De las llamadas a casa de Aldaya a los susurros a una hija de Carrasco

Contiene el último libro del escritor Joseba Eceolaza, 'ETA: la memoria de los detalles', muchas pequeñas historias que trazan la geografía de la crueldad. Habla de las llamadas que recibió la mujer de José María Aldaya, muchas veces, durante los meses del secuestro. «Ya hemos soltado a Aldaya. Está colgado de un puente en...». Habla del cruel susurro a una de las hijas de Isaías Carrasco, tras el crimen, en un bar de Mondragón: «Gora ETA». El mismo grito que escuchó la hija de Manuel Zamarreño (edil del PP asesinado por ETA) en el cole. Hasta la portada del libro habla por si sola. Está ilustrada con la pintada que ensució uno de los muros cercanos a la vivienda del periodista José Luis Lacalle. «Jódete. ETA Herria Zurekin».

«El dolor no se quedaba en el asesinato sino que antes, durante y después muchas víctimas sufrieron un sinfín de humillaciones y agresiones», explica Eceolaza, que ha sido uno de los grandes impulsores de los actos de reconocimiento a las víctimas en el sindicato CC OO. ¿Por qué descender a los detalles? «Los detalles concretos de la violencia ayudan a empatizar con el dolor de las víctimas, y bajar a la letra pequeña de los asesinatos y ver aquella crueldad ayuda a ser consciente del impacto y el horror de la violencia», añade. «Muchos de esos ataques, como los 27 que sufrió la casa del pueblo de Rentería, no los hacía ETA sino quienes defendían a ETA y le prestaban apoyo social y colaboración», aclara.

Son 130 páginas que están repletas de días oscuros. El día que remataron en una furgoneta donde iba al hospital Antonio Cedillo, que había sufrido un atentado. O cuando mataron de un tiro en la nuca al funcionario de prisiones Ángel Mota, que llevaba a su bebé de cinco meses en brazos. El pequeño milagrosamente salió ileso. O cuando fueron a por Cándido Cuña, un panadero que perdió la vida «por vender pan a policías». «La violencia deshumaniza muchísimo a quien la practica», sostiene Eceolaza.

En 'ETA: la memoria de los detalles', editada por 'Papeles del duende', hay lugar para los etarras que se alejaron de la violencia. Como 'Yoyes', que dejó dicho que «quiero vivir y por eso he sido madre», o Urrusolo Sistiaga, que alertó a sus nietos sobre los que vengan «a calentarles la cabeza como hicieron con nosotros, esos que luego escondían la mano, para que sepan que aquello no estuvo bien». También sirve de homenaje «a las mujeres valientes que conformaron las primeras asociaciones de víctimas, una voz que no se escuchó de forma suficiente. De haber conocido los detalles, quizá muchos 'peros' y equidistancias habrían caído antes», lamenta.

«El conocimiento es previo a la empatía. Mira el caso de Gelín, un toxicómano de Pasajes que todos los días se arrastra por la calle para comprar su dosis y un bocadillo que come a media tarde en un bar decadente. López Riaño, 'la Tigresa', le pegó allí un tiro en la cabeza acusado de ser una pieza de la maquinaria de represión española. ¡Gelín!», se sorprende.

«Un hecho traumático tarda cuatro generaciones en superarse y depende de nosotros que lo haga antes. Este libro está escrito para ayudar a superar el trauma y para cuando no quede nadie que pueda decir 'yo estuve allí'». En sus propias palabras, es un grito contra los falsos relatos. «Es decir no a un relato que justifica, bajo el eufemismo del conflicto, que fue inevitable quemar vivos a Maite Torrano y Félix Peña en un ataque a la casa del pueblo de Portugalete».

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