Llegan los Reyes Magos como cada año desde el comienzo del tiempo. Tras una estrella incierta, llegan los hombres sabios con sus camellos, sus pajes ... y sus acusaciones de 'blackface'. Hay problemas con eso en Málaga, donde la coalición formada por Podemos, Izquierda Unida y Más País denuncia que pintar de negro la cara de un blanco implica «prácticas racistas de suplantación» y no contribuye a la «diversidad étnicorracial». Deben de tener razón porque utilizan palabras complicadas. Pero no sé de qué hablan. En las cabalgatas Baltasar siempre es Baltasar: el rey favorito de todas las personas merecedoras del derecho al voto. Y cualquiera sabe que las variaciones que pueda presentar la tez de Baltasar, como las que puedan darse en la apostura o vestimenta de los Reyes, obedecen siempre a razones de estricta nigromancia.
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Luego están los dromedarios. El PSOE de Gijón revisa el expediente de contratación de unos dromedarios que finalmente hoy no desfilarán a causa de la Ley de Bienestar Animal. En Elche los dromedarios sí desfilarán, pero vigilados de cerca por un veterinario. Desde luego, hay que tener mucha fe en la Universidad Miguel Hernández para creer que uno de sus licenciados puede aventajar en saber, incluso en saber veterinario, a tres magos inmortales que manejan a capricho el tiempo y el espacio y conocen, lo asegura el precioso poema de Chesterton, «la antigua tradición del laberinto».
Que el Olentzero funcione como escudo humano interponiéndose entre la obsesión y el milagro y acaparando los impactos de la edificante ideología, explica que los Reyes estén ya en el País Vasco sin mayores incidentes. Aunque ayer Sus Majestades les pidieron a los niños de Vitoria que «trabajen las emociones», lo que hace pensar en que el 'coaching' ha debido de llegar incluso a Babilonia. En Bilbao, como si el incienso tuviese de pronto propiedades psicoactivas, lo que hicieron los Reyes Magos fue cantar un rap. El que mejor rapeó fue, por supuesto, Baltasar; mago supremo portador no solo del oro, sino también del 'flow'.
Epstein
Salir en los papeles
Los nombres que aparecen en la primera remesa de documentos desclasificados del 'caso Epstein' no han sido para tanto. Y mira que había ganas de coger a famosos inesperados y hundirlos en la ciénaga sexual de Jeffrey Epstein. El problema es que salir en los papeles puede no significar nada. O significar que alguien te exculpa. Es el caso de Trump. Una víctima de la red de trata niega haber mantenido relaciones con él. Es la misma persona a la que le preguntan por otros gobernantes extranjeros que pudiese recordar y describe a uno español, «alto, moreno y de cuarenta años». Era la época de Aznar y Zapatero. Y, dejando a un lado lo inaudito de que cualquiera de ellos se moviese entre la 'jet' de Nueva York, hay que recordar que, si uno no destaca por su altura, el otro no destaca por su moreno. Es posible que la testigo confunda España con cualquier país de América del Sur o África. Y así un poco todo. Lástima de linchamientos. Entre la lista de nombres revelados ayer, Juan Pablo II. La testigo recuerda una foto de Epstein con él. No puede sonar más escandaloso hasta que te enteras de que la foto es de una de esas recepciones en el Vaticano en las que el Papa sale y bendice a quien le pongan delante.
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