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La generación más castigada

- EDITORIAL - ·

El progreso del país no permite prescindir del talento de los 'millennials' cargando de nuevo sobre ellos la factura de la crisis

El correo

Domingo, 26 de abril 2020, 23:38

La última crisis castigó sobremanera a una generación recién incorporada al mercado de trabajo o con expectativas de acceder a él. La pérdida del empleo, ... las severas dificultades para conseguir uno y un sustancial empeoramiento de las condiciones laborales respecto a las vigentes años atrás formaron parte de la factura abonada por ella. Ahora que había empezado a reponerse de tal lastre, ese mismo colectivo se enfrenta a un terremoto económico que vuelve a sacudirle con singular virulencia dada su extrema vulnerabilidad, de forma que la recesión y sus devastadores efectos se han convertido en una constante en sus vidas. Cercenar la aportación de un grupo con la mejor formación en décadas, que debería constituir a corto plazo el motor del país, es un lujo que no podemos permitirnos.

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Más de la mitad del millón de empleos destruidos ya en España por la pandemia pertenecían a menores de 35 años, a pesar de que esa franja de edad apenas representa una cuarta parte de la mano de obra. Los denominados 'millennials', con salarios muy inferiores a la media, los vieron reducidos en torno a un 15% de media en la década posterior a la crisis de 2008. La generalización de una precariedad que ha alcanzado unos extremos de imposible justificación se cebó entonces en ellos y lo está volviendo a hacer, lo que tendrá nocivas repercusiones de profundo calado. No sale gratis, ni ahora ni a medio plazo, dejar atrás a una generación con notable talento y potencial creativo, la primera en un siglo condenada de forma casi irremediable a vivir peor que sus padres y cuyas expectativas se han visto frustradas por dos crisis consecutivas cuando empezaba a construir sus proyectos vitales. Recuperarla es un reto obligado para la prosperidad futura de España, lo que pasa por no volver a cargar sobre sus hombros gran parte de la factura de la recesión en ciernes y la dolorosa resaca que la seguirá.

Aparte de ir contra la lógica del progreso, empeorar aún más la cantidad y calidad del empleo de ese colectivo, con retribuciones ya bajas y sin apenas capacidad de ahorro, equivale a negarle el acceso a una vivienda, retrasar su emancipación, desplomar una natalidad en niveles alarmantes por mínimos y agravar así los problemas más acuciantes de un país envejecido. El futuro ha de edificarse sobre el esfuerzo y la capacitación de esa generación. Darle la puntilla sería una completa insensatez.

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