Los turistas descubren La Blanca: «Las fiestas más alegres que conozco»
Los mayoría de visitantes comprime la diversión en 24 horas. Pintxos y actividades callejeras constantes sacian su alma festiva
¿24 horas son suficientes para empaparse del ambiente festivo que se respira estos días en las calles de Vitoria? Si de los blusas y ... neskas dependiera la respuesta a esta pregunta, la afirmación estaría clara: por supuesto que no. Porque ellos -que a buen seguro están hechos de otra pasta- no faltan a ni uno solo de los miles de actos que llenan el programa hasta el sábado. Las incombustibles cuadrillas bien pronto amanecen para llegar a las dianas como se les va la hora entre tragos y bailes en las verbenas, los conciertos de Fueros o en las txosnas. ¡Y todo eso sin siesta! Que tampoco hay quien se pierda durante esas horas (de modorra, para el resto) el paseíllo.
Ellos son únicos. Y los turistas que se dejan conquistar por los encantos de La Blanca... también. Pero parece que no son tan tendentes a practicar el torturismo y, por lo general, se quedan en estos lares sólo una jornada. Para los VTV (vitorianos de toda la vida) esta decisión supone, más bien, un ejercicio de compresión de la diversión.
El caso es que esta vez -sólo por esta vez- hemos hecho una excepción. Hemos intentado entenderles y, de la mano de nuestros visitantes exprés, hemos reducido nuestro jolgorio a las últimas 24 horas para comprobar cuál es la impresión que se llevan estos foráneos de nuestras fiestas populares. «Son las más alegres que yo he conocido y con un ambiente familiar envidiable», aprecia Alex Molina, de Barcelona, que visita por sexto año la capital alavesa.
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El año pasado fueron 2.800 personas, tanto de España como del resto de Europa, las que se acercaron a la ciudad durante La Blanca. Y, a falta de datos recientes, tanto las encuestas populares como el pegar la oreja a las conversaciones callejeras en las que se perciben una buena mezcla de acentos, es imposible no darse cuenta de que esta vez el turismo también está boyante.
La prueba más clara, y donde empieza cualquier ruta para extranjeros, es en la plaza de España. En un recoveco de la misma, frente a la Oficina de Turismo, es donde se concentran todos los 'tour'. Vamos, esos otros paseíllos en los que los guías locales tratan de embelesar a los visitantes a través de la historia y los rincones de la ciudad.
«Además del recorrido habitual, que se modifica un poco en estas fechas para enseñar el Casco Medieval a través de calles algo menos congestionadas, intentamos explicarles lo que hacemos los de Vitoria. Que conozcan nuestras tradiciones, la música típica, las ofrendas florales que rodean a la Virgen Blanca y, sobre todo... aconsejamos que se pierdan por el centro», explica Koldo Ruiz de Zúñiga, al frente de Guías Artea.
«El kalimotxo lo vamos a beber seguro. No veo una mejor ocasión para probarlo»
Pedro Morillo
Granada
La imagen que se encontraron ayer -algunos, de pura casualidad en medio de una ruta por el resto del norte de la península- fue, por ejemplo, la de las goitiberas. «Una carrera de coches superemocionante», como la calificó la pequeña Gabriela Gutiérrez, de Gran Canaria, o una «bajada con patines» ante la que se asombró Salvador Rodríguez, de Barcelona.
Lo de este miércoles también iba de pintxos solidarios, de bertsos, barracas y hasta de un concurso de lanzamiento de abarkas. Imagínense la reacción de nuestros turistas a esto. «¡Estamos sin palabras! Menuda fiesta popular tenéis aquí montada. Es una pasada, y multitudinaria», comentaba atónita Jessica Pérez, también canaria.
En cualquier caso, lo mejor para los no-locales quizás sea darse cuenta de que siempre que uno salga por el centro se encontrará de bruces con la fiesta. Sin quererlo, ese es uno de nuestros puntos fuertes y el que hizo que Viviana Ríos y Pedro Morillo, de Granada, decidieran estirar las horas de la jornada y quedarse en Vitoria «hasta las 12 de la noche», pese a que tenían que volver a dormir a Logroño.
«Tengo ganas de descubrir en txosnas algún grupo local guapo de aquí. Y de ver a Fermín Muguruza»
Joan Marc Morata
Barcelona
«El kalimotxo lo vamos a beber seguro. Creo que no hay una mejor ocasión para probarlo. Así que nos vamos a poner un poquito a tono, para no pasar desapercibidos», aseguraba risueña la pareja, que trataba de ubicarse con un mapa y no paraba de capturar con el móvil distintas curiosidades de la jornada.
Una de las que más les llamó la atención fue la diversidad de pañuelos que se aprecia entre los vitorianos. «Hemos visto rojos, verdes, de cuadros...», detallaban. Pues bien, no hay una explicación clara para esa poca uniformidad. Lo único que se debe saber es que en La Blanca ambos son válidos.
Embajadores locales
Precisamente uno de los de cuadros fue el que se compró la pareja de murcianos formada por María José Pina y Darío Lisón. Su destino final era Pamplona, pero el avión desde Alicante les había dejado en el aeropuerto de Foronda. Así que cuando se percataron de que Vitoria estaba en fiestas, se lanzaron al mogollón. «Es la mejor forma de descubrir la ciudad. A través de sus fiestas», aseguró María José.
También sirven de ayuda para ello los embajadores que, solidarios, hacen de 'cicerones' para colegas ajenos a La Blanca. Allí estaba Oier Fernández de Arroyabe, que junto con los catalanes Eva Freixa, Joan Marc Morata y Laia Sucarrats optó por enseñar el bullicio del centro, pero también se centró en esa otra cara de las fiestas más apartada de las principales calles: las txosnas.
«Son una reivindicación social. Tenemos muchísimas ganas de ver a Biznaga (el concierto fue ayer) y a Fermín Muguruza (hoy)», apuntaba Oier. «Y también de descubrir algún grupo local guapo de aquí», agregaba ilusionado Joan Marc.
«Si no conoces a alguien de aquí, siempre tienes la sensación de que te pierdes cosas». Partiendo de esa premisa, Borja Molina, organizó un reencuentro junto a su familia, residentes en Granada, para que su mujer, Yulia Melikhova se reencontrara con unos amigos vitorianos. «Hay tanto ruido que esto parece Andalucía», bromeó. «Pero nos está encantando». ¿Repetirán? «Hay muchos lugares que conocer... Pero nunca digas nunca». Si así fuera, La Blanca siempre estará abierta para todos.
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