El apoyo al expárroco de Lemoa: los rescoldos de un sector de la Iglesia vasca que se apaga

Los tres colectivos que salieron en defensa del cura que había justificado a ETA representan a una corriente muy minoritaria vinculada a las tesis de la izquierda abertzale

Domingo, 15 de noviembre 2020, 01:31

Ni el sacerdote Mikel Azpeitia, expárroco de Lemoa y dinamizador pastoral en Dima y Areatza y autor de unas declaraciones que producen repulsa; ni el ... cura 'don Serapio', el personaje odioso y desalmado de la exitosa novela 'Patria', de Fernando Aramburu, representan el discurso y la posición de la inmensa mayoría del clero vasco. Tampoco la actitud de colectivos como la Coordinadora de Sacerdotes de Euskalherria, las Comunidades Cristianas Populares y Herria 2000 Eliza, que esta misma semana emitieron un comunicado en defensa de Azpeitia.

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Es cierto que hubo un sector minoritario que colaboró (y en algunos casos militó) en la infraestructura y la logística de ETA, y que un colectivo influyente del entramado eclesiástico proporcionó munición intelectual al mundo que amparaba el terrorismo. Pero hoy, la doctrina y el discurso de la Iglesia vasca está en las antípodas de estos mensajes. Ya nadie los predica ni en la más recóndita de las ermitas.

La Coordinadora nació en marzo de 1976 tras los trágicos sucesos de Vitoria cuando cinco trabajadores murieron bajo las balas de la Policía a las puertas de la iglesia de San Francisco. Herria surgió como una revista, en abril de 1978, para construir una «Iglesia popular vasca», y acabó su ciclo en junio de 2008.

Apoyan la tesis de un pueblo «oprimido» y del uso de la violencia como un mal menor

Las Comunidades importaron su nombre de la Teología de Liberación Latinoamericana, pero en el caso vasco enseguida fueron fagocitadas por la izquierda abertzale, al igual que las otras marcas, que nacieron en un momento de ebullición de grupos cristianos. Entonces había unas bases sacerdotales fuertemente influidas por el nacionalismo. Cuando la impronta de la izquierda radical se impuso, lo colonizaba todo, figuras relevantes de los pioneros se apearon del caballo. Algunos serían perseguidos por ETA.

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El tuétano de la actividad de estas entidades se ha centrado en la reivindicación de los derechos de un pueblo oprimido, un concepto que fue sacralizado y del que se abusó sin ninguna contención, en la legitimación de una violencia que se consideraba un 'mal menor' porque se trataba de una resistencia a una violencia mayor; la defensa de una salida negociada al 'conflicto' que pasaba por el derecho de autodeterminación, y la excarcelación de los militantes de ETA, a los que se encumbraba como presos políticos. Hay que mirar con lupa en sus documentos para encontrar misericordia y empatía con las víctimas del terrorismo o con el Estado de Derecho, en medio de un recelo constante hacia el proceso democrático. Eran tiempos de confusión moral.

Están fuera de toda organización eclesial y no tienen presencia ni peso social

Otra época

Durante el tiempo de la Transición tuvieron cierta fuerza e influencia gracias a figuras como Félix Plácer, Jesús Lezáun, Félix Vergara o Joseba Goñi, con una importante penetración en Álava y Navarra. Algunos han fallecido y otros han envejecido. Hay alguno que continúa a pie de parroquia como Plácer, antiguo profesor de Teología, que sigue en una zona pastoral cercana a Vitoria pese a que ya peina los ochenta años. Desde el principio ha sido la cara y la voz de la Coordinadora, además de su ideólogo. Se muestra combativo gracias a su buena salud. «Hablar de ellos es hablar del Neolítico», señala un intelectual católico de larga trayectoria. «Son los rescoldos de un fuego que se apaga», tercia otro veterano de la Iglesia vasca.

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Lo cierto es que hoy representan a muy poca gente. Se han sentido obligados a salir, más que para respaldar, que también, para disculpar a Mikel Azpeitia, uno de los suyos. Sigue existiendo una parte que conecta afectivamente con lo que supuso y defendió aquella gente, pero carecen de influencia alguna o reconocimiento. Han dejado de existir. Están fuera de toda organización eclesial y no tienen presencia ni peso social. Tampoco adoptan posiciones públicas. En la Iglesia vasca se les considera amortizados. La oposición intraeclesial va por otros foros, con los que no tienen nada que ver, ni ninguna relación o parentesco. Responden a otro momento, a otra época.

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