ILUSTRACIÓN BEA CRESPO

Cuando recordar es resistir

El Foco ·

El relato de Enesida García Suárez nos abre una pequeña ventana a la infancia de los represaliados por el franquismo y a la memoria de una generación que está desapareciendo

Domingo, 4 de julio 2021, 02:22

Es un libro de pequeño formato, casi parece un cuaderno. Sobre fondo amarillo se lee el título con esta tipografía: «mi infancia en el FRANQUISMO ( ... Tiraña, Asturies, 1938)» y, abajo, el nombre de la autora: Enesida García Suárez. Un modesto círculo gris en la parte superior izquierda avisa de que estamos ante una tercera edición, pero este libro no es un 'bestseller'. No le sonará a usted el nombre de la autora, a no ser que sea de ese valle asturiano, Tiraña, o de su pueblo, La Arbeya, y conozca la historia de la represión franquista en la zona; a no ser que esté usted muy interesado o interesada en la cuestión de la memoria histórica; a no ser que sea usted descendiente de una de las trece personas que fueron asesinadas y mal enterradas en una fosa común del cementerio de San Pedro el 21 de abril de 1938. Entonces igual sí conoce usted a Enesida. Cuando tenía trece años los militares y falangistas que se encargaron de la represión en ese valle asturiano asesinaron a sus padres y a otras once personas del valle. Sin juicios, sin pruebas, sin otra causa que ser sospechosos de ayudar a los «fugaos», los hombres que se agruparon en los montes como respuesta al golpe militar franquista del 36.

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Enesida tenía tres hermanos: uno de tres años, otro de ocho y la mayor, Isabel, de diecisiete. Isabel fue perseguida con saña después del asesinato de los padres, detenida cada dos por tres para ser interrogada y torturada. Las vejaciones llegaron a tal extremo y fueron tan constantes que en 1942 Isabel decidió suicidarse. El cura de Tiraña no permitió que se la enterrara en el cementerio. Paradojas -o no tanto- de la Iglesia nacionalcatólica: no son pocos los curas que permitieron que en sus cementerios hubiera fosas comunes que las propias víctimas cavaban para ser asesinadas después con un tiro en la nuca y que por otra parte decidieron que mujeres como Isabel no eran dignas de ocupar suelo consagrado.

Enesida, cuarenta años después de esos sucesos, decidió escribir, despacito y con buena letra, esta historia que yo resumo y a la que habría que añadir la de sus tíos «fugaos» que también relata en las apenas 30 páginas que se reproducen en este libro, editado con cuidado y belleza. A cada página escaneada del cuaderno se contrapone la trascripción del texto original que el editor, Eduardo Romero, ha respetado al máximo, sólo corrigiendo ortografía y puntuación. Me provoca una sensación de cercanía, me causa una mezcla de ternura y dolor leer directamente las palabras que Enesida escribió con tinta azul sobre un cuaderno de rayas, con una caligrafía esforzada y clara, salpicada de pequeños errores ortográficos y de una gran claridad expresiva.

Son nuestros mayores, los que han muerto en las residencias quizá reviviendo otras escenas de terror

Enesida se concentra en el relato de los hechos, señalando cuando puede el nombre y el apellido no sólo de las víctimas, también de los verdugos. Escribió aquello que nunca pudo olvidar, lo que repitió desde sus trece años hasta el momento de su muerte en 2001 a quien quisiera escuchar: cómo asesinaron primero a su madre de forma brutal y cruel, pocas horas después a su padre, cómo los echaron a la fosa, cómo vigilaban y acosaban a ella y sus hermanos, tan sólo unos niños. Escribe para dejar constancia de la represión y, durante su relato, se concentra única y exclusivamente en los hechos en torno a la misma. No hay victimismo. Hay miedo y hay rabia. Hay desposesión y hay hambre. Hay injusticia.

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El breve relato de las torturas y violaciones que Isabel sufre a manos del capitán Bravo es estremecedor por su sencillez. Apenas unas líneas que nos hacen comprender la desesperación de Isabel y su suicidio. Creo entender por qué la editorial Cambalache han elegido escribir así el título: «mi infancia en el FRANQUISMO». Una infancia minúscula, un «mi» que es el de Enesida, pero es el de muchas otras, frente a ese franquismo con mayúsculas, apabullante, el franquismo triturador de vidas y de infancias porque ¿cuántas Enesidas hay detrás de todos esos cuerpos que se siguen encontrando en las fosas comunes de este país? Sin ir más lejos, estas últimas semanas también en Asturias, en Grado, se están exhumando víctimas en la finca de El Rellán. Se ha encontrado una treintena y se calcula que puede haber más de cien.

El testimonio es ese acto que consiste en dar fe de un suceso vivido o del que se ha sido testigo, hace pública una memoria privada, normalmente para denunciar una injusticia. Como explicó el historiador Paul Ricoeur, el testimonio constituye la estructura transicional fundamental entre la memoria individual, privada, y la Historia. El testimonio de Enesida García Suárez hace pública una vivencia que no por ser privada es única o exclusiva. Lo que nos cuenta en ese cuaderno de letra esforzada nos abre una pequeña ventana a la historia de la infancia de los represaliados y además facilita el conocimiento de una memoria que es desgraciadamente irrecuperable por dos motivos. Primero, porque hemos tenido muy poco acceso a relatos en primera persona de los niños que fueron testigos de la violencia brutal que se ejerció contra los padres. En muchas ocasiones el trauma que esa violencia provocó en esos niños se manifestó en silencios y miedos, en negación del pasado.

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Segundo, y más obvio, porque esa generación está desapareciendo. Son nuestros ancianos, los mismos que han sufrido lo peor de la pandemia, los que han muerto en las residencias quién sabe si reviviendo en sus memorias debilitadas aquellas otras escenas de terror. El testimonio de Enesida es excepcional porque nos habla de lo que muchos no tuvieron más remedio que callar o no supieron contar y porque nos hace partícipes -y esto es esperanzador- de una solidaridad vecinal que nunca se apagó, a pesar de tanta muerte y tanta represión. Los vecinos del cementerio, las familias de los asesinados, se encargaron durante años de reunirse en torno a esa fosa cada 21 de abril. Para no olvidar, que es lo mismo que resistir.

«Cuando recordar es resistir», así es como Yerba Segura Suárez, bisnieta de uno de esos represaliados de Tiraña, titula el epílogo al cuaderno de Enesida, donde señala una cuestión fundamental: «Hablar de memoria histórica es también reflexionar sobre cómo puede haber sido, para todas las Enesidas de este país, seguir viviendo después de sumar tantas pérdidas, una detrás de otra. Seguir viviendo bajo un régimen dictatorial que decretó, desde primera hora, represión para las víctimas e impunidad para los victimarios, cuando en muchos casos convivían en pequeños núcleos de población». ¿Conoce usted a alguna Enesida?

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