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Mapa de la zona del Abra en 1874 (Biblioteca Nacional) con indicación de la mejillonera getxotarra.
Gastrohistorias

Sabores perdidos: los mojijones del Abra

La antigua abundancia de mejillones en la desembocadura de la ría dio nombre a la mojijonera de Las Arenas (actual espigón de Churruca) y promovió la instalación de unas bateas

Domingo, 8 de septiembre 2024, 18:51

Tomates de Deusto, capones de Vitoria, jugosas pavías de Barakaldo y Gordexola, ostras de Kanala, liebres del Gorbea, percebes de Bakio, angulas de La Isla, chimbos de cualquier sitio al que se acudiera con la chimbera cargada... Alguna vez les he mencionado aquí que pese a todas las buenas intenciones que tengamos, es prácticamente imposible replicar muchas antiguas recetas vascas porque nos falta lo más importante: la materia prima. Ninguno de los ingredientes mencionados está ahora a nuestro alcance. Ya sea por la desaparición de los espacios naturales en que se daban, el abandono del estilo de vida rural o por las modernas normativas que impiden —para bien, todo sea dicho— su captura, lo cierto es que resulta utópico recrear cualquier menú clásico. Obviamente se pueden utilizar alimentos parecidos de buenísima calidad, pero si los tomates deustuarras (por citar tan sólo un ejemplo) merecieron tan estratosférica fama por algo sería. Algo en ellos los distinguía de todos los demás tomates, del mismo modo que las anguilas que se cogían en el Ebro a su paso por Puentelarrá y Lapuebla de Labarca tenían un nosequé que las hacía únicas.

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Iremos hablando aquí de todos esos sabores desaparecidos, pero me ha parecido que los últimos coletazos del verano son adecuados para rescatar el recuerdo de una manduca particularmente playera: los mojijones del Abra. La mayoría de ustedes, queridos lectores alaveses y vizcaínos, usarán habitualmente el término 'mojojón' para referirse al mejillón, pero lo tradicional en Getxo, Portugalete, Santurtzi o Zierbena ha sido siempre decir 'mojijón' con 'i', a medio camino entre el 'mocejón' cántabro y el antiguo 'mijillón' castellano. Todas esas palabras e incluso las euskéricas 'muskuilu', 'musila' y 'mutsiloi' proceden del latín muscellio/muscellionis y éste a su vez de muscûlus (literalmente 'pequeño ratón', pero también 'músculo' y 'mejillón'). Los caminos de la etimología tienen muchos vericuetos.

'Ostras negras'

El caso es que la desembocadura de la ría de Bilbao era rica en mojijones. Gordos, sabrosos, tan suculentos como para que pasaran a los anales de nuestra historia gastronómica con la denominación de 'ostras negras'. Así de ufanamente los anunciaba en los años 50 y 60 Cástor Artajo Unzué, dueño de los míticos bares bilbaínos 'La Goleta' (Ibáñez de Bilbao, 13) y 'Artajo' (Ledesma, 7). Don Cástor presumía de que todos sus mejillones, ya fueran servidos al natural o a modo de tigres, procedían exclusivamente del embarcadero de Las Arenas. Seguramente era una exageración, porque no parece que los pilotes del embarcadero de Areeta dieran para tanto mejillón como se jamaba en 'La Goleta'.

Playa de Las Arenas y mojijonera a finales del s.XIX. blog Memorias de Getxo

Por entonces «los deliciosos mojojones de la anteiglesia de Guecho», como los recordaba en 1960 un artículo de la revista 'Vida Vasca', sólo perduraban en la memoria: en la vida real sabían más a gasoil que a otra cosa. Atrás quedaban los siglos durante los cuales habían crecido libre y saludablemente en la zona de la Barra, agarrados a las rocas de ambas márgenes de la ría y especialmente en el lugar conocido como 'la mojijonera'. Lo pueden ver ustedes (rebautizado y castellanizado como 'mejillonera') en el mapa de arriba: era una restinga o espigón natural de piedras que ocupaba el sitio del actual muelle Evaristo Churruca. En aquella época la ahora diminuta playa de Las Arenas se extendía desde la mojijonera hasta Punta Begoña. Viendo sus antiguas dimensiones resulta comprensible que aquel inmenso arenal se convirtiera en un paraíso vacacional: había playa incluso en Portugalete y Sestao, y a pesar de la incipiente industrialización del Nervión los turistas aún podían disfrutar de un maravilloso espacio natural.

Sin vida

El muelle de hierro de Portugalete (1877) y el contramuelle de Arriluze (1902) facilitaron enormemente la navegación y el crecimiento del puerto, pero también cambiaron la manera en que rompían las olas y socavaron las dunas de arena. Siguió habiendo mojijones en el embarcadero y también en el Puerto Viejo de Algorta, pero su sabor ya no era el mismo. Algún que otro intento hubo de recuperar la riqueza mejillonera local instalando criaderos o bateas en la parte más abierta del Abra. Del más ambicioso de ellos habló el periódico 'La Gaceta del Norte' hace 69 años (concretamente el 14 de agosto de 1955), contando que cerca del faro de Arriluze había dos grandes plataformas flotantes en las que se criaban mojojones desde hacía tres años. En la primera temporada habían recogido más de 40.000 kilos de moluscos, pero parecía que la cosa iba poco a poco a menos...

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Y tan a menos. En 1968 el hostelero y cronista gastronómico Antonio Saloña se lamentaba aquí en EL CORREO de que las orillas getxotarras no mostraban ningún signo de vida. «Ni mubles, ni quisquillas, ni almejas, ni carramarros. El embarcadero de Las Arenas ya no cría mojojones y bien se sabe que en otras épocas el cemento armado estaba cubierto por ellos». Los pocos ejemplares supervivientes sabían a alquitrán. Aunque la contaminación acabó con los mojijones de la ría, el recetario al que ellos habían dado pie siguió vivo. Compren ustedes unos buenos mejillones y prueben a cocinarlos en sopa, con arroz, en salsa verde o a la marinera. Con suerte, sabrán parecido.

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