Boris & Donald

Los aspirantes a suceder a Johnson repudian su estilo pero no su política, mientras EE UU no acaba de cerrar la herida de la presidencia de Trump

Dos rubios curiosos, Boris, que se va pero trata de administrar su salida, y Donald, que se fue, pero amenaza con volver como candidato en ... 2024. Ambos protagonizaron una pareja de hecho transatlántica con su buen rollo y el ruido de su victoria electoral. Biden los tildó de clones y alguna razón tenía: nacen en Nueva York con veinte años de diferencia, se forman en universidades de marca, Oxford y Wharton, respectivamente. Buenos negociadores, se parecen en su carácter disparatado y en mantener una especial relación con la verdad, pero tienen muchas diferencias porque Trump es ejecutivo y narcisista, mientras Boris es culto y capaz de reírse de sí mismo. Se trata, en definitiva, de un buen compañero de velada, y eso le ha dado popularidad y quizás ahora una lucrativa carrera como conferenciante.

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Coinciden también en que ambos sacaron de quicio a la UE; Boris con el Brexit y Donald con sus desplantes y aranceles. Resultan fácil blanco de crítica, pero supieron identificar un descontento en su sociedad que les dio el poder, luego ejercido a su manera. El americano fue capaz de ver que los Clinton no sintonizaban con cierta clase que se sentía fuera del futuro y el británico se montó en marcha en el Brexit porque entendió que los ingleses quieren mantener su modo de vida y esquivar la justicia y burocracia europeas. Vista la oportunidad, corrió por el pasillo, pasando de excéntrico alcalde de Londres a ministro de Exteriores y de ahí al número 10 de Downing Street. Pero existe una notable diferencia en su salida porque, con sus cosas, Johnson se mantiene en la ortodoxia, mientras Trump desafía el orden constitucional de EE UU. Uno se va marcando los tiempos y otro, arengando a las masas del Capitolio.

En su balance, Johnson ha negociado una salida al Brexit y gestionado con bandazos la pandemia, fiestas incluidas. Su viacrucis empieza cuando su principal asesor se va por la puerta de atrás para machacarle luego revelando sus incoherencias. Cuando el asunto de Ucrania parece salvarle, un diputado conservador llamado Pincher, en idioma inglés 'pellizcador', comete algún acto propio de su nombre en un club de Londres y Boris lo deja correr, para acabar estallándole entre las manos. Fue la gota que colmó el vaso. Hay que entender que los suyos le han ido abandonando porque en el parlamentarismo británico el diputado responde en su circunscripción y los electores estaban hartos. Algo así como 'Si peligra mi silla me borro', han podido pensar los diputados conservadores que le van dejando solo, hasta que el líder se aparta, pero tratando de guardarse un tiempo muerto para repartir su influencia y ver cómo se pelean los aspirantes a sucederle en un proceso que recuerda al juego de las sillas y la música.

Aunque la paridad euro/dólar no ayuda, es pronto para saber si el Brexit será o no un error. Lo que sí está claro es que nadie plantea volver atrás y que la política británica devora en pocos años a tres líderes: Cameron, May y ahora Jonhson, pero logra mantener en el poder al Partido Conservador, una máquina de ganar elecciones porque olfatea el olor del cambio antes de las urnas, quizás por ello cambia ahora de caballo, porque la cosa no está para bromas y al sucesor le espera, como a todos, un país con alta inflación y bajo crecimiento, aderezado con el asunto del protocolo irlandés y la segunda entrega escocesa. Si no está fino, los laboristas cogerán el timón.

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Por el otro lado del charco, Trump no acepta la derrota electoral de 2020 y avasalla al sistema desde dentro. Deja un país dividido que su sucesor no logra soldar. La investigación del asalto al Capitolio va apretando la soga sobre su actuación y da información al Departamento de Justicia, que aún no actúa. Este cerco y su fiscalización dudosa pueden impedir su retorno como candidato. Pese a ello, nunca defrauda a los suyos y esta misma semana en Alaska se arranca en un mitin en Anchorage reiterando el fraude electoral. La realidad es que Trump y Biden ya miden sus fuerzas de cara a 2024, aunque es posible que ninguno de ellos sea candidato, porque Trump tiene demasiadas responsabilidades encima y Biden pierde brillo con la inflación y la gasolina por las nubes.

Trump y Johnson, dos rubios que no acaban de irse y que dejan mucho trabajo a sus sucesores. En el caso británico, los aspirantes repudian el estilo jocoso de Johnson, pero no su política, porque todos parecen seguir su ruta: más Brexit y gasto militar y menos impuestos. Mientras tanto, EE UU no acaba de cerrar la herida de la presidencia Trump y cierto desánimo cunde en el bando demócrata, al que se le acumulan los problemas.

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Para concluir, conviene una alerta general de fuerte marejada, porque la inflación no respeta opiniones ni ideologías y el bolsillo agujereado por la subida de los precios derriba más gobiernos que el 'general invierno'. No digamos nada si además se suman los dos efectos.

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