Cuenta atrás final para la investidura de Pedro Sánchez, si nada se tuerce en el último segundo. ERC confirmó ayer mismo su acuerdo con los ... socialistas. Puigdemont en cambio mantiene el suspense, tal vez para no ser tachado de traidor por los más cafeteros de entre los suyos. Al igual que el PNV. Y si vamos a tener investidura es, como saben, porque Sánchez y los suyos han tragado con la aprobación de una amnistía para el millar de cargos, militantes y simpatizantes independentistas catalanes que vulneraron la ley durante el fallido 'procés'. Una medida que supone el olvido legal de los delitos que cometieron o pudieron cometer, muchos aún no juzgados. Y que borrará y dejará inmaculados los antecedentes penales de todos ellos.
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Los acuerdos que terminan de tejer las izquierdas con los nacionalistas -veremos si ello implica también que el PNV logra el traspaso a Euskadi de la gestión del régimen económico de la Seguridad Social, se supone que sin ruptura de la caja única, sólo se supone- traerán la amnistía en unos pocos meses. Pero el ruido durará bastante más. Porque PP y Vox obligarán al Tribunal Constitucional a pronunciarse. Pocos dudan que su fallo avalará la ley, dado que los progresistas gozan de una cómoda mayoría. Y porque los jueces que tienen entre sus manos sumarios contra los procesados plantearán cuestiones de inconstitucionalidad.
Hablamos de meses y meses de acoso contra un Sánchez que sale seriamente tocado de este proceso. No sólo porque, de nuevo, ha cambiado de opinión. Sino, sobre todo, porque hoy defiende justo lo contrario de lo que sostenía hace cuatro meses, sólo para seguir en La Moncloa.
Quienes más están poniendo el grito en el cielo, y van a seguir haciéndolo, son derecha y ultraderecha. También los jueces conservadores. Pero el profundo malestar alcanza a la vieja guardia socialista, a algunos dirigentes y a parte de la militancia. Además de a una suma variopinta de ciudadanos, incluidos altos funcionarios del Estado y cualificados profesionales que, por ejemplo, se batieron el cobre para explicar en Europa que España es una democracia plena, sin tacha, cuando togados de diversos países rechazaron las demandas de extradición a España del fugado Puigdemont.
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Sánchez es un superviviente de la política con unas enormes tragaderas. Tan grandes como para aceptar que Santos Cerdán se retratara el lunes con el expresident en Bruselas bajo una enorme fotografía de una masa de gente llevando por los aires una de las urnas que se usaron en el referéndum del 1-O. Por ello que nadie dude que, si su inestable alianza con soberanistas e 'indepes' aguanta, luchará hasta el final por obtener el perdón ciudadano y voltear las encuestas. ¿Cómo? Con ese programa común PSOE-Sumar orientado a mantener la protección a los más desfavorecidos, muchas de cuyas medidas no es seguro que tengan el aval del PNV ni de Junts. Y con eso y con el miedo a la cartera de recortes que podría traer un eventual gobierno de Feijoo con la ultradederecha, que en julio le funcionó. Parece su única tabla de salvación.
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