¡Imita, imita, que a alguien te parecerás!
La Mirada ·
En una época de búsqueda de una pretendida originalidad, en realidad nos construimos a través de modelosLa imitación es el proceso de reproducción de un comportamiento modelado por otra persona u organismo. Puede considerarse una estrategia paródica, una habilidad cognitiva, un ... medio de transmisión cultural, un principio de aprendizaje social o un mecanismo de adaptación. Por lo tanto, en una época en la que la frenética búsqueda de una pretendida originalidad de los individuos se alza en valor universal, no viene mal mirar de cerca qué hay detrás de todo ello, porque en realidad resulta que, por el contrario, nos construimos a través de modelos que elegimos o a través de los que la sociedad produce constantemente. Quizás ha llegado el momento de proponer una 'desmología', término tomado del vínculo ('desmos') de Platón, o más sencillamente una teoría de la subjetividad en la que el sujeto se concibe a partir de sus vínculos con los demás.
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Frente a la concepción clásica del sujeto, que oscurece el lugar del otro en la construcción de la identidad, frente a la mitología del 'self-made man', frente a una concepción liberal que analiza al sujeto a través de la noción de individualidad, defendemos la tesis de que nuestra identidad se construye gracias a los otros que nos sirven de modelo. 'No hay yo más que a través del otro' porque cuando interiorizamos al otro nos hace actuar, buscamos ser como él. ¿Hay lugar para estas figuras en el ámbito de la moral? ¿Qué entendemos exactamente por las nociones de ejemplo o ejemplaridad?
Actuar de manera ejemplar es actuar de una manera moral o socialmente esperada: rara vez se trata de una acción aislada, sino de un conjunto, y rara vez de una acción excepcional, que es por definición inimitable. La 'homoiôsis', o esa mímesis, si se prefiere, no es una reproducción de lo mismo porque nos hace actuar en virtud de un principio interno y no externo. Este concepto nos permite ampliar el alcance de la imitación en la moral (podemos imitar a héroes cuyas acciones están fuera de nuestro alcance) y pensar la imitación sin alienar la subjetividad (podemos imitar a otros sin dejar de ser). ¿A quién debemos tomar como modelo, para qué y cuándo?
Las figuras ejemplares alimentan nuestra interioridad: nos identificamos con los demás, queremos ser como ellos y esta imitación conforma nuestra identidad. Es cierto que la ejemplaridad puede ser liberticida, como los sistemas chinos de calificación social que castigan los malos comportamientos; es cierto que las figuras ejemplares pueden ser alienantes, como es el caso de los 'influencers'. Pero el recurso a una o varias figuras ejemplares permite al sujeto nacer de nuevo, porque, al darse un modelo distinto del modelo parental, se abstrae de un 'entre-soi' (entre-sí) egoísta) en el que prosperan los determinismos.
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Al mismo tiempo, y visto desde el otro lado del espejo, ser un ejemplo para los demás es ser digno de imitación. Ser un ejemplo es una cuestión de elección. La naturaleza misma de un modelo es ser superado. Los elegimos por cualidades que no tenemos, para llegar a ser como el otro. Hay necesariamente asimetría, ya que uno ve en el otro un modelo, pero, si se acerca a él, la distancia se estrecha, a diferencia del héroe cuyas acciones supererogatorias (por encima de la obligación) van más allá de nuestras capacidades.
Otro autor importante al respecto es Gabriel Tarde, jurista y sociólogo francés (1843-1904) cuyo nombre suele estar en el centro de encendidas polémicas en la sociología contemporánea. Tarde propone dos conceptos para explicar los movimientos sociales: la imitación y la invención. Todo el mundo imita lo que admira, lo que considera bueno y capaz de servir de modelo, pero combina de forma original imitaciones escogidas de varias fuentes en una imitación hibridada, porque de ese modo la historia es una sucesión de diferentes flujos imitativos, una sucesión de modelos susceptibles de ser imitados por un gran número de individuos rendidos y dispuestos a anular su originalidad en realidad.
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Esto se debe a que Tarde concibe a los individuos como un gran conjunto de reflejos (retoma la idea de las mónadas de Leibniz), lo que significa que cada individuo ve a sus semejantes y se encuentra a sí mismo en ellos. Es un juego de espejos que está en el corazón de la vida en sociedad.
Tratar de esta cuestión lleva a tener que abordar otra más global; las formas y fundamentos de la solidaridad humana. Y, de ser ciertos estos análisis, todo lo anterior debería hacernos menos soberbios y más humildes.
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