La muerte por violencia policial de George Floyd en Minneapolis ha generado una inmediata reacción en todos los ámbitos de la industria cultural, bien expresada ... en las redes sociales con el pantallazo en negro, el 'blackout', como símbolo de protesta global ante un racismo de larga historia y de más evidente actualidad. Precisamente por esto, por la pervivencia de las desigualdades raciales en las estructuras creativas y comerciales de la industria cultural, el airado 'blackout' parece mucho más un simple y temporal gesto estético que un compromiso decidido para acabar con ese inicuo racismo. Porque los posts y los gestos de los famosos en las redes sociales sirven para concienciar sobre la violencia policial contra los afroamericanos, pero no tanto para cambiar su rol inferior en las industrias creativas. Por ejemplo, ya no es solo que las películas de Hollywood sigan perpetuando los estereotipos raciales o que la presencia de los afroamericanos sea proporcionalmente muy baja en los oficios creativos del cine o en sus premios más importantes, sino que además su papel en el gobierno de la industria cinematográfica es muy escaso. Lo mismo se podría decir del mundo del arte y de su mercado. ¿Cuántas exposiciones han sido dedicadas a los artistas negros en los grandes museos occidentales? Ciertamente muy pocas, como pocos son también los bailarines o los artistas de color que triunfan en la danza o el teatro. Antes o después de que en 2018 Beyoncé apareciera en la portada del número de septiembre de la edición norteamericana de la revista Vogue, muy pocas mujeres afroamericanas han tenido semejante protagonismo, lo mismo que son escasísimas sus presencias en puestos clave de la creación o la gestión del mundo de la moda. Está claro, pues, que las protestas y la solidaridad ante la muerte de George Floyd pueden suponer un valioso revulsivo ante la violencia policial que sufren los afroamericanos, pero solo el fin de su marginación y su plena equiparación social y laboral acabarán definitivamente con el pesaroso racismo que les oprime.
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Cine
Filosofía del 007
James Bond y sus películas también se merecen una interesante reflexión filosófica. ¿Por qué no? Esta es la idea del profesor de filosofía política en la universidad de Lille, Aliocha Wald Lasowski, quien acaba de publicar en Francia el libro 'Los cinco secretos de James Bond', donde se alega que la filosofía no solo se ocupa de las cuestiones metafísicas, sino también de los temas cotidianos. Así, la temática 'bondiana' se vincula con los asuntos políticos, las relaciones humanas, la violencia, el humor y los códigos estéticos, todo lo cual constituye un objeto filosófico integral. De ahí que el autor elabore numerosas disquisiciones sobre el personaje, entre otras la comparación entre el esteticismo de Bond y el dandismo de Baudelaire. A punto de estrenarse la nueva película de la saga, 'Sin tiempo para morir', la mirada filosófica a un personaje familiar en las pantallas desde 1962 resulta, cuando menos, sugerente.
Política cultural
Keynes vuelve
Se habla mucho estos días de la vuelta del keynesianismo como receta de política fiscal para superar la crisis. Es decir, se incrementa el gasto público y se relanza la economía. Casi como lo hizo el Gobierno Zapatero, cuando dejó un déficit monumental y un país al borde del rescate. Pero disquisiciones de política fiscal aparte, lo cierto es que John Maynard Keynes fue también un visionario de la promoción cultural en tiempos de crisis. Suya fue la idea de crear durante la II Guerra Mundial el Consejo para la Promoción de la Música y las Artes, cuya estela ha llegado hasta nuestros días en el Reino Unido y cuya impronta convirtió al gasto público en cultura en parte esencial de lo que hoy consideramos Estado del Bienestar. El actual Consejo de las Artes es un órgano autónomo que se nutre de fondos públicos y de la lotería para promocionar la creación y la difusión cultural. Un órgano con gobierno independiente que acaba de lanzar un paquete financiero urgente de ayudas a los agentes culturales de 180 millones de euros.
Bendito Keynes, bendito keynesianismo.
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