Entregadas al arte del encaje
El XI Encuentro de Encajeras de Miranda reunió a cerca de 800 personas en un Multifuncional que volvió a quedarse pequeño
PABLO IZQUIERDO
Lunes, 13 de abril 2015, 18:17
Lleno hasta la bandera. Así es como lució el Pabellón Multifuncional de Bayas durante toda la mañana de ayer. Tanto su interior como las zonas colindantes rebosaron actividad desde primera hora con motivo de la celebración del Encuentro de Encajeras que este año alcanzó su undécima edición. Nadie se quiso perder una cita que, tras más de una década de historia, ha logrado consolidarse como referencia en lo que respecta al encaje de bolillos y que ayer volvió a gozar de una formidable acogida.
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Alrededor de 800 personas movieron los bolillos en la reunión organizada por la Asociación de Encajeras de Miranda, demostrando una vez más que este tipo de manualidades nunca pasan de moda. Si bien no llegó a batirse el récord de afluencia establecido el año pasado, cuando hasta 270 inscritas se vieron obligadas a quedarse en casa por falta de espacio, quienes ayer se acercaron hasta Bayas «estuvieron muy bien atendidas y se fueron realmente contentas», expresó la presidenta del colectivo promotor, Pilar Narro.
«No hemos podido ampliar más el encuentro porque el espacio no da para más y la cuestión económica tampoco», explicaba Narro. «El presupuesto que tenemos es el que es y hay que plantarse en una cifra de asistentes determinada, porque preferimos que todo el mundo esté cómodo». Eso ayudó a que la lista de espera fuera más reducida en esta ocasión, aunque de todos modos hubo gente «que se quedó fuera».
Así pues, las encajeras mirandesas trataron de ocupar el menor espacio posible para cederlo a los 50 grupos llegados desde diversos puntos de la geografía española. Algunos de ellos muy numerosos, como «el San Fermín de Pamplona y el Marini de Burgos, con casi medio centenar de integrantes cada uno». Les acompañaron colectivos procedentes de municipios como Berriozar, Durango o Zaragoza, a los que se sumaron personas que acudieron «en solitario desde regiones lejanas como Asturias», tal como apuntaba la promotora.
Donde quiera que uno dirigiese la mirada dentro del pabellón, lo único que podía apreciarse era un intenso bullicio que giraba en torno a los mundillos, en los que las encajeras expresaban todo su potencial creativo. Pero la cita de ayer suponía algo más que centrarse en la labor propia; era la ocasión perfecta para compartir experiencias, a la vez que se podían recoger ideas para nuevas creaciones o simplemente apreciar el trabajo bien hecho de otras compañeras de afición.
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Como viene siendo habitual, el colectivo responsable del certamen reconoció el mérito de la encajera más longeva, así como de la más joven. En el caso de ayer, ambas resultaron ser principiantes en lo que a bolillos se refiere, pues la primera de ellas confesó haberse iniciado en este tipo de labores «hace apenas tres años». Se trata de Severina Blanco, una burgalesa de 91 años veterana en otras confecciones como el punto o el ganchillo y que no dudaba en calificar el encaje como una actividad «muy difícil. Se va cogiendo poco a poco, pero la verdad es que los años ya se notan». Por otra parte, la pequeña del encuentro resultó ser Aitana Castaños, de 7 años, llegada desde Basauri en compañía de su abuela y que «de momento, va aprendiendo las cosas más sencillas», comentaba ésta última.
El Multifuncional se mantuvo abarrotado hasta bien entrada la tarde, cuando pasadas las 14.00 horas el hambre ya se dejaba notar y, poco a poco, las mesas se fueron despejando, eso sí, con las labores rematadas. Muchos de los asistentes tenían varias horas de viaje por delante y algunos de ellos se apresuraron en hacerse a la carretera, mientras que otros pospusieron ese trámite para más tarde y satisficieron en primer lugar su apetito, en una comida de hermandad que reunió «a unas 300 personas».
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