Cuatro playas cercanas para perderse en invierno

Las calas ofrecen espacios abiertos y aire fresco para practicar deporte o relajarse. Cuatro expertos en salud física y mental nos señalan sus playas favoritas

Jueves, 2 de diciembre 2021

La playa no es solo para el verano. Cuatro expertos en salud física y mental recuerdan en estas líneas que acercarse hasta el mar en invierno mejora nuestro organismo y alivia la presión emocional. Ayuda a soportar el peso de las obligaciones diarias gracias al rumor del oleaje, los paseos sobre la arena y el deporte asociado a estos enclaves.

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  1. Muskiz

    Surf en La Arena

Aficionado al surf, el psicólogo Joaquín Ponte opta por la Playa de La Arena, entre Muskiz y Zierbena, no tan saturada como La Salvaje o Sopela. «De cara a gente como yo que coge espuma, los que sabemos poco y nos quedamos más cerca de la orilla, es perfecta. El ejercicio que implica remar para situarte y ponerte de pie en la tabla trabaja toda la musculatura. Obliga al silencio, a estar 'mindful', centrado en ti mismo y la ola, a vivir el presente, olvidar los problemas y concentrarte en el aire, la luz, las sensaciones. El agua conecta con la vida y con nosotros mismos, que también somos agua», narra.

Adora del lugar sus elementos naturales, el mar, la arena, el viento, las rocas. «Las colinas a ambos lados, con la curiosa batería antiaérea a uno y un paseo donde observar el batir del océano por la parte de Pobeña. Al ser una playa híbrida tiene mucho espacio para dejar el coche, no hay estrés para aparcar; encuentras restaurantes como La Fábrica de Juan, donde comer tras solazarte. Ves el estuario del Barbadún, restos de ferrocarriles que cargaban hierro…». Convencido de que favorece la toma de decisiones, añade que «está probado que la reflexión mientras caminas es más resolutiva a la que hacemos sentados».

Lejos de las pantallas destensamos la vista. «En un espacio abierto se ensancha la respiración y la mirada, en la ciudad los ojos topan siempre con paredes. El movimiento perpetuo del mar proporciona sensación de energía e infinito. Andar descalzo por la orilla suelta un pie constreñido. Favorece el peristaltismo, beneficia el sistema digestivo. El respiratorio se dilata lejos de aires acondicionados, abres los alveolos».

  1. Getxo

    Paseo por Azkorri

Pedro Pineda, fisioterapeuta vecino de Abusu (Arrigorriaga), escoge Gorrondatxe (más conocida como Azkorri), en Getxo, por su encanto. «Las vistas son espectaculares, espera vestida de verde, con bloques de arena endurecida que crean recovecos de cara al mar. Al fondo, los molinos de viento del puerto de Bilbao y la costa cántabra, a la derecha los acantilados serpenteantes hasta el faro de Gorliz». Aporta posibilidades para mejorar la salud. «Posiblemente todo el organismo se beneficie de manera directa. La brisa marina otorga calidad de aire para los pulmones, el sonido de las olas tiene efecto neurosedante. Quién no se ha quedado dormido después de un baño oyendo ese sonido monótono», pregunta.

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Mirar al horizonte relaja la vista, pero él sobre todo aconseja caminar. «Hacerlo descalzo sobre arena y piedras es estimulante, auténtica reflejoterapia podal. Ofrece suave resistencia, exige más a los músculos que un terreno firme. Ese trabajo extra los fortalece y mueve las articulaciones de la deambulación que, como bisagras, necesitan engrasarse para funcionar mejor». En las fases intermedias y finales de la recuperación musculoesquelética y de las extremidades inferiores resulta «un ejercicio de intensidad moderada muy recomendable, de hecho, lo es cualquier gimnasia realizada en la playa».

  1. San Sebastián

    Yoga en La Concha

Nació en San Sebastián, por eso el primer paisaje que guarda en la memoria es el de La Concha. «Acompañó mi infancia y juventud hasta que me independicé, me trae añoranzas. Además de la parte emocional, creo objetivamente que es una playa muy bonita», afirma Rosa Zamborán. Aunque ahora reside en Bizkaia, esta psicóloga jubilada hace año y medio reconoce que, desde que vive en el interior, cada cierto tiempo siente la necesidad de ver el mar. «Lo añoro», asegura.

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Viajera incansable, ha conocido muchas playas. Recuerda especialmente la caribeña de Tulum en Méjico o la de Tarfaya en Marruecos. Pero siempre regresa a la propia. «Tiene la ventaja de encontrarse en el centro de la ciudad. En invierno es tranquila, si la marea está baja puedes pasear por la orilla hacia el Peine del Viento». Respecto al valor terapéutico, alivia la ansiedad, goza de efecto relajante y antidepresivo. «Los estudios aseguran que influye en el manejo del estrés. El mar es divertido, nuestros químicos cambian al contacto con agua y arena, mejora el estado de ánimo. El sonido de las olas estimula la corteza prefrontal, donde se encuentran las emociones, calma la mente y da energía, aumenta la capacidad para reflexionar, por eso es muy recomendable hacer meditación o ejercicios de yoga allí».

Lo esencial es reducir el cortisol, la hormona del estrés. «Cuando llevas un rato crece la sensación de placer y calma. Acudir regularmente a una playa como ejercicio en invierno, incluso a nadar, igual que otros van al gimnasio, ayuda a la estabilidad. La sensación que yo tengo es de expansión, de libertad».

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  1. Noja

    Marcha nórdica en Trengandín

Loli Alonso nos lleva hasta Noja, un escenario ideal para una buena caminata, un entorno de mar y montaña de unos seis kilómetros ida y vuelta. Enfermera y fisioterapeuta de Ortuella, practica marcha nórdica desde el final del confinamiento. «Incluir los bastones aumenta el gasto calórico al activar el tren superior para desarrollar la técnica correcta, a la vez que reduce el esfuerzo percibido. Una gran ventaja de esta playa es que no existe inclinación que descompense el peso sobre los pies en la orilla, así prevenimos sobrecargas musculares, esguinces o lumbalgias».

Durante la bajamar el caminante disfruta de un paisaje lunar marcado por las rocas que emergen del agua. «El paso se hace amortiguado y sin impacto ya que la arena varía en texturas. Alternas esfuerzo sobre una gran gama de firmezas». La regularidad tiene premio, explica Alonso. «Si eres constante reduces el riesgo de padecer enfermedad cardiovascular, disminuyes el peligro de ser hipertenso y mejoras la capacidad aeróbica. Además, el aire de la playa es más puro, ionizado por la acción de la brisa y el oleaje, por eso mejora la oxigenación, el funcionamiento celular, el sistema inmune, el sueño…».

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Al llegar al Brusco toca regresar. «Cuando das la vuelta compruebas con una sonrisa la dimensión cubierta. Es hora de tomar aire, postura activa y volver sobre nuestras huellas admirando una variedad infinita de verdes y azules». La OMS recomienda un mínimo de 150 minutos a la semana de ejercicio aeróbico con intensidad moderada, «así que, si sobra tiempo, puedes continuar por el paseo que une las playas de Trengandín y Ris para añadir algo más de dos kilómetros».

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