Arnaldo Otegi, entre Pello Otxandiano y Mikel Otero, en la presentación ayer de su propuesta energética. jordi alemany

EH Bildu, de la revolución a la «dirección de Estado»

Creada para que la izquierda abertzale fuese legal, la alianza se ha convertido en un actor clave de la política nacional mientras gestiona sus contradicciones

Domingo, 27 de noviembre 2022, 16:25

«Se da la gran paradoja de que no hay Gobierno de progreso en el Estado si los que nos queremos marchar no lo sostenemos». ... Arnaldo Otegi describió de forma clara el jueves, dos días después del acuerdo presupuestario firmado entre EH Bildu y el Ejecutivo de Pedro Sánchez, cómo está la política española y cuál ha sido la evolución de la formación que dirige. La coalición soberanista, impulsada hace una década por la izquierda abertzale con el doble objetivo de lograr su legalización y ampliar sus bases, se ha transformado en una pieza clave para que Sánchez siga en La Moncloa. A cambio, EH Bildu aprovecha lo que ellos mismos definen como «ventana de oportunidad». La mayoría de los presos de ETA están en Euskadi y Navarra, se ha normalizado su situación rechazando el terrorismo pero sin necesidad de condenarlo y se han sentado las bases para algo que parece difuso y aparentemente imposible a corto plazo: que la sintonía entre EH Bildu y los socialistas se traslade al País Vasco en forma de gobiernos de coalición.

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Lo sucedido esta semana es el último peldaño subido por un colectivo que ha pasado de defender la revolución a definirse como «socialdemocracia avanzada» y a estar, como dijo Pablo Iglesias, en la «dirección del Estado» gracias a Pedro Sánchez, cuyo papel es esencial en esta conversión. De no creer en el actual marco a negociar cuestiones relacionadas con el Concierto. De boicotear las instituciones españolas a jugar en el Congreso al mismo nivel que el PNV.

La llegada de Sánchez se ha visto como una oportunidad para normalizar su imagen

elemento crucial

Visión táctica

Un camino de largo recorrido, con acciones que se diseñan siempre a medio plazo y donde la visión táctica tampoco se disimula. La ponencia política aprobada en el congreso del año pasado era nítida. Apostaba por una estrategia de «largo alcance» con el objetivo de «acumular poder» e «intensificar la crisis del Estado». Una de las piezas clave es la política de alianzas, que no debe entenderse «según criterios morales». «Los acuerdos bien gestionados pueden servir para desgastar al régimen y para abrir nuevas vías de confrontación democrática», señalaba el texto.

En la historia de EH Bildu hay al menos tres hitos determinantes. Uno es su propio nacimiento. Entre 2011 y 2012 surgieron y fueron legalizados EH Bildu y Sortu, y ETA anunció el cese definitivo de la violencia. Todo iba de la mano. La proscripción de Batasuna y de todas las marcas sucesoras provocó la asfixia social, política y económica de la izquierda abertzale. Se buscó la vuelta a la legalidad de la mano de EA, que aportaba un nacionalismo más moderado, y Alternatiba, con la que se buscaba atraer a un votante de izquierdas, aunque no especialmente independentista. Empezó a triunfar el concepto de «izquierda soberanista».

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La sociedad premió su apuesta posibilista y algunos incipientes pasos como reconocer el «daño causado», aunque sin añadir que fue «injusto». En 2011 alcanzó su primer gran logro: gobernar Gipuzkoa y San Sebastián. Cuatro años después alcanzó otra notable cima. Se hizo con la Alcaldía de Pamplona y entró en el Gobierno navarro de Uxue Barkos. Pero también aparecieron nubarrones. Su poder institucional quedó barrido en Gipuzkoa por la recogida de la basura 'puerta a puerta' y se demostró lo complicado de gestionar sus contradicciones.

Su apuesta pragmática sigue chocando con el pasado de la izquierda abertzale

sin condenar a ETA

La principal, cómo aparecer como un partido de gobierno sin condenar los asesinatos de ETA, algo que sigue sin hacer. Cómo ser una fuerza que busca el poder institucional y la gestión cuando durante años despreció esas mismas instituciones. Internamente se sigue reconociendo que hay un «techo de cristal» y que cuando hay opciones de ganar se genera un voto 'antiBildu' que beneficia al PNV.

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La elección de sus líderes y candidatos ha tratado de solventar ese problema. Se han buscado rostros no vinculados directamente con la historia más oscura de la izquierda abertzale: se apostó por nombres como los de Laura Mintegi, Maddalen Iriarte, Miren Larrion, Juan Karlos Izagirre, Martin Garitano y ahora Mertxe Aizpurua, exdirectora de 'Gara', aunque en este caso la oposición no ha tardado en recordar que fue condenada por enaltecer el terrorismo en 1984 y la entrevista con la dirección de ETA en 2002 en la que la banda defendía los atentados contra sus compañeros periodistas.

En 2017 llegó otro punto de inflexión. Su congreso de refundación. Empezó a coger estructuras de partido y al mando del timón se puso a Arnaldo Otegi. Llevaba un año en libertad tras cumplir condena por el 'caso Bateragune' y se convirtió en coordinador general. El batacazo del 'procés', que había sido apoyado con entusiasmo, provocó una reflexión interna. Había que profundizar en el giro, ampliar la base y reforzar la 'pata' social de su discurso. Y en esto apareció Sánchez y se abrió la «ventana de oportunidad».

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La duda es si la relación entre Bildu y Sánchez se trasladará a Euskadi en un acuerdo con el PSE

La gran incógnita

Las condiciones adecuadas

Su llegada a La Moncloa fue vista en un primer momento como una llave para solventar la cuestión de los presos de ETA. Pero enseguida se percibió algo más. La ocasión de enterrar su pasado con una nueva imagen y nuevos relatos: el medio ambiente, la defensa de los servicios públicos, la transición energética, el feminismo... Necesitado de escaños, Sánchez les dio el aval y empezaron a sucederse los acontecimientos: se apoyó la reforma de las pensiones, los Presupuestos... EH Bildu comenzó a jugar en el terreno del PNV. Movimientos que parte de la militancia no acaba de entender. En esa apuesta por la institucionalidad algunos pasos chirrían a sus bases: el modelo energético es uno de ellos.

Pero la hoja de ruta está clara. Cuanto más tiempo permanezca Sánchez en Moncloa, más tiempo tendrá Bildu para afianzar su nueva imagen. Seguir 'blanqueando' su pasado y sentar las bases por si se dan las condiciones adecuadas. ¿Para qué? La celebración de un referéndum soberanista y tocar poder en Euskadi aparecen en el horizonte. Las dos cuestiones se antojan complicadas, pero para ambas se necesita a los socialistas. Y para una de ellas, sobra el PNV, el otro socio de Sánchez.

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