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Una investidura inevitable

Jueves, 3 de septiembre 2020, 23:55

La investidura de Urkullu, esta vez con mayoría absoluta, es la consecuencia lógica y hasta inevitable, diría yo, de los resultados habidos en las elecciones ... del pasado 12 de julio. Es cierto que la aritmética pura permitía que otra candidatura consiguiera más respaldos que los 31 votos propios de los jeltzales, por ejemplo con un acuerdo entre Bildu, PSE y Podemos, que podría obtener 37 respaldos. Pero lo que es posible en el mundo de los números a menudo resulta muy poco probable en el mundo de la política.

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La inevitabilidad de la designación de Urkullu no es solo consecuencia de su gran éxito electoral, sino también de la imposibilidad de las otras formaciones de alcanzar el mínimo acuerdo para impedir la investidura del candidato jeltzale. El hecho de que ayer fuera investido también con los votos socialistas no hace más que subrayar y reforzar la tesis anterior, pues pone de manifiesto que hoy por hoy en Euskadi los socialistas no están en condiciones de firmar un acuerdo de gobierno más que con el PNV.

EH Bildu tras las elecciones trató de neutralizar la imagen de Urkullu triunfador, su gran adversario, anunciando ronda de contactos con UGT, ELA, CC OO, Podemos, hasta con el PSE, para contrastar diagnósticos y acordar respuestas, «siempre teniendo muy claro que la salida vendrá de la izquierda, de la mano de las fuerzas progresistas que somos mayoritarias en el país», afirmaba la portavoz Iriarte. La iniciativa, inteligente, buscaba fabricar la imagen de soledad de un PNV ganador. Y de otra parte, reforzar la idea del binomio izquierda-derecha, siendo Bildu el elemento referencial de la alternativa de izquierdas. Esta operación de marketing tuvo poco recurrido y nulos resultados.

En la sesión de investidura de ayer tanto los dos candidatos como las formaciones políticas insistieron en la gravedad de la situación que vivimos. Ante el enorme reto que esta representa es fundamental contar con instituciones fuertes y estables.

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El Gobierno PNV-PSE garantiza de entrada esa estabilidad institucional. Pero la inmensidad del desafío exige algo más que una mayoría gubernamental. Demanda a la política una actitud constructiva para el logro de acuerdos que resulten esenciales para hacer frente a la crisis y avanzar en la consolidación de una Euskadi cohesionada y con un desarrollo económico que permita sostener ese modelo social. Este desafío interpela al Gobierno pero también a la oposición. El Ejecutivo tiene el deber de articular el diálogo político y social que vaya más allá de sus propias lindes. La oposición tiene también que elegir su modelo de relación con el Gobierno. Puede optar por un modelo de colaboración, o bien puede optar por el modelo Casado. Bildu, puede ensimismarse con su condición de «alternativa», y correr el riesgo de reproducir aquí, a su manera, el modelo Casado. Sería nefasto.

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