Izquierda: Arradondo y su segundo, en señal de respeto ante el coche fúnebre. Derecha: El fiscal general de Minnesota, Keith Ellison. afp | e.c.

Unidos por la discriminación y la intolerancia

EE UU ·

Medaria Arradondo es el primer jefe negro de la Policía de Minneapolis y el fiscal del 'caso Floyd', el primer político musulmán que llegó al Congreso

M. Pérez

Sábado, 6 de junio 2020, 00:57

Su imagen arrodillado al paso del cortejo fúnebre de George Floyd encabezó ayer las crónicas de numerosos medios en todo el mundo. Medaria Arradondo, nacido ... en 1965 en Minneapolis, sentía probablemente en ese momento todo el peso dramático de la muerte del afroamericano de 46 años fallecido de asfixia durante su arresto por parte de cuatro agentes bajo su mando. Cuatro individuos cuyo perfil es seguramente bien conocido por este veterano oficial cincelado a golpes de hostilidad racial durante tres décadas. Desde luego, no ha tenido la menor complacencia hasta verles encerrados entre rejas bajo la acusación de asesinato en segundo grado -al principal encausado, Derek Chauvin- y colaboración para cometerlo en el caso de los otros tres.

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Pero también cabe pensar que este hombre arrodillado y de uniforme azul se viera enfrentado además, delante del furgón fúnebre, a la realidad que ha dado sentido a esos treinta años de servicio. Medaria Arradondo es el primer jefe negro de la Policía de Minneapolis, un cuerpo con fuerte arraigo xenófobo al que llegó como agente novato en 1989. Hay una estadística que no encaja en la realidad social. La población afroamericana en la ciudad es el 40% y sin embargo aparece en el 74% de los arrestos donde la Policía emplea la violencia.

Arradondo no está solo. La barbarie humana que terminó con la vida de George Floyd le ha unido con el fiscal general de Minnesota, Keith Ellison. Dos servidores de la ley bajo el estigma de la intolerancia. Ellison ha vuelto, a petición de la familia Floyd, a una indeseada popularidad de la que él mismo se apartó en 2018 cuando dejó su asiento demócrata en el Congreso. Entonces se convirtió en su tierra, Minnesota, en el primer fiscal general negro y musulmán. Un hito, sí, en un país empeñado en revisar ese tipo de códigos genéticos y normalmente no para bien.

Medaria denunció en 2007 al cuerpo por la diferencia salarial con los agentes blancos y el ambiente hostil

Una comisaría difícil

Apoyo de las minorías

Pero tampoco puede decirse que resultara nada nuevo para él. Ellison también fue el primer representante afroamericano de su Estado en la Cámara y el primer congresista musulmán en la historia de EE UU. Todo ello le valió el apoyo de las minorías y el rechazo de los sectores conservadores y supremacistas, que le acusan de simpatizar con la Nación del Islam. Hasta algunos de sus compañeros políticos utilizaron este tipo de argumentos para descalificarle cuando se postuló en la Convención Demócrata Nacional. Ejemplo, por otra parte, de que sea Estados Unidos o España, los cuchillos vuelan en las primarias de los partidos.

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Arradondo y Ellison proceden de una misma generación (el fiscal tiene 56 años) nacida a la sombra del asesinato de Martin Luther King. Y ambos han visto cómo el mundo se adentraba en el siglo XXI sin que el supremacismo sangriento de aquel crimen haya dejado de afligir el corazón de Estados Unidos. El primero comenzó como patrullero en un cuerpo colosal, hermético y con exceso de testosterona donde hasta los políticos se sobrecogían -sin hacer nada más- por su discriminación racista sistémica. En 2007, ya con rango de oficial, Medaria denunció con cuatro compañeros más las diferencias laborales y salariales que sufrían respecto a los policías blancos. Ganaron el pleito.

Éste y otros gestos le empujaron a Asuntos Internos, la oficina donde se guardaba la escoba de barrer la basura. En un ambiente que seguía siendo hostil a los suyos, investigó las quejas por racismo dentro de la comisaría. Había que empezar a limpiar el sumidero. Todo precipitó en la noche del 15 de julio de 2017, con el asesinato de una mujer, Justine Damond, que llamó a Emergencias para informar de un posible asalto callejero en su vecindario y terminó tiroteada por uno de los policías que acudieron a la llamada. Como en el caso de George Floyd, los funcionarios llevaban apagadas las cámaras de sus uniformes. Las repercusiones obligaron a la dimisión del oficial superior y su sustitución por Arradondo. Hoy, muchos opinan que sus reformas son lentas y llegan tarde, pero la comunidad negra coincide en que el jefe de Policía «hará justicia».

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Ellison se encontró esta semana con Medaria y el gobernador, Tim Waltz, quien también está convencido de que el fiscal general «conseguirá hacer valer la justicia». Waltz, de hecho, apartó el domingo pasado al primer acusador público del 'caso Floyd' por su demora en formular las imputaciones. Su sustituto es un jurista respetado, con carisma en el ala demócrata más progresista, pero blanco de dardos por su aparente apoyo en el pasado a la Nación del Islam, una organización político-religiosa fundada en 1930 en Chicago a la que perteneció Malcom X.

Cuando se presentó a la fiscalía de Minnesota, una antigua novia también le acusó de violencia doméstica. Nunca llegó a probarse. Y esta semana ha recibido nuevas puyas por el respaldo de uno de sus hijos a un movimiento de izquierdas que, según los republicanos, ha alimentado los disturbios callejeros. Como dijo el propio Ellison el otro día al asumir la acusación por la muerte de Floyd, «este caso va a ser difícil».

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