disparo en la cabeza, que le había dejado una gran afección y veían mal ejecutarle en ese estado».

«El icono del gudari»

Aquel día que fusilaron a Otaegi en Burgos, otro pelotón acabó con la vida de Juan Paredes Manot a las afueras de Barcelona. «'Txiki' había nacido en Extremadura y llega de niño a Zarautz. Allí percibe un rechazo a los inmigrantes, como tantos otros, y él reacciona volviéndose el más vasco de todos. De hecho se cambia el nombre. En vez de Juan, Jon. Más tarde adaptó también su apellido a Manot cuando en su partida aparece como Manotas», detalla Fernández Soldevilla. «Entró en ETA. Participó en atracos, un intento de secuestro y, según sus compañeros, en el asesinato de José Díaz Linares en San Sebastián. Se quedó en los comandos Berezi, que se suponía que eran la élite de la banda».

Participó en el atraco de un banco en Barcelona que acabó a tiros entre seis polimilis y cinco policías, donde resultó muerto un cabo primero de la Policía Armada, Ovidio Díaz, cuya mujer estaba embarazada. 'Txiki' fue detenido días después -junto a Wilson- y confesó que había disparado pero no sabía si era él quien le había matado. «Es imposible saberlo porque al policía le atraviesan dos balas pero ninguna queda alojada en su cuerpo. Le acusaron porque fue al único que detuvieron», zanja.

La reacción contra los fusilamientos fue extraordinaria y masiva. Las huelgas en Euskadi tuvieron «un enorme seguimiento, casi total en Gipuzkoa» y en media España. Hubo protestas multitudinarias en toda Europa. Se quemó la embajada española en Lisboa y se atacó la de Ankara.

A diferencia de los del FRAP, que desapareció en el 76 -el PCML tampoco pasó nunca de ser una corriente residual-, los dos miembros de ETA fusilados fueron «mitificados». La banda ve en ellos «un enorme potencial movilizador y un símbolo muy poderoso». Según recuerda el Fernández Soldevilla, «convocan una huelga en el primer aniversario y vuelve a funcionar. Empiezan a hacer libros, cartelería y declaran su muerte como el 'gudari eguna', por 'Txiki' y Otaegi y todos los etarras muertos».

'Txiki' se convirtió en «el icono del gudari» por excelencia. Entre él y Otaegi «existía la diferencia de que él sí había sido un 'gudari', había estado en un comando y había matado. Además afrontó la muerte, según sus abogados, de forma heroica». Se dice que cantó el 'Eusko Gudariak'. Tiene los elementos para «ser idealizado».

El historiador recalca que «ni nosotros ni nadie sabe lo que pensaban en su fuero interno pero los cinco militaban en grupos terroristas que no eran democráticos. El FRAP quería una dictadura estalinista y ETA una similar a la cubana. No luchaban por la democracia, la despreciaban como algo burgués. Sufrieron una vulneración de sus derechos, sus ejecuciones fueron ilegítimas, pero eso no borra lo que hicieron».

«Tu hermano 'Txiki' fue nuestro hermano, ven a suplirlo», cantaban

En esa transformación de la izquierda abertzale para «convertirlos en mártires», en palabras del historiador Gaizka Fernández Soldevilla, la figura de 'Txiki' tuvo desde el principio un papel preeminente. «La propia dirección de ETA lo explica en una carta a la familia de 'Txiki' y donde les dice que será «simiente de nuevos miembros» y que aparece en el libro 'Terrorismo y represión'. Además, su vida tiene un elemento más que tiene mucho valor. «Es extremeño y es difícil atraer a una población inmigrante o de descendencia inmigrante, como es la mayoría de los vascos, a un movimiento ultranacionalista. Para eso, la figura de 'Txiki' es perfecta. «Telesforo Monzón hace una canción, la única en castellano, en la que dice: 'Tu hermano 'Txiki' fue nuestro hermano, ven a suplirlo con devoción'. Están llamando a los hijos de inmigrantes ». Y sigue en el imaginario. Ayer mismo, Otegi volvió a citarle en la conferencia política de EH Bildu: «'Txiki' escribió: Aberria ala hil».

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