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Los tres primeros competidores del triatlón empujan su tricicloen la salida Jesús Andrade

Y Jon Ander se llevó el Tour de Gasteiztarrak

Triatlón blusístico ·

El cambio de escenario favorece la asistencia a un evento con alusiones a la ronda gala

Domingo, 6 de agosto 2023, 20:48

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El Tour de Francia sólo tiene una ubicación que repite año tras año en su calendario: París. El pelotón -habitualmente bastante más reducido que cuando arrancó- cierra la ronda gala con una exhibición por los Campos Elíseos como broche final para el espectáculo deportivo más visto del mundo. Champán, un podio con el Arco del Triunfo de fondo y mallots inmortalizados para pasar a los libros de historia.

Sin embargo, lo que no ha conseguido nunca la capital francesa lo ha conseguido hoy Vitoria: que, en el mismo año, el Tour pase dos veces por la ciudad. Porque eso es lo que ha vivido la Plaza de la Green Capital esta tarde: una batalla fratricida en un pelotón de más de 50 blusas y neskas, con maillots y todo, que se han batido el cobre por todos los terrenos posibles con el objetivo de llevarse, en vez de champán, un merecido chupito de patxarán navarro.

Porque el triatlón blusístico no tiene el mismo presupuesto que la Grande Boucle, pero Gasteiztarrak le pone casi el mismo empeño que la Amaury Sport Organization en cuidar la cita deportiva de La Blanca, con permiso de las goitiberak. Y, al igual que la ronda que dirige Christian Prudhomme, también cambia casi todo de fiestas a fiestas. Lo que el año pasado era una piscina llena hasta arriba de las aguas más turbias de la ciudad hoy ha sido un plástico empapado hasta las trancas de agua con jabón -este 2023 hemos ganado en higiene- y coronado por un osito de peluche. Y si el escenario del 2022 fue la Plaza del Renacimiento, este año ha sido el cuadrilátero de la Green Capital.

«Aquí se nos ve mejor; estamos menos escondidos», aseguraba Urko mientras iba tomando nota de los participantes en una tabla que nada envidia a las de las motos de la organización del Tour: un cartón y un boli, «el sistema más sencillo».

Las escuálidas bicis han sido reducidas directamente a triciclos, que lo mismo sirven para moverse que como arma arrojadiza para frenar al competidor. «Esto es innovación», matiza un blusa mientras precinta el trazado de los aguerridos competidores.

Entre ellos, gorras propagandísticas y mallots: el amarillo que este año se ha enfundado Vingegaard y el de puntos, reservado para el rey de la montaña. Y muchas camisas blancas, válidas como mallot de los jóvenes aunque el pelo de sus competidores luzca ya casi más canas que cabello oscuro.

Los primeros blusas, pese a ello, optaron por las mejores galas para una competición así. Mallot de tirantes para no perder ni un segundo en la transición de la moto al saco de patatas. Sin ni siquiera necesitar de gregarios. Y ahí, aunque estuvo igualado, quien se llevó la primera victoria fue Jon Ander Quintana.

«Se agradece no tener que meterse en la piscina», explicaba después de enfundarse temporalmente el primer amarillo de un Tour al que después se han ido sumando blusas y neskas. Un espectáculo al que muchos se han querido acercar -algunos conociéndolo por primera vez- y que mantiene su fin solidario: recaudar, a través de pintxos solidarios al popular precio de un euro, dinero para Aspace, que son quienes realmente se benefician de un triatlón todavía más divertido que el Tour y en el que el propio Quintana reconocía que se veía «más gente» que otros años. Será el espíritu de la Grande Boucle.

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