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LA INDUSTRIA

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La vida después del coronavirus | Capítulo 15 ·

Fabricar lo mismo y algo más, pero mucho mejor... La industria es reacia a los cambios bruscos

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Lunes, 15 de junio 2020

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La industria es una actividad correosa, que no acepta cambios bruscos. Lo suyo es siempre un movimiento suave, tendencial, que puede ser previsto en el corto y medio plazo sin grandes problemas, aunque las evoluciones de largo plazo siempre se tornan más complicadas. Pero ese movimiento lento no quiere decir que sea inflexible. Al contrario. La industria es capaz de combinar la rigidez con la adaptación tecnológica permanente. Cambian los sistemas de producción, pero no tanto los productos que salen de las fábricas. La máquina que se movía con vapor pasó a ser impulsada por un motor eléctrico que transmitía su fuerza a través de una correa de cuero, para acabar siendo una transmisión directa y, más tarde, con movimientos controlados por ordenador. Pero las piezas que salen de las máquinas no han cambiado tanto. Las revoluciones industriales cuestan décadas. A veces, siglos.

La industria tiene procesos de maduración muy lentos por razones obvias. Desarrollar un producto cuesta mucho tiempo y dinero. Construir una fábrica suele ser una inversión impresionante. Decenas, a veces centenares de millones de euros colocados en un sueño con más incertidumbres que certezas, para atender a un mercado cuyos hábitos de consumo evolucionan, pero con tendencias que también tardan décadas en madurar. De ahí que no cabe esperar una revolución industrial en el corto plazo. Más bien, hay que asentarse en la idea de que en los próximos años se va a producir más o menos lo mismo que ahora, aunque con la introducción de mejoras que pueden resultar trascendentales.

REFERENCIAS

  • José Antonio Jainaga (Presidente de Sidenor) Ingeniero industrial, inició su carrera en la empresa vasca Sener y prosiguió más tarde su andadura en Michelín, donde ocupó diversos puestos, entre ellos, el de máximo responsable de producción para Europa de neumáticos de turismos. Se incorporó como consejero delegado a Sidenor en 1998. En 2016 adquirió la compañía, que hasta entonces era propiedad de la firma brasileña Gerdau.

  • Arantxa Tapia (Consejera de Desarrollo Económico) Es doctora ingeniera industrial, en la especialidad de electricidad. En las instituciones, y con anterioridad, ocupó los cargos de viceconsejera de Transportes y diputada en el Congreso. También se desempeñó como diputada foral de Movilidad de Gipuzkoa. En el ámbito de la docencia, es catedrática de Ingeniería y Sistemas en la Universidad del País Vasco.

  • Juan Tomás Hernani (Consejero delegado de Satlantis) Es ingeniero industrial y licenciado en Empresariales. Fue director general del Grupo Isabel (Conservas Garavilla), fundador de varias empresas y secretario general de Innovación en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Ha sido igualmente director técnico de Robotiker. Desde 2016, lidera la empresa que ha conseguido fabricar una mini cámara fotográfica que acaba de ser lanzada al espacio, a finales de mayo.

La pandemia del Covid-19, sin embargo, ha generado un choque con la realidad y ha puesto en cuestión decisiones que se adoptaron hace años y que entonces parecían correctas, pero que se han revelado como un punto débil. «Aquella idea que se instaló en los años 90, cuando lo adecuado parecía ser quedarse con el diseño y la patente, para desviar la producción hacia otras zonas del mundo con mano de obra más barata, se ha vuelto en contra. Ahora nos acabamos de dar cuenta del efecto que produce no tener un acceso inmediato a determinada producción», admite el consejero delegado de Satlantis, Juan Tomás Hernani. Efectivamente, en los últimos meses se ha podido visualizar lo que sucede cuando se desprecian líneas enteras de producción -las mascarillas son un magnífico ejemplo-, hasta poner en riesgo miles de vidas humanas.

«Está bien pensar en la nanotecnología, pero tenemos que ser conscientes de lo que tenemos. tampoco debemos ser talibanes hasta el punto de cargarnos la industria por bajar el co2»

josé antonio jainaga

«La seguridad en la cadena de suministro se ha convertido en una prioridad», apunta la consejera de Desarrollo Económico, Arantxa Tapia, que pronostica una revisión de las estrategias de muchas empresas, y en un doble sentido: «Tener más cerca a los suministradores y no depender en exclusiva de uno, sino mantener siempre activas varias opciones». Una predicción que, sin duda, va a elevar la competencia. A partir de ahora, muy pocos podrán alardear de tener la exclusiva de fabricación, pongamos por caso, de una pieza de un determinado modelo de vehículo. «No todo lo vamos a producir en Euskadi -precisa la consejera-, pero vamos a necesitar unos mínimos que nos aseguren el suministro de algunos elementos críticos. Como sucede con la electricidad, que es algo estratégico y hay que generarlo relativamente cerca, toda la industria también ha comenzado ya a replantear su cadena de suministro».

«Está bien soñar con la nanotecnología, pero tenemos que ser conscientes de nuestras limitaciones», asegura el presidente de Sidenor, José Antonio Jainaga, después de recordar que no somos precisamente «una tierra de muchos inventores» y que las enormes inversiones que requiere la industria no se improvisan de la noche a la mañana. En su opinión, en estos momentos hay más temores que certezas en torno a nuestra industria y a su evolución futura, precisamente porque la pandemia que estamos atravesando viene acompañada de una profunda crisis económica. «Estoy convencido -anticipa- de que van a cambiar algunos hábitos de consumo a corto plazo, porque determinados productos van a descender varios puestos en el orden de prioridades de los consumidores». Se refiere Jainaga a los automóviles, por ejemplo, y este es un asunto trascendente para la industria vasca.

La ilustración: PAUL CABALLERO

Fundador de CMYK Escuela de Ilustración Digital de Bilbao, ha trabajado en proyectos para RTVE, Elkar, Santillana, Puente Bizkaia, Athletic Club o el Smithsonian de Washington. Desarrolla la obra gráfica de la colección Terapicuentos y La Canción de Bruna.

Instagram:@paulcaballero1

La industria del automóvil, una pieza fundamental en el PIB de Euskadi, está herida y atraviesa una crisis que nació antes de que el coronavirus se hiciese patente. La denominada transición energética y el objetivo de sustituir los motores de combustión por otros eléctricos ha conseguido extender la incertidumbre en el mercado, de tal forma que los consumidores no saben muy bien qué hacer: esperar a que los eléctricos bajen de precio, a que la red de recarga sea más amplia o a que las autoridades rebajen sus ambiciones y proyecten plazos más largos para esa transición. «Es un tema con el que hay que tener cuidado -advierte Tapia-, para acompasar la implantación del vehículo eléctrico con la transformación industrial». Hacerlo de otra forma significaría hundir una industria local para introducir un producto fabricado fuera.

Ese asunto, el del vehículo eléctrico, puede marcar, para bien y para mal, buena parte del desarrollo industrial vasco en los próximos años. Para bien, porque nuestra industria es experta en los bienes de equipo eléctrico y la inversión en redes va a ser necesaria para facilitar su expansión. Para mal porque, desgraciadamente, nos pilla en el lado débil del vehículo. Buena parte de la industria auxiliar del automóvil del País Vasco está centrada en las piezas del motor. El elemento crítico en los vehículos actuales como motor de combustión, pero también la primera pieza que desaparece en los vehículos eléctricos puros.

«La unión europea debe plantearse proteger la industria como lo hace con la agricultura, a la que dedica el 35% de su presupuesto total»

juán tomás hernani

Además, la responsable autonómica de Desarrollo Económico cree que conviene tener los ojos muy abiertos porque «hay muchas opciones tecnológicas que pueden ser oportunidades» y no pasan necesariamente por el vehículo eléctrico. «Una de ellas basada en el hidrógeno, que en estos momentos es el centro de atención de algunos fabricantes de automóviles, y que nos puede dar mucho juego», avanza Tapia.

Muchos ciudadanos han hecho un máster acelerado en videoconferencias durante el confinamiento, de la mano del teletrabajo. Es solo la punta del iceberg de la digitalización que nos viene encima, y que tampoco es una tendencia de los últimos meses. Hace ya cuatro décadas que comenzó a ganar terreno en la industria, cuando la tecnología digital -que entonces solo identificábamos como informática- comenzó a ganar terreno en la automatización. «Ojo -señala Hernani-, porque si a partir de ahora viajamos menos o dejamos de viajar, eso va a tener una incidencia directa en la industria. En la aeronáutica, sin ir más lejos».

La digitalización, que en la práctica significa hacer lo mismo que antes pero con mejores herramientas, va a presidir buena parte de la evolución industrial de la próxima década. «Ya hay experiencias suficientes para anticipar que la impresión en 3D va a experimentar un crecimiento importante en los años venideros», destaca Tapia. Una tecnología que apenas si está comenzando, pero que ya ha dado pasos importantes para convertirse en una actividad habitual en nuestras fábricas. Máquinas grandes y pequeñas, auténticas impresoras en tres dimensiones, produciendo piezas complejas sin necesidad de deformar los materiales por medios mecánicos o químicos.

«La personalización del producto y la fabricación cercana al consumidor van a ser una tónica constante», cree Jainaga. En la mente de este empresario cabe ya, al menos como planteamiento teórico, que dentro de algún tiempo las zapatillas deportivas, por ejemplo, no se producirán en grandes fábricas instaladas en países de bajo coste laboral, sino en el comercio de la esquina. «Llegará a la tienda; elegirás el modelo en un catálogo y una máquina te medirá todas las características de tu pie. Al principio tardarán una semana en entregarte la zapatilla, luego serán dos días, y en algún momento te la fabricarán allí mismo, al instante».

Y si alguien piensa que el teletrabajo está reducido a tareas intelectuales, administrativas, burocráticas o de formación, se equivoca. Hoy ya es una realidad y los desarrollos serán meteóricos en los próximos años para adaptar aplicaciones a la era industrial. «La realidad aumentada -explica la consejera- va a permitir instruir a distancia e intervenir si es necesario en la reparación de una máquina. Algo para lo que hasta ahora era imprescindible desplazarse al lugar donde está instalada, en el futuro se podrá realizar desde cualquier sitio». ¿Ciencia ficción? No, en este caso, 'telerealidad'. Ya hay fabricantes vascos de maquinaria que incorporan aplicaciones en sus equipos con el objetivo de que sus operadores puedan controlar la producción... ¡desde casa!

«Vamos a tener que hacer un esfuerzo especial en materia de formación para recualificar a las personas. el objetivo es que se adapten a los cambios que va a experimentar la industria»

arantxa tapia

No está nada mal esto de soñar sobre la industria del futuro y elucubrar en torno a lo que va a propiciar el desarrollo tecnológico. Pero hay algo en lo que coinciden todas las reflexiones. Antes de todo eso, es necesario «defender la industria que tenemos», porque incluso existe una marcada tendencia de los más jóvenes a buscar salidas profesionales lejos de este sector. «Hay que crear conciencia en la juventud de trabajar en una fábrica, porque la industria proporciona mayor estabilidad en el empleo y salarios más elevados», argumenta el presidente de Sidenor.

Hay quien se arriesga a ir más lejos y propone una protección especial para la industria. Una sensibilización europea que sitúe a la industria «en el mismo nivel de preocupación que tiene para la UE la agricultura, a la que destina el 35% de sus ayudas económicas. Ha llegado el momento de llamar la atención sobre la necesidad de proteger un sector tan trascendente como el de la industria».

De nuevo, la pandemia ha puesto en evidencia igualmente un movimiento de estas características, pero de carácter nacional. Países como Francia, Alemania e Italia ya han anunciado medidas para salvar grandes compañías industriales que les resultan estratégicas, principalmente en términos de empleo y creación de riqueza. «Vamos a vivir un fenómeno de recentralización -previene Jainaga-, porque, ante la crisis, muchos países van a reaccionar concediendo ayudas, pero obligando a las empresas a repatriar muchas producciones que se deslocalizaron en el pasado. Y hay que tener mucho cuidado con estas cosas; puede generar una auténtica fractura de la competencia, al menos tal y como la conocemos ahora». La presión del Gobierno francés para que el grupo Renault proteja ahora la fabricación de automóviles en sus plantas nacionales, en detrimento de las que estén situadas en otros países, es una demostración de la influencia de la geopolítica en el futuro desarrollo industrial. Y ahí también existe un claro consenso, al apuntar que nos falta potencia financiera para desarrollar y retener los grandes conglomerados industriales.

Establecer aranceles para proteger la industria nacional y evitar deslocalizaciones -la estrategia que ha puesto en marcha Donald Trump, con aparente éxito en el corto plazo y dudas sobre los efectos a largo- no es algo que tenga adeptos. «No soy partidaria», zanja la consejera Tapia, mientras José Antonio Jainaga opina que «hay que buscar otras fórmulas para defendernos de competidores externos que juegan con otras armas: con salarios bajos, con ayudas públicas y con un desprecio casi absoluto por el medioambiente. Los aranceles pueden servir en un momento puntual pero, a largo plazo, no se le pueden poner puertas al campo. Entre otras razones, porque no todos los países quieren proteger las mismas industrias y en ellos también hay empresas que aspiran a incorporar a sus cadenas de suministro proveedores baratos».

Lo cierto es que el Covid-19 ha dejado muy tocada buena parte de la estructura industrial, que está sufriendo su particular neumonía. Aún es pronto para sacar conclusiones definitivas, pero hay un riesgo evidente de que una parte de la industria que conocemos hoy, que se nos hace cercana, desaparezca con esta pandemia. «Un proceso al que hay que estar atentos, y en especial a la desaparición de muchas pequeñas empresas que no puedan superar las dificultades», dice Arantxa Tapia. No han sido una consecuencia inmediata del estallido epidemiológico; eran problemas que venían de lejos, pero cierres como los que se han anunciado de la mano de Nissan y de Alcoa, multinacionales del automóvil y el alumino, respectivamente, son un aviso a navegantes. La plasmación traumática de que la industria que tienes y genera miles de puestos de trabajo de alta calidad se puede perder. En unos casos, por la retirada de una marca de un mercado; en otros, por una posición desequilibrada en los costes energéticos.

«Apoyo financiero y medidas fiscales» son, a juicio del presidente de Sidenor, paliativos que las administraciones deben poner en marcha de forma masiva en este momento de la historia, porque difícilmente se puede hablar de la industria del futuro si está en riesgo de desaparición la industria del presente. «Hay un enorme peligro en los grandes frenazos -matiza Juan Tomás Hernani-, que producen algo parecido al efecto de embotellamiento en una autopista. Cuando se produce un parón en una vía de tres carriles, la recuperación de la marcha es lenta. Nos puede pasar algo parecido. Y no hay que olvidar -concluye el consejero delegado de Satlantis- que el liderazgo norteamericano está basado en enormes cheques de dinero público que han acabado en manos de empresas privadas».

¿Y si el hidrógeno se convierte en una clave de la industria vasca?

La industria vasca del automóvil vigila de reojo todo lo que se mueve en un sector que ahora está cargado de planes de futuro y transformación. Lo apunta la consejera Arantxa Tapia: hay que estar especialmente atentos al hidrógeno. Un gas que muchos expertos consideran la futura fuente de energía en la movilidad, para superar así la recarga eléctrica de los automóviles. La pila de hidrógeno es la alternativa que algunos fabricantes ya aprecian como la más adecuada. Como en la evolución del vídeo doméstico, ya está planteada la lucha entre distintas tecnologías. ¿Recuerdan la pugna entre el VHS y el Beta? Por cierto, ambos desaparecidos y derrotados por la tecnología de grabación digital, que lo ha arrasado todo.

LOS CAMBIOS

  • Vuelta al pasado | Recuperar producciones La pandemia ha demostrado que deslocalizar fábricas y producciones no entrañaba solo ventajas en la búsqueda de bajos costes. Recuperar proveedores estratégicos se ha convertido en tendencia.

  • La digitalización | Más protagonismo de la inteligencia artificial La menor intervención del ser humano en la producción es una inclinación imparable. Viene de atrás, pero se va a acelerar. La inteligencia artificial pide paso para sustituir a la humana.

  • Norte o sur | La tecnología marca la diferencia Cada vez cobrará más importancia la capacidad de desarrollar tecnologías propias que puedan suponer el liderazgo internacional, aunque sea en pequeñas cosas. Actuar como meros subcontratistas, fabricantes bajo plano de los inventos de otros, conduce a la incertidumbre.

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