La Lotería Nacional de hoy sábado: comprobar resultados del 6 de diciembre
Una pareja de enamorados se declara su amor sobre la arena de la playa.

Amor más allá

El que sientes por tu pareja y se construye poco a poco, con los años compartidos

Domingo, 15 de diciembre 2024, 00:00

Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor», escribió Borges en el penúltimo verso del poema 'Fragmentos de un evangelio ... apócrifo'. El último era: «Felices los felices». Y supongo que felices los que llegan a sentir el amor profundo y correspondido en la madurez y hasta la última vuelta del camino. El que sientes por tu pareja, supera la voluntad y se construye y sedimenta poco a poco, con el transcurso de los años compartidos, con indulgencia y comprensión, mirándote en esa persona que ves cómo se va haciendo mayor y que ve cómo te haces mayor tú. Envejecer juntos con aquiescencia, serenidad y unión.

Publicidad

'No te veré morir' se titula la más reciente novela de Antonio Muñoz Molina. Es por el final del poema 'Ya no', de Idea Vilariño: «Ya no estás en un día futuro no sabré dónde vives con quién ni si te acuerdas. / No me abrazarás nunca como esa noche nunca. / No volveré a tocarte. / No te veré morir». Lo que me conduce en sentido inverso hasta 'Amor', la película de Haneke. Me ha costado doce años volver a verla; ha valido la pena hacerlo. Haneke trata de ese amor profundo entre una pareja de ancianos al final de la vida que han compartido. Están inmensos y conmovedores Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva.

El tema principal de 'Amor' es el de ser consecuente, por respeto a uno mismo y al otro, cuando llega el envés irremediable. La importancia de llevar las riendas del final por voluntad propia y poder apearse de la prórroga inhumana en la que te veías atrapado por una ausencia legal (la ley de eutanasia es un importante logro de la evolución de la sociedad española, del auténtico progresismo) que te condenaba por protocolo médico a una agonía sin atajos, o por la idea de sufrir con resignación establecida por los curas, que predican el agotamiento de la vida aunque ya no sea ni siquiera un simulacro de existencia, solo dolor. Y el dolor sin posibilidad de remisión solo es un inútil tormento a evitar si así lo quiere la voluntad propia o la de quien la represente, en ausencia forzosa de la misma.

Ni togas, ni batas blancas, ni sotanas negras pueden inmiscuirse en la decisión de Trintignant sobre el final físico de su sufriente y exangüe compañera, cuya extinción como persona ya se había producido antes, y en acompañarla en ese viaje solo de ida, en ese trámite casi de agenda (como lo consideró la poeta Anne Sexton), igual que cuando los dos se ponían los abrigos y salían juntos de casa para ir a un concierto, en uno de los más hermosos finales y una de las más inspiradas escenas simbólicas de amor de la historia del cine.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad