Fronteras duras
El foco ·
Se supone que la Unión Europea nació con el propósito de no repetir los errores y horrores de las violencias de las guerras, impulsada por los valores del pacifismo, la inclusión y el diálogoDurante esta semana he participado en dos coloquios, uno en el Hay Festival de Segovia y otro en el CCCB de Barcelona, con motivo de ... la publicación en España de la antología 'Europa 28: Mujeres escriben sobre el futuro de Europa' (Galaxia Gutenberg). En esta antología, 28 mujeres de los 28 países europeos escribimos sobre nuestras visiones del continente. A la vista de las recientes polémicas en torno a la seguridad de los eventos culturales, aprovecho la ocasión para decir que ambas organizaciones (Hay Festival y CCCB) han cumplido estrictamente todas las medidas y han creado un espacio seguro para llevar a cabo un debate público que, en estos tiempos de desconexión corporal y de constante conexión virtual, es más que necesario. El foco de los debates en Segovia y Barcelona han sido los textos que escribimos para dicha antología, textos pensados, elaborados y editados antes de que estallara la pandemia, antes también de que la situación de los campos de refugiados de las islas griegas de Lesbos y Samos llegara al extremo actual, cuando se hace evidente el fracaso de la Unión Europea en cuanto a políticas humanitarias. Si antes era difícil contemplar un futuro positivo, teniendo en cuenta que nuestro Mediterráneo se ha convertido en una fosa común y que la situación de los refugiados se había vuelto inaceptable, ahora se hace, por lo menos para mí, imposible de imaginar. Si a la inacción ante la tragedia en Grecia añado las desigualdades extremas que ha desvelado la pandemia, el panorama resulta desolador.
Publicidad
Son varias las autoras de la antología 'Europa 28' que, antes de la irrupción de la Covid-19, nos preocupábamos por el auge de los discursos xenófobos, racistas, antiigualitarios de la extrema derecha en toda Europa, discursos de odio dirigidos contra los y las más vulnerables, entre ellos las comunidades migrantes y refugiadas. La escritora francesa de origen magrebí Leila Slimani, por ejemplo, reflexiona en su texto sobre el cambio que ha sufrido el Mediterráneo, de ser un mar que facilitaba el intercambio comercial y cultural, a convertirse en fosa común. Y señala: «Incluso hoy en día, este continente que se ve a sí mismo como un faro para el mundo es, en realidad, incapaz de luchar contra la esclavitud que se presenta a su puerta, la muerte en sus orillas, la pobreza dentro de sus fronteras». Por su parte, Gloria Wekker, antropóloga holandesa de origen surinamés, llama la atención sobre la historia colonial de Europa, el racismo inherente en nuestros países y critica con contundencia que en cuestión de «humanitarismo, Europa ha fracasado de una manera miserable». Cómo podemos aceptar, se pregunta, el convenio de Dublín, «que permite encarcelar a las personas en el primer país al que llegan». Con todos los recursos que gastamos en persecución, detención, represión de las personas migrantes, ¿no podríamos elaborar políticas que generen vida en vez de muerte? Y, mientras tanto, señala Wekker, «continuamos negando las ventajas históricas que ha conseguido este continente a expensas de otros». Frente a los valores europeos que tanto se defienden como estandartes, la austriaca de origen ruso Julya Rabinowich pregunta: «¿Cómo enfrentarnos ahora a las muertes en el Mediterráneo? ¿Cómo explica Europa el fracaso en sus fronteras?». Fracaso, como ven, es una palabra repetida en esta antología, referida al pasado y al presente. Algunas autoras, sin embargo, intentan imaginar, todavía hoy, un futuro mejor.
Tanto en Segovia como en Barcelona converso con la escritora danesa Janne Teller, que ha escrito para la antología un texto bello, utópico, esperanzador, sobre el futuro de Europa. Imagina la autora una casa donde se garantiza la vida y la diferencia, donde se acoge a los más débiles, una casa en consonancia con la naturaleza y donde nos hacemos corpóreos y abandonamos las pantallas. En esa casa caben todas las personas que buscan amparo. Envidio cómo defiende su sueño en nuestras conversaciones, su lucha contra el pesimismo. Pero el mismo día leo una crónica de la periodista Patricia Simón desde Samos para la revista 'La Marea' que dice lo siguiente sobre los niños del campo: «Son nuestros niños del pijama de rayas. Solo que aquí no les gasean. Son ellos mismos los que, según nos confirma Marine Berthet, coordinadora de Médicos Sin Fronteras en Grecia, a menudo se autolesionan y piensan en suicidarse, como ya se documentó en Lesbos». La casa soñada de Teller se derrumba ante esta pesadilla.
Alambre de espino recorriendo nuestro cuerpo colectivo como una cicatriz. Todos contra todos
Se supone, como repiten varias autoras de 'Europa 28', que la Unión Europea nació con el propósito de no repetir los errores y horrores de las violencias de las guerras mundiales, especialmente del Holocausto, impulsada por los valores del pacifismo, la inclusión, el diálogo y el respeto a los derechos humanos. La Unión Europea nació para eliminar fronteras duras, retirar los puestos de control, las armas apuntando al país vecino. Kapka Kassabova, la autora búlgara de la antología, escribe sobre otro tipo de frontera dura en los Balcanes, frontera militarizada que se refuerza con la orografía: «Estas montañas fronterizas con Grecia están llenas de huesos humanos», señala recordando la historia de violencia de la región. Pero no es sólo historia: esas montañas se siguen llenando de los huesos de los refugiados que consiguen no ser internados en un campo e intentan cruzarlas caminando.
Publicidad
No hay fronteras duras en Europa, decimos, y nos alegramos, como si fuera motivo de orgullo que entre nosotros no haya alambre de espino, pero que sí lo haya para mantener fuera a miles de personas hambrientas y desesperadas. Como si fuera motivo de orgullo haber conseguido hacer de un mar una frontera dura. Como si la crisis actual no estuviera acercando esa realidad, esa división de la humanidad entre vidas que merece la pena salvar y vidas despreciables, a nuestras propias ciudades. La misma Kassabova dice en su artículo: «¿Qué son las fronteras duras sino la manifestación de un estado de sitio?». Y no puedo evitar leer esta pregunta en el contexto actual de Madrid, una ciudad en la que se ha dejado morir a sus ancianos como en ninguna otra, una ciudad en la que se ha aprobado la segregación de los barrios más pobres a partir del lunes 21 de septiembre. El sur obrero de Madrid se ha convertido en 'zona restringida', con sus vallas, sus 'checkpoints', sus fuerzas de seguridad a las que se ha dotado de 'teasers' (pistolas de descarga eléctrica) para ayudar en el control ciudadano.
Pienso en el futuro de Europa y solo veo fronteras duras. Alambre de espino recorriendo nuestro cuerpo colectivo como una cicatriz. Todos contra todos.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión