El Informe Draghi, ausente de tapujos y cargado de sentido común, concretó en medidas un debate presente en la sociedad sobre cómo compatibilizar descarbonización y ... competitividad en la economía europea.
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Por un lado, estamos de acuerdo en que hay que reducir la dependencia y el impacto de la energía fósil. Pero, como es habitual, llegado el momento de hacer sacrificios las cosas cambian. Como decía Ortega y Gasset, «el esfuerzo es solo esfuerzo cuando comienza a doler».
Este proceso pendular es normal y no nos debe extrañar, los cambios profundos suelen tener procesos de ajuste. El problema viene cuando el péndulo se extrema y produce un 'backlash' como el que podríamos estar viviendo.
Hay un creciente consenso en que se ha desarrollado una regulación excesiva y voluntarista, que puede llevar a una destrucción de empleo y capacidad industrial al no dar suficiente tiempo a las empresas para acometer una transición que genere ventajas competitivas frente a su competencia global. El problema se agrava cuando entra en la polarizada coctelera política en la que vivimos, donde prima la movilización de las bases con mensajes simples frente a la búsqueda de soluciones asumibles por gran parte de la sociedad.
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De un entorno tan binario y maniqueo pueden salir decisiones extremas como las de seguir a toda costa o las de deshacer todo lo construido. Creo que ambas son igualmente perniciosas para un mundo empresarial que lo que necesita son transiciones equilibradas, visibilidad futura y seguridad jurídica. ¿Es mucho pedir que impere el sentido común?
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