La enfermera que luchó para que los pacientes con covid no murieran en soledad
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Soñando con viajar desde la UCI de Galdakao
Ainara Arana Azula (Zaldibar, 1978) supo ya en el instituto que quería ser enfermera porque le gustaba ayudar y cuidar a los demás, la relación con las personas. #Y empezó a trabajar con 21 años. Tras muchos contratos en diferentes centros sanitarios, en 2002 llegó al Hospital de Galdakao, y allí permanece. Su marido es cardiólogo en el Hospital Donostia de San Sebastián. Tienen dos hijos: Iker, de 10 años, y Jon, de 7. Le apasiona viajar con su familia siempre que puede, y reserva al menos un fin de semana largo al año para hacerlo acompañada de sus amigas.
Pertrechada con el traje EPI, esta enfermera supervisora nunca pensó que se contagiaría durante las jornadas maratonianas vividas en la UCI del Hospital de Galdakao, en abril del año pasado, durante el confinamiento duro. «Me infecté sin ser consciente, me preocupaba llevarlo a casa, por mi familia, no por mí, pero así fue. Estuve 17 días encerrada en mi habitación, menos mal que tengo un pequeño balcón donde pasar el tiempo, pintando mandalas, hablando con la vecina y tomando un poco de aire. Escuchaba desde allí los aplausos que nos dedicaban a los profesionales que estábamos en primera línea. Era emocionante». Para entonces ya había visto el sufrimiento que producía el Covid, a los enfermos y a su entorno. El primero que falleció en su UCI lo hizo solo, sin compañía de los suyos, y la experiencia resultó tan devastadora para ella y sus compañeros que decidieron que no sucedería más. Cambiaron el protocolo, y los familiares, siempre protegidos, acompañaron a los pacientes con peor pronóstico. Esta es su historia.
Este es un ejemplo de los cientos de cartas recibidas por los profesionales sanitarios, firmadas por familias que agradecen los cuidados ofrecidos a los suyos. Incluso a los que murieron: «Quiero trasladaros mi agradecimiento por la atención que mi familia y yo hemos recibido en el último recorrido de vida de mi padre por parte de los profesionales que componen el equipo de trabajo de esta UCI del Hospital de Galdakao (... ). Nuestro corazón se siente triste y desolado, pero os queremos comunicar con estas simples palabras el agradecimiento por el trato, el cuidado de mi aita, que era un ángel, un hombre muy bueno y luchador... Él no lo puede decir, pero mi familia y yo nos hemos sentido arropados, queridos, mimados... Quiero daros mil gracias, mil gracias (...). Hoy se ha ido mi padre, pero sé que se ha ido luchando junto a vosotros».
«La pandemia ha sido lo más duro que he vivido, pero también el mejor momento, el más bonito. Nunca había #visto tanto compañerismo»
Lo mejor de su vida profesional
Caminar hoy por los pasillos de este hospital, cuando las cosas parecen ir a mejor poco a poco, debe ser radicalmente distinto a haberlo hecho en marzo y abril del año pasado. Entonces ni siquiera imaginábamos la posibilidad de una vacuna antes de cuatro años. Ainara Arana, supervisora de enfermeras de la UCI, recibe alegre a la entrevistadora, con una gran sonrisa adivinada tras la mascarilla y que se nota en sus ojos. Trae un montón de estas cartas, algunas con el pesar de la pérdida, otras con la emoción del reencuentro. Las guardan como un tesoro. Pero en el confinamiento duro, ese tiempo en el que nadie sabía aún nada del virus y el miedo corría desbocado, las cosas eran radicalmente distintas.
- ¿Qué es lo que más le ha afectado en todo el calvario de pandemia que llevamos?
- La soledad que han podido sentir los pacientes al no estar con la familia. Que llegue una persona y los suyos no puedan verle en un mes habiendo estado tan mal... Es que cuando les van a intubar te preguntan: '¿Voy a salir de esta?'. Ahora ves auténticas despedidas cuando llega ese momento, pues no sabes lo que puede pasar.
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«Mis compañeras me regalaron un bertso, flores y un marco con fotos por mi dedicación. ¡Pero si cualquiera de ellas ha hecho más! Me hizo mucha ilusión»
Un bertso dedicado a ella
- Antes ni siquiera se podía.
- Recuerdo cuando se nos murió el primer paciente de Covid en la UCI. De madrugada tuvo un empeoramiento brusco y se avisó a los familiares, pero solo para informarles, sin darles la oportunidad de acercarse a verle, no se permitía por protocolo. Y para mí, para todos, fue devastador aquel caso, que muriera en 'soledad' en cuanto a acompañamiento familiar, ya que quiero recalcar que los pacientes en ningún momento están solos. Se encuentran siempre muy acompañados por los profesionales. Pero en aquel momento se decidió que no queríamos que volviera a pasar y cambiamos el protocolo. Fue el único que murió así. A partir de entonces, los familiares, con un traje EPI, se despidieron de los suyos.
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El coronavirus nos ha marcado a todos, pero los sanitarios lo están a fuego. Por eso, a Ainara le cuesta mucho entender las muestras de alegría desbordante con la llegada del fin del estado de alarma: «Lo de estar en casa o no salir, el confinamiento perimetral... Eso es lo de menos. Lo que cuesta es vivir esto. No me ha costado acatar las medidas porque soy muy consciente de lo que ha estado pasando, aquí lo vemos todos los días. Y sé que es una minoría la que no cumple, pero es un poco frustrante que se lancen cohetes y haya celebraciones, ya que la pandemia sigue. Nuestra vivencia es que cuando se terminó la primera ola estuvimos a cero pacientes de Covid durante dos meses escasos, pero desde agosto hasta hoy no hemos tenido descanso. Nos ha tocado vivir otra realidad muy distinta. Cuando la sociedad ve que los datos van mejorando, las medidas se relajan, pero aquí no nos da tiempo a notar la mejoría cuando llega el siguiente pico. Ahora viene el verano y todos necesitamos descansar, vacaciones. Mi esperanza son las vacunas.
«El verano pasado pudimos escaparnos a Cádiz. ¡Y este año repetimos!
El merecido descanso
- ¿Cómo se siente ahora?
- Muy cansada, física y emocionalmente. El cansancio físico es el que menos me preocupa, con el descanso se pasará. Me preocupa más el emocional, las pesadillas nocturnas y el sueño interrumpido, que tardarán más en repararse, pero con ayuda lo conseguiremos. Osakidetza nos ha proporcionado asistencia psicológica del servicio de Psiquiatría y se están organizando terapias de grupo para compartir sensaciones.
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Estudió en la escuela pública de Zaldibar, a donde hoy van sus hijos. Y desde que estaba en el instituto de Durango sabía que sería enfermera: «Me gusta cuidar, relacionarme con la gente y ayudar a las personas». Conoció a su marido en el hospital, aunque al principio solo fueran compañeros de fatigas. «Me gusta muchísimo viajar, tengo muchas ganas de hacerlo ya. En invierno vamos a esquiar, solemos ir a Jaca... Echo de menos los aires del Pirineo. El verano pasado, pese al año tan duro, pudimos escaparnos 15 días a Cádiz, a Conil, y fue genial. Este año me encantaría repetir, espero que también sea posible».
Además del estrés vivido en el trabajo, Ainara también pasó el coronavirus. En abril del año pasado. Nunca pensó que se contagiaría, bien protegida con el traje EPI. Ni siquiera sentía miedo por ella, solo por llevar el virus a su hogar. Casada con un médico, «nos tocó salir cada día a trabajar, ambos al hospital». Antes de entrar en casa, se desnudaban y duchaban. Solo después abrazaban a su familia. «Los niños, unos campeones, se adaptaron a todo, a ser autónomos con los deberes...». Su hijo pequeño, Jon, de 7 años -tiene otro de 10, Iker- lo cogió en la escuela al inicio, en febrero de 2020. Ni siquiera fueron conscientes de que lo había pasado hasta que con una analítica salieron anticuerpos. «Y no contagió a nadie, fíjate. Dos meses después, yo empecé con dolor de espalda, cansancio y las manos muy frías. Trabajaba de lunes a domingo. Y no pensé que me había contagiado, lo achacaba al cansancio y al estrés. Hasta que me dí cuenta que aquello era algo más y dije.... Me voy a quedar en casa...' Di positivo y estuve encerrada 17 días en una habitación. Lo pasé como una gripe, con malestar general, fiebre y dolor de cuerpo, sin clínica respiratoria, pero como sabía lo que ocurría, estaba muy preocupada, pendiente del transcurso de los días». Confinada, pintaba mandalas y hacía videollamadas. A las ocho se asomaba al balcón y se sumaba a los aplausos, «un momento social donde los vecinos aprovechábamos para hablar».
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Ainara vuelve a guardar cuidadosamente las cartas de los pacientes. También ella quiere dar las gracias: «Tengo los mejores compañeros: enfermeras y auxiliares, médicos, fisioterapeutas, celadores, administrativos, personal de limpieza, técnicos... También los servicios periféricos: farmacia, almacén, cocina, lencería, suministros, mantenimiento... Hacen que todo sea más fácil y vaya mejor. ¡Hemos formado un gran equipo! ¡Mucho ánimo, ya nos queda menos! Y a mi familia y amigos por la paciencia que están teniendo conmigo, porque no es fácil...». No olvida a sus pacientes y familiares, «los que se han llevado la peor parte». «Quiero agradecerles esos reconocimientos que hemos recibido, a pesar de hacer nuestro trabajo, reconfortan esas muestras de afecto. Nos acordamos de todos ellos, porque detrás de cada uno hay una historia. Un abrazo enorme para todos».
«Este año y medio marcará nuestras vidas»
Ainara ha quedado tan afectada por la experiencia vivida durante la pandemia que solo es capaz de visualizar con claridad el futuro en lo que tiene que ver con cómo nos ha afectado a cada uno de nosotros. «Estoy segura que este año y medio marcará nuestras vidas y repercutirá en la forma de ver las cosas, pero intentaré recuperar mi vida anterior al máximo. Puede que se hayan modificado los hábitos, y alguno de ellos se quedarán con nosotros para siempre, pero recuperaremos la esencia de cada uno y lo disfrutaremos al máximo. Mi sueño ahora mismo es retomar las pequeñas cosas que hacía antes, reunirnos para una cena con amigos, las chocolatadas familiares en el cumple de los niños, cuando nos veíamos toda la familia. Y retomar los viajes, volver a reencontrarme con mis amigas de Barcelona, donde estudié la carrera. Aunque estemos lejos, estamos muy cerca y nos hemos visto cada año ¡desde hace 22!».
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