Una de las palabras más utilizadas para hablar del mundo que deberíamos dejar a nuestros hijos es «sostenibilidad». Pero con este feliz término, que nos ... permite poner luces largas y pensar en las generaciones siguientes, en el fondo queremos decir dos cosas contradictorias. Por un lado, la aspiración a conservar lo mucho conseguido en términos de desarrollo económico, político y moral, al menos desde categorías europeas. El propósito de la sostenibilidad entonces es mantener un elevado nivel de vida sin renunciar a la protección medioambiental, un equilibrio inspirado por la solidaridad, la igualdad y la libertad. El otro significado de la sostenibilidad es un aldabonazo. Se refiere a la insostenibilidad de nuestro modelo, por el impacto negativo que tiene en la salud del planeta, y por las muchas preguntas que se acumulan sobre la reforma del capitalismo y de la democracia.
Publicidad
Merece en este capítulo una atención especial el muy mejorable funcionamiento de las instituciones globales, las únicas que pueden afrontar retos mayúsculos, desde las migraciones a las pandemias. La sostenibilidad se convierte entonces en algo así como un sistema de alarma y en la urgencia por poner en marcha las transformaciones que permitan lograrla. Se configura como un programa de cambio acelerado, ante la velocidad con la que avanza el calentamiento global, la desigualdad o el populismo. Se podría decir que la sostenibilidad basada en la confianza en lo alcanzado como sociedad europea es una guía para introducir las reformas pendientes. Sabemos qué valores son esenciales y que la protección de la dignidad humana, la ley del más débil, debe encabezar la lista.
Pero con frecuencia parece que es suficiente hablar de la sostenibilidad. Nos olvidamos de que el 'statu quo' es insostenible y corremos el riesgo de la autocomplacencia, al dejarnos adormecer por todo lo conseguido. El concepto de sostenibilidad no debe servir para aquietar nuestra conciencia o para generar negocios que no tienen nada que ver con este propósito.
David Wallace-Wells, el periodista que mejor ha estudiado la emergencia climática, sostiene que, aun adoptando todas las medidas necesarias para reducir la temperatura global, viviremos con mayor sufrimiento y en medio de dificultades extremas. A la salida de la pandemia resulta molesto tener que escuchar más malas noticias. Pero los que utilizan la sostenibilidad para afirmar que ya vivimos en el mejor de los mundos y se quedan de brazos cruzados me recuerdan a la conocida conversación entre la Reina Victoria y Lord Salisbury. La soberana preguntó si no convendría hacer reformas y su primer ministro contestó: ¿reformas? como si las cosas no estuviesen ya suficientemente mal.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión