Estoy fascinada con la nueva normalidad y el derivado acceso a las tecnologías. El tiempo, ese concepto casi metafísico que la tecnología iba a dinamitar, ... se ha convertido en un camino inextinguible. Mi vecina, una asidua de esta columna, me pidió ayuda para hacer una gestión digital. Tras una semana puesta a ello, escribo dotada de la preciada ironía que un columnista debe poseer y agradezco a las instituciones por las musas que me asisten.
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En algunas de nuestras oficinas públicas, imprescindibles para regularizar los trámites necesarios para volver a ser normal (he vencido la tentación de decir muchas en lugar de algunas), figuran carteles en las puertas cerradas a cal y canto, en los que con la asepsia del lenguaje burocrático comunican que ante el estado de alarma (ya desaparecido) esta oficina permanecerá cerrada… y bla, bla. Para que el abandono del ciudadano no sea tan grande como en realidad es, te conceden un teléfono y una dirección web, donde la mala leche se convertirá en desesperación de una forma casi garantizada; el teléfono comunica, o te mantiene en espera reiterada, con música y estribillo repetitivo en el que te hablan de la ocupación de sus líneas, y en cuanto a la dirección web les ruego encarecidamente que hagan la prueba en la de la Tesorería de la Seguridad Social (https://w6.segsocial.es/ProsaInternetAnonimo/OnlineAccess). No me resisto a copiar el enlace porque lo de la prosa me ha emocionado.
Para pedir una cita tienen que comprobar que usted no es un robot. Que yo sepa, los robots todavía no cotizan, ni se jubilan, ni solicitan prestaciones para los menores… pero no seré yo quien ponga en duda los adelantos visionarios de los informáticos que incluyen a los no humanos y excluyen a los nacidos en los años cincuenta; los analógicos. Dispuesta a alcanzar la meta que necesitaba mi querida Amalia, llegué a la pregunta de seguridad y ahí se me fundieron los plomos… «Para poder continuar, debe escribir en el espacio reservado cuál de las siguientes opciones se corresponde con Medio de Transporte: Pera. Esposa. Bici. Espátula. Primo».
Mi vecina tuvo durante el confinamiento enormes dificultades para comunicarse con los suyos, hacer cualquier trámite digital u orientarse por las estrictas normas impuestas tras él. Ella, que pasa de 65 y es analógica, me pide ayuda. «Estos trámites me deprimen y me hacen sentirme vieja». Amalia tiene razón. No hemos aprendido nada, y la famosa brecha digital no puede desaparecer por arte de birlibirloque. Están sanos, se cuidan, llevan mascarilla y no hacen botellón, pero muchas veces abandonados a su suerte, aunque en las oficinas electorales les solucionan cualquier problema.
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