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José IBarrola

Las derechas vascas

Martes, 30 de junio 2020, 00:12

Desde la recuperación de la democracia en España siempre ha existido una derecha vasca fuerte y diversa social y políticamente hablando. Derecha liberal, centro derecha, ... derecha foralista y derecha nacionalista. Si las encuestas de intención de voto aciertan y el clima de alarma surte sus efectos, en breve, sólo quedará en pie la derecha nacionalista que habrá acaparado todo el poder y el monopolio de la representación de lo vasco. Pero la derecha nacionalista encarnada por el Partido Nacionalista Vasco es otra cosa. A lo largo de los años se ha ido desprendiendo de todos los fundamentos ideológicos que no obedezcan exclusivamente a la doctrina identitaria. Para el resto de la acción política ha evolucionado hacia posiciones de carácter pragmático y oportunista. De ahí que cada vez resulte más complicado ubicarles en el abanico convencional de los hemiciclos parlamentarios. Ni socialdemócratas, ni demócratacristianos. Esencialmente un movimiento.

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Un partido de poder. Beneficiados por un desplazamiento lento pero constante del voto del centro derecha vasco constitucionalista han conseguido vaciar de apoyo social el espacio y la herencia de Adolfo Suárez, Chus Viana, Marco Tavar, Adolfo Careaga, Gregorio Ordóñez, Jaime Mayor. Eso supone difuminar de la vida política del País Vasco capítulos esenciales de su historia y de las convicciones de importantes segmentos sociales. Es decir, la herencia política poderosa que forman la Transición democrática, la amnistía, la Constitución, el Estatuto de Gernika. Que esa memoria se quede sin respaldo social y político en beneficio de un monocultivo nacionalista supone un triunfo aplastante del nacionalismo identitario en detrimento de la pluralidad social, de las identidades ciudadanas, de los cimientos constitucionales construidos a la salida de la dictadura.

El PNV ha cimentado su éxito electoral consiguiendo instalar en el inconsciente colectivo la férrea identificación entre vasco y nacionalista. Lo que no es nacionalista no es plenamente vasco según los parámetros ya asumidos, incluso desde el relativismo socialista en Madrid. El fracaso de los proyectos independentistas (ETA, Ibarretxe, Gure Esku dago) le han instalado en un territorio indeterminado que mientras va de lo confederal, a lo unilateral o al nuevo Estatuto, mantiene la llama del hecho diferencial. Esto, unido al control social basado en la movilización constante en clave de victimización y un ventajoso y procaz juego de alianzas, le han convertido en un poder fáctico inamovible.

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