Ignacio Pérez

La vida

Los que cuidan, las que cuidan, personas invisibles que sostienen el mundo

El domingo, en este periódico, Fernando Cossío, catedrático de Química Orgánica y director científico de Ikerbasque, nos recordaba las palabras de Leibniz: «¿Por qué hay ... algo en vez de nada?». Y añadía: «Es una pregunta que solo se hacen los niños y los científicos locos». («La nuestra es una locura controlada», matizó luego). Otro investigador de Ikerbasque (Fundación Vasca para la Ciencia), Juan José López Cadenas, y una colega de allende el Atlántico, la física Roxanne Guenette, de Harvard, forman equipo en una sutil y hermética investigación que pasma a los no iniciados. La investigación es tan importante que la Unión Europea les ha concedido una beca de 9,3 millones de euros, «la mayor ayuda (…) para la ciencia vasca de la historia», decía Luis Alfonso Gámez, autor del reportaje. Se trata de comprobar si el neutrino es su propia antipartícula. Llegados a ciertos niveles, la ciencia y la magia se parecen mucho, como la vida y la magia: contemplamos transmutaciones, transustanciaciones, desintegraciones y fusiones.

Publicidad

Otros científicos, en vez de preguntarse por qué hay algo, se preguntan por qué hay vida. Son los biólogos. Les acompaña la gente con inquietudes, la gente que no ha matado al niño interior. Es la vida preguntándose por qué hay vida. El problema es que mucha gente no se puede preguntar nada porque está demasiado ocupada subsistiendo. Cuando la vida consiste en subsistir el embrutecimiento está garantizado, la falta de horizontes cierra el entendimiento y nos lleva a buscar alimentos instantáneos, recompensas inmediatas. Las condiciones de la vida humana son mejores en las tribus de cazadores y recolectores que en muchos barrios del mundo 'desarrollado', sociedades donde se ha impuesto la idea de que el 'homo sapiens' es la cúspide de la evolución y el amo de todo. Con esa lluvia pertinaz de orgullo y ese polvo vano de conceptos se ha amasado el lodo donde la salud del planeta se arruina y, con ella, la nuestra.

En algún momento se acuñó el concepto de Naturaleza, que nos colocaba fuera, por encima. Pero en nuestro interior la naturaleza bulle y enferma, igual que al otro lado de la frontera de la piel. Hablamos de respeto a la vida y de la belleza de la vida, pero ¿qué idea tenemos de la vida? La existencia humana, si no discurre sobre unas bases materiales seguras, armónicas y en equilibrio con el mundo del que formamos parte, se vacía de las preguntas que le dan profundidad y se llena de enfermedades. Nuestra sociedad aprecia menos la vida de lo que proclama. Si lo hiciera, cuidaría la Naturaleza, a los profesionales de la sanidad y a los que cuidan, las que cuidan, a esas personas invisibles que sostienen el mundo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad