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MODA Y ESTILISMO

MODA Y ESTILISMO

La vida después del coronavirus | Capítulo 5 ·

El armario de mañana mejor con menos

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Lunes, 15 de junio 2020

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Durante el confinamiento, muchas personas sintieron esa otra libertad que demasiadas veces pertenece a las miradas ajenas. En aquellos días vividos de puertas para dentro, pudieron acercarse a su más genuina forma de ser y de vestir. La moda perdió su función principal: transmitir mensajes implícitos sobre uno mismo al resto del mundo. Y la gente ganó al descubrir su estilo, sus gustos estéticos y su esencia personal, que estaba sepultada por los convencionalismos y las normas que la sociedad impone ahí afuera. Y así es como una simple camiseta blanca, un jersey heredado o un viejo chándal destinados a desfilar entre el sofá, la cocina y los balcones despertaron nuevas emociones. Lo importante dejó de estar a simple vista. Y dejó de ser importante el punto de vista de los demás. ¿Cuántas veces hemos lucido prendas discretas para no sentirnos observados?

Al filo de la mayor metamorfosis de su historia reciente. Así ha dejado el coronavirus al sector de la moda. Una industria que, muy probablemente, ya no volverá a ser la misma y a la que el golpe le ha pillado a un ritmo frenético que hace aún más imprevisibles las consecuencias del impacto. Se prevé que este nuevo tiempo traiga consigo el necesario cambio de rumbo de un sector desbocado y el rechazo a un consumo 'espídico' destinado a usar y tirar. El confinamiento, el teletrabajo, la distancia social y la crisis económica que se avecina cambiarán nuestra forma de relacionarnos con la ropa mediante un consumo más honesto, más profundo y más local. Compraremos menos y mejor a marcas comprometidas con el planeta y las demandas sociales. Los expertos hablan de una vuelta a la esencia, a la producción en pequeña escala, a la artesanía, a los lazos que de verdad nos unen.

REFERENCIAS

  • Modesto Lomba (Diseñador) Nacido en Arkaute en 1962, creó la firma Devota & Lomba junto al arquitecto Luis Devota en 1986. Su trayectoria ha sido distinguida con el 'Cristóbal Balenciaga', el 'Premio Baileys' a la mejor colección de mujer o el 'Vidal Sasoon', entre otros galardones. Preside desde el año 2000 la Asociación de Creadores de Moda de España, que integra a 74 diseñadores.

  • Pedro Mansilla (Sociólogo) Nacido en Madrid en 1955, es sociólogo, periodista y crítico de moda. Profesor de Análisis Comparado de Moda en el Centro Superior de Diseño de la Universidad Politécnica de Madrid y de los másteres de Comunicación y Gestión de Moda de numerosas instituciones académicas. Es autor del libro 'Los nombres esenciales de la Moda Española'.

  • Isabel Mesa (Agencia WGSN) Nacida en Cádiz en 1970, es responsable de clientes estratégicos de Europa de la agencia WGSN, considerada la mayor autoridad global en tendencias de consumo y diseño. Más de doscientos expertos repartidos por los cinco continentes analizan y rastrean influencias para ayudar a sus clientes a decodificar el futuro de la moda hasta con dos años de antelación.

La industria textil, que ha hecho del permanente cambio su razón de ser, tiene ahora una oportunidad única para replantearse y tratar de mejorar el modelo de negocio en el que lleva instalada tres décadas. «La globalización que aplaudimos durante tanto tiempo ha pinchado y se ha vuelto en nuestra contra, porque no hemos tenido en el país industria preparada para confeccionar a tiempo algo tan básico como unas mascarillas», lamenta Modesto Lomba, diseñador y presidente de la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME).

Toca buscar nuevas soluciones indumentarias, estéticas, pero sobre todo éticas, que den respuesta a las necesidades de una sociedad cada vez más concienciada con el medioambiente. «La moda rápida nos estaba llevando a consumir mucho despreciando la calidad, a que tuviésemos únicamente dos extremos: el gran 'low cost', como puede ser Amazon, y el gran lujo, tipo Balenciaga o Chanel. Hoy comemos cada vez más sano y evitamos, por salud, la comida rápida, valores que se están trasladando a la moda. El rechazo a las prendas basura es cada vez mayor. La gente consumirá menos y mejor en firmas intermedias que producen en España y estaban desapareciendo. Y con las que, además, se elimina la huella de carbono de traer ropa desde muy lejos», opina Lomba.

«Desde hace tiempo se ve una relajación de las formas cada vez más evidente. Con el teletrabajo, se dará un giro más a la cultura del cándal. Para bajar solo a por el pan, no nos cambiaremos»

Pedro Mansilla

El armario de mañana se simplifica dejando atrás la compra compulsiva y optando por prendas responsables. Primará el relato sobre el producto y la autenticidad sobre la tendencia masiva. La idea es que no hay nada más sostenible que algo que se usa durante mucho tiempo. «No puede ser que al hacer limpieza cada temporada, se tire una bolsa entera de ropa. Un claro indicador de que se compra malo, barato, piezas que realmente no gustan. De otro modo, no acabarían en la basura», apunta Eder Aurre, el diseñador más prometedor de Euskadi.

Un cambio de mentalidad que también se aprecia entre los jóvenes que crecieron en pleno 'boom' de la moda rápida. Los nuevos hábitos de consumo de la 'generación Z', aquellos que hoy tienen entre 18 y 25 años, podrían acabar con el 'fast-fashion'. Un reciente estudio de la Royal Society of Arts muestra un notable ascenso del reciclado y la reutilización de prendas durante la pandemia, conducta compartida por estos jóvenes, comprometidos con valores como la sostenibilidad, la individualidad y el comercio justo. Esta es la hora del fin de cadenas 'low cost' como Forever 21, que ofrecía ropa muy barata, de usar y tirar, para esta generación, justo lo contrario de lo que buscan.

La ilustración: AMAIA ARRAZOLA

Natural de Vitoria, empezó su carrera como directora de arte e ilustradora en una agencia de publicidad en Madrid, y ahora se dedica desde Barcelona a la ilustración como 'freelance'. Ha colaborado con marcas como Uniqlo, Nike o UB y es autora de, entre otros libros, 'Cosas que nunca olvidarás de tu Erasmus' o 'Wabi Sabi'.

Web: www.amaiaarrazola.com

Ahora que vivimos obligados a redescubrir lo cercano, el consumidor se acercará al talento local para apreciar el plus emocional de las prendas hechas con cariño. Una oportunidad única para volver a la ropa de calidad, esa capaz de ser transmitida como un poderoso legado afectivo entre distintas generaciones. «Nuestras abuelas y bisabuelas compraban un buen abrigo y les duraba muchos años. Nosotros cada invierno nos compramos un mal abrigo hecho en terceros países en condiciones sociales y laborales que no querríamos para nosotros, pero miramos para otro lado. Tiene una durabilidad muy corta, generamos muchos residuos y, además, dejamos en el paro a nuestros vecinos del balcón de enfrente», reflexiona Lomba.

Un informe elaborado por Boston Consulting Group (BCG) estima una caída de ventas en 2020 para el mercado textil y del lujo en España de entre el 34 y el 39% respecto al año pasado. El impacto, en el peor escenario, equivaldría a la pérdida de 7.000 millones de euros. «Esta industria ya estaba herida de muerte; o, al menos, con un gran malestar desde la crisis financiera de 2008, cuando se disolvió un concepto fundamental para el sector: la clase media», recuerda Pedro Mansilla, sociólogo, periodista y crítico de moda. Hoy, inmersos en otro cambio de paradigma, que nos ha obligado a bajar el ritmo, la moda vuelve al rincón de pensar. «Esta pandemia es de la suficiente magnitud intelectual como para que todas aquellas personas forofas de un consumo desorbitado se replanteen si es imprescindible o no comprarse algo todos los viernes antes de salir a cenar y de copas», sostiene.

«Hoy comemos más sano y evitamos, por salud, la comida rápida, valores que se están trasladando a la moda. El rechazo a las prendas basura es cada vez mayor. Se consumirá menos y mejor en firmas intermedias que producen en España y estaban desapareciendo»

Modesto Lomba

La cuarentena y el teletrabajo han propiciado una evolución natural del estilo 'athleisure'. Hace ya diez años que las prendas deportivas dieron el salto de los gimnasios a la calle y se convirtieron en el nuevo filón de éxito para las grandes firmas -Chanel hizo su propia versión del chándal y diseñadores como Naeem Khan o María Escoté lo idearon, incluso, para novias-. Los pantalones 'jogging', las sudaderas amplias y los 'leggins' han difuminado su línea de acción y se utilizan indistintamente para los tiempos de ocio, ejercicio y relax. A raíz del encierro forzoso, estas prendas han resurgido con más fuerza que nunca. Pero, aparte de la comodidad, ahora buscamos algo más que un simple tejido técnico. «Queremos que la ropa de casa sea suave, agradable, bonita, desestructurada, elástica y transpirable», enumera Isabel Mesa, responsable de clientes estratégicos de Europa de la agencia internacional de pronósticos y tendencias WSGN. La búsqueda de diseños confortables que nos hagan sentir bien escenifica el cambio observado en el consumo y en la mentalidad de la gente. «Esto repercute en categorías de producto tradicionalmente menos cómodas, como el 'denim', la sastrería, los sujetadores o incluso las camisas, que necesariamente deberán diseñarse facilitando el confort», añade la experta de WSGN.

El consumidor del futuro creerá en el valor de lo que se toca, género que proporcione una sensación agradable al tacto: «Apreciaremos mucho más los tejidos nobles que sintéticos, porque nos aportarán mayor bienestar para estar en casa», adelanta el presidente de ACME. Prendas que no limiten los movimientos y que se luzcan despegadas del cuerpo. «Serán muy amplias, desestructuradas y fluidas», detalla Aurre. Un armario minimalista en el que con menos será suficiente, pero importará la calidad. «Hace ocho años, en pleno éxtasis de las 'influencers' y la cadena de tiendas Blanco, se vendía auténtica basura, poliéster puro -asegura-. Eso la gente ya no lo quiere, se ha vuelto más sibarita».

Repudiados por la moda y en horas bajas, los plásticos se han convertido en el material imprescindible para frenar la transmisión del Covid-19. ¿Resurgirán en esta industria que se esfuerza por eliminarlos? «La moda tiene ahora la justificación perfecta para investigar cada vez más en torno a una palabra que estaba prohibida y buscar tejidos tecnológicos que sean menos duros al tacto, transpirables y biodegradables; es decir, más reciclables y humanizables», avanza Mansilla. Un material económico, ligero y duradero que parecía tener los días contados. «El error ha sido pensar que cuidar del medioambiente significaba hacer desaparecer el plástico. Yo creo simplemente que lo hemos usado mal -tercia Lomba-. Es el momento de hacer prendas con un poliéster de mejor calidad y un diseño pensado para perdurar. Una pieza sintética con estas características es tan válida como una de algodón».

En una sociedad con miedo al contagio, preocupada por la higiene y la protección, «el tejido se convertirá en un gran diferenciador», vaticina la empresa líder mundial en tendencias de moda WGSN. «La ciencia y la innovación en textiles nos traen una respuesta con propiedades antivirales, antimicrobianas, tejidos que filtran la contaminación o repelen insectos. Muchos de estos avances provienen de la medicina o de la ropa deportiva técnica, pero esperamos que ganen gran importancia en el sector de la moda en los próximos años», confía Mesa.

El futuro de la segunda industria más contaminante del mundo después de la aérea será sostenible o no será. «La sostenibilidad está calando tanto en la sociedad que hasta marcas tan poco sospechosas de aprovecharse de ello, como puede ser Zara, son las primeras que defienden que cumplen unas condiciones éticas mínimas, que los que explotan son otros», argumenta el sociólogo. De hecho, el gigante sueco H&M lanzó en marzo su nueva colección Conscious Exclusive con prendas realizadas en materiales innovadores como el tinte de café y el 'cuero' de restos de vino. «Es muy importante que las firmas se apunten al carro del ecologismo, de menos despilfarro, de no 'logotización', aunque sea de forma 'light', narcisista o como reclamo publicitario, porque es la correa de transmisión que va de las élites a las mayorías», añade Mansilla. Además, cada vez se pedirá más transparencia a las marcas. Los consumidores querrán saber dónde, cómo y por quién ha sido confeccionado lo que compran.

La búsqueda de alternativas sostenibles pondrá en valor oficios centenarios, la moda que se sigue dibujando en un papel y el conocimiento transmitido de generación en generación. Recuperar una esencia que no esté contaminada por la rueda del consumo banal se antoja básico en tiempos donde las manos de los artesanos serán más necesarias que nunca. «Muchísimos talleres de reparación desaparecieron a principios de los ochenta con el 'low cost'. Pero si la gente empieza a comprar menos y de más calidad volverán a florecer», augura el diseñador vasco, al frente de la firma Devota & Lomba desde 1986.

«Los desfiles no desaparecerán, pero cada vez más marcas experimentarán con eventos interactivos digitales para llegar a audiencias de distintas partes del mundo»

Isabel Mesa

En el segmento de gama alta, Loewe no solo se ha propuesto perpetuar la artesanía española, sino exportarla como patrimonio cultural, convertirla en objeto de deseo y en motor para la mano de obra local. «La industria del lujo ya se sentía desprestigiada porque se usase solo la diferencia de precio en el concepto moda y empezaron a sustituirlo por el concepto calidad, hecho en Europa, sin prisas, por artesanos de toda la vida... El mensaje de 'reenamórate de lo bueno' ya existía, pero puede que ahora se generalice como tendencia», analiza Mansilla.

«Ya no quiero trabajar así, me parece inmoral», clamó Giorgio Armani el pasado mes de abril en una carta publicada en la revista estadounidense 'Women's Wear Daily'. El diseñador italiano de 85 años, el primero que decidió celebrar a puerta cerrada su desfile en la Semana de la Moda de Milán para evitar contagios, volvía a adelantarse. Pero esta vez, para cuestionar los excesos de una industria desbocada y pedir que se relaje el ritmo de producción. Saint Laurent fue el siguiente en abandonar el vertiginoso calendario tradicional de desfiles y tomar la decisión de hacer el suyo propio. La última grande en desmarcarse ha sido Gucci, que no desfilará en septiembre en Milán y pasará a producir dos colecciones anuales en lugar de ocho, como hasta ahora.

Son las tres primeras firmas que, aprovechando el parón de la rueda que ha impuesto el coronavirus, abrazan un cambio de esquema. Todo un terremoto, con el que buscan dejar espacio a la creatividad y responder a la falta de compás entre las perchas y el termómetro. Acabar con la incoherencia que supone ver los escaparates llenos de cachemir a mediados de julio. «Haciendo hasta veinte colecciones por temporada, los directores creativos están sometidos a muchísimo estrés y el consumidor acaba saturado, porque nos han vendido que lo que hoy es tendencia, mañana ya no vale. Esta pandemia ha servido para levantar el pie del acelerador». Es la lectura de Eder Aurre.

El obsoleto calendario se ha ido acelerando en las últimas décadas, forzado por el deseo de novedad constante que avivan las redes sociales. La antigua práctica de presentar dos colecciones al año quedó dinamitada al nacer H&M o Inditex y poner en juego el continuo lanzamiento semanal de nuevos artículos. «Deberíamos dar el paso de hacer una sola pasarela al año; mostrar una colección más ambigua y atemporal, abandonando esa diferencia tan marcada entre verano e invierno», propone el presidente de ACME. Cuatro décadas después de que los desfiles salieran de los salones privados para seducir al gran público, el mayor altavoz de la moda se prepara para un cambio de era. «No desaparecerán en un futuro cercano, pero veremos más marcas experimentando con eventos interactivos digitales para llegar a audiencias de distintas partes del mundo. Es un buen momento para que la industria revise cuál es el propósito de las semanas de la moda y cómo pueden liderar nuevas prácticas de producción responsable y educar a los clientes en un consumo más sostenible», se suma Mesa.

En marzo, la Semana de la Moda de Shanghái se convirtió en la primera de la historia que celebró todos sus 'shows' de forma 'online', permitiendo que las colecciones fuesen vistas por 800 millones de espectadores. Los expertos creen que la frontera entre lo físico y lo digital ya no existe. Y que el futuro pasa por lo híbrido. «Los desfiles convencionales, que son una película muy concentrada de lo que nos gustaría ser, tienen tal magia que es muy difícil que se supriman. Se convertirán en un arma de seducción colectiva, pensados para ser vistos por audiencias millonarias a través de las redes sociales. Y seguirán teniendo público, que es el que se identifica con lo que pasa en la pasarela. Las firmas hace mucho tiempo que saben que más importante que la propia ropa es la modelo que la lleva y las personas que se sientan en la primera fila», concluye Pedro Mansilla.

El auge de las prendas y accesorios 'on screen'

La ropa que se viste de cintura para arriba y los complementos que entran en el encuadre de una videollamada ganarán protagonismo. «Las gafas, los relojes, la dentadura, las uñas y los cosméticos adquirirán una relevancia espectacular, porque dejaremos de ser un todo de 1,60 o 1,80 metros para concentrarnos en algo de 50x60 centímetros», apunta Mansilla. En la misma línea del sociólogo iba el premonitorio informe que WGSN publicó en enero. «A nivel de diseño, se hará hincapié en la zona del escote y en las formas de las mangas. Los artículos que quedan fuera de la pantalla, como zapatos y bolsos, serán menos importantes. En su lugar, veremos un apogeo de joyas audaces, especialmente, pendientes y collares».

MÁS TENDENCIAS

  • Segunda mano | La opción delos 'millennials' La crisis económica y la preocupación por el planeta impulsarán la moda de segunda mano. «Los 'millennials' recurrirán a las tiendas de prendas usadas, que además están envueltas en el celofán de lo ético», sostiene Mansilla.

  • La cultura del remiendo | Hazlo tú mismo La filosofía del 'hazlo tú mismo' ha calado. Las crisis, además de ser fuente de creatividad, fomentan la cultura del remiendo y la reinvención de prendas. En la Segunda Guerra Mundial, las novias se casaban con vestidos de seda de paracaídas, las blusas estampadas se hacían con pañuelos para el pelo...

  • Pasarelas híbridas | Desfiles sin público «Hace diez años causé un escándalo al proponer como alternativa sostenible hacer los desfiles sin público y retransmitidos por televisión. Ahora es una realidad; perderemos una magia, pero ganaremos otra: llegar a millones de personas», dice Lomba.

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