Lata de bonito Ortiz y operarios de la fábrica en torno a 1920 (web Conservas Ortiz).
Historias de tripasais

Los alaveses que crearon un imperio marino que vendía y vende en medio mundo

Las conservas de pescado Ortiz nacieron en 1891 en Ondarroa gracias a una familia de arrieros reconvertidos en escabecheros: los Ortiz de Zárate de Urrunaga

Jueves, 23 de marzo 2023, 18:50

Si las conservas Ortiz se llamaran Ortiz de Zárate, que era el muy compuesto y muy alavés apellido de su fundador, a los ingleses les ... costaría mucho más pronunciar su nombre. Igual las pedirían menos y quizás a esta empresa vasca, pese a su calidad, le hubiera resultado más difícil entrar en los mercados extranjeros. Fue un verdadero golpe de suerte que en 1936, cuando José Antonio Ortiz de Zárate Aréchaga registró una marca genérica para sus conservas de pescado, decidiera simplificar y optar por una sola palabra corta, sonora y memorable. Al fin y al cabo, en Ondarroa todo el mundo conocía a su familia como los Ortiz a secas.

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En el pueblo de sus padres la cosa cambiaba. Como en todas las localidades pequeñas, en Urrunaga (Legutio, Álava) a la clásica pregunta de «¿y tú de quién eres?» había que responder con muchos recovecos de parentela lejana. Allí había muchos Ortiz de Zárate, muchos López de Maturana y varias ramas de Aréchagas y Nafarrates, todos relacionados en mayor o menor grado con los conserveros Ortiz. Además, no eran pocos los vecinos de esta aldea que habían seguido su mismo recorrido vital, cambiando Gorbeialdea por un puerto vizcaíno. Espero que al Ortiz ondarrutarra no le fuera tan complicado explicar su filiación como a mí rastrear las profundísimas raíces alavesas que tiene uno de los mayores emporios de pescado de Bizkaia.

En The Guardian

Las descubrí por casualidad, después de que un artículo del periódico británico 'The Guardian' despertara mi curiosidad. En él se hablaba de la fama que han alcanzado las conservas de pescado premium tanto en redes sociales como en las tiendas del Reino Unido, y lo más llamativo es que el texto iba ilustrado con una fotografía plagada de latas de bonito Ortiz. La periodista, Thea Everett, no sólo decía que Ortiz reina en los escaparates ingleses de delicatessen, sino que la primera vez que se había topado con esta marca «digna de estrellas de Hollywood» había sido en un elegante restaurante de Melbourne. Yo, ignorante de mí, desconocía completamente que la marca del velero hubiese llegado tan lejos. Más aún que esta empresa tuviera orígenes babazorros.

Aunque los 70 kilómetros que separan Urrunaga de Ondarroa nos parezcan ahora poca cosa, hace 200 años eran un mundo. Recorrerlos era tarea de arrieros, hombres que con mulas y carretas llevaban vino alavés a la costa y de vuelta traían un poco de pescado fresco y un mucho de escabechado, que aguantaba mejor el viaje. Algunos de esos arrieros se establecían de forma temporal en los puertos vizcaínos, elaboraban ellos mismos el escabeche y sacaban así más provecho a la expedición. Uno de esos carreteros emprendedores fue Antonio Nafarrate Díaz de Apodaca, que dejó su Urrunaga natal para casarse y afincarse en Ondarroa a principios del siglo XIX. Siguiendo las costumbres de la época, su hijo Lázaro volvió al pueblo de su padre para buscar novia y estrechar lazos con otras familias dedicadas al transporte de vino y pescado.

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Escabecheros

Lázaro Nafarrate, del que sabemos que en 1854 ya elaboraba escabeches en Ondarroa, matrimonió con otra Nafarrate de Urrunaga (Eulalia) y tuvo a sus hijos también en Urrunaga. Uno de ellos fue escabechero y otra, Eugenia, mantuvo la férrea tradición de casarse con un paisano de sus ancestros, Antonio Aréchaga. De Antonio el arriero-escabechero y de Eugenia nació en Ondarroa Petra, que como no podía ser de otra manera a su debido tiempo se buscó novio... en Urrunaga.

Aquel mozo sería quien diera nombre a las conservas Ortiz. Petra Engracia Aréchaga Nafarrate y Bernardo Ortiz de Zárate López de Maturana (¡que no falten los apellidos compuestos!) se casaron en 1880 y se asentaron, como casi toda su familia, en Ondarroa. Allí, en 1891, abriría Bernardo su propio negocio de escabeches de atún, besugo, verdel y chicharro, complementando ganancias gracias a la venta de pescado fresco y una pequeña taberna en la que servía vino de Álava.

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¿Ven en la foto principal a una señora mayor, sentada a la derecha? Ésa es Petra, que tras quedar viuda en 1902 siguió adelante con el negocio. Primero se llamó «Viuda de Ortiz» y a partir de 1914, con la entrada en la firma de su hijo José Antonio, se denominó «Viuda de Ortiz e hijo». Juntos expandieron la empresa, abrieron fábricas en San Vicente de la Barquera y Candás y convirtieron a Ortiz en una de las marcas más reconocidas del Cantábrico. Valió la pena cambiar la carreta por el velero.

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