Manifestantes congregados en una manifestación para pedir justicia para Palestina en Queen Street Mall, Brisbane, Australia. Darren England

Gaza no puede ser excepción para los derechos humanos

Eliminemos ya todos los obstáculos al acceso humanitario. La comunidad internacional debe asumir su responsabilidad

Elena Unzueta

Directora de Cáritas Bizkaia

Martes, 26 de agosto 2025, 00:00

Cuando hablamos de derechos humanos solemos hacerlo en clave universal. Decimos que son inherentes a toda persona, sin distinción de raza, religión o nacionalidad, y ... que deben protegerse siempre, en cualquier circunstancia. Pero la realidad que hoy vemos en Gaza pone en cuestión esa aspiración universal: cientos de miles de personas están siendo privadas de lo más básico para vivir con dignidad.

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No hablamos de cifras abstractas ni de titulares sin rostro, sino de familias que no tienen acceso a agua potable, de madres y padres que cada día buscan un trozo de pan para alimentar a sus hijos e hijas, de niños y niñas que sufren desnutrición severa en pleno siglo XXI. Hablamos de personas enfermas que no pueden recibir tratamiento porque los hospitales carecen de suministros básicos, de personas mayores obligadas a sobrevivir entre escombros, de jóvenes cuyo horizonte vital se ha reducido al miedo y a la incertidumbre. Hablamos de la negación sistemática de lo esencial: comida, medicinas, refugio, luz, seguridad. Y, junto con ello, también de la negación del derecho a la esperanza.

Desde Cáritas Bizkaia nos unimos a la denuncia que Cáritas Internationalis y más de un centenar de organizaciones humanitarias han hecho frente a la obstrucción sistemática de la ayuda a Gaza. La realidad es tan clara como indignante: desde el 2 de marzo, la mayoría de las grandes ONG internacionales no han podido hacer llegar ni un solo camión con suministros vitales. En julio, más de 60 solicitudes para entregar ayuda fueron rechazadas bajo el argumento de que las organizaciones «no están autorizadas». Mientras tanto, millones de dólares en alimentos, medicinas, agua y material de refugio permanecen bloqueados en almacenes de Jordania y Egipto, cuando los palestinos se enfrentan al hambre y a la privación extrema.

La crisis humanitaria en Gaza no es fruto del azar ni de una catástrofe natural inevitable. Es la consecuencia de decisiones humanas, de políticas que priorizan la estrategia militar y la confrontación sobre la vida y la dignidad de las personas. Y frente a esa realidad, las palabras ya no bastan. Es necesario actuar.

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La dignidad humana es inviolable y cada persona es portadora de un valor infinito. Por eso, nuestro compromiso no se limita a la asistencia material. Queremos alzar la voz para recordar que el hambre forzada, la privación de cuidados médicos o el confinamiento sin salida son formas de violencia que vulneran el derecho internacional y la conciencia ética de la Humanidad. Denunciar esta situación no es una opción, sino una obligación moral.

En esta misma línea, el obispo de Bilbao, Joseba Segura, en la homilía de la festividad de la Asunción de la Virgen María en la Basílica de Begoña, el día 15, denunció «los asesinatos cotidianos» en Gaza y «la indiferencia de muchos gobiernos que dicen defender los derechos humanos, pero no hacen nada para acabar con la barbarie». También advirtió contra la «indiferencia» de quienes «cambian de canal para no verse perturbados por el horror». Sus palabras nos interpelan profundamente: no podemos permitir que el sufrimiento se convierta en rutina, ni que el horror deje de conmovernos.

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Hoy, Gaza se ha convertido en el espejo más doloroso de la fragilidad de los derechos humanos. Pero también puede y debe ser un punto de inflexión. Porque lo que está en juego no es solo el destino de un pueblo, sino la credibilidad misma de los derechos humanos como marco de convivencia universal. Si el mundo permite que existan excepciones, si se normaliza que haya territorios donde los derechos más elementales puedan ser suspendidos indefinidamente, entonces corremos el riesgo de vaciar de contenido esas palabras que tantas veces repetimos: justicia, paz, dignidad.

Nuestra petición es clara y urgente: que se eliminen de inmediato todos los obstáculos al acceso humanitario, que se respete el derecho internacional y que la comunidad internacional asuma su responsabilidad sin titubeos. No se trata de política; se trata de humanidad. Se trata de reconocer que ninguna estrategia, ningún cálculo, ninguna frontera puede justificar el abandono de millones de personas a su suerte.

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En Cáritas Bizkaia acompañamos cada día a quienes sufren la exclusión en nuestro entorno más cercano. Y desde esa experiencia sabemos que detrás de cada estadística hay una historia, un rostro, una vida. Por eso miramos a Gaza y sentimos la obligación de recordarlo: los derechos humanos no pueden ser un privilegio que se concede o se retira según convenga. Son y deben ser una garantía inquebrantable para toda persona.

Porque si los derechos humanos no valen para Gaza, ¿de qué sirven para el resto del mundo?

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