Víctor Clemente y Conchi Redondo, en el centro de la imagen, rodeados por sus antigus alumnos de atletismo que le han brindado un sentido homenaje. Blanca Castillo

El emotivo homenaje a Víctor Clemente, el 'padre' del atletismo alavés

Los deportistas que estuvieron a sus órdenes en el Aurrera de Vitoria le han querido agradecer su compromiso y dedicación durante décadas

Sábado, 18 de octubre 2025, 17:42

El atletismo alavés empezó a dejar huella de su mano. El bendito culpable de que varias generaciones empezasen a desgastar las suelas de sus zapatillas ... y luchar contra el cronómetro. Planificó infinidad de entrenamientos y fabricó auténticos corredores de época, como Martín Fiz o Maite Zúñiga. Siempre empujó desde el otro lado de la valla. Aunque este sábado fue él el que cruzó la meta más emocionante. Víctor Clemente, considerado el 'padre' del atletismo en Álava, recibió un emotivo homenaje por parte de sus alumnos en el Aurrera de Vitoria. «Lo que me hace realmente feliz es estar con vosotros, no los homenajes», confesó el protagonista, visiblemente emocionado.

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Su cara era un fiel refleja de su sentimiento en el momento, como el que se sabe ganador tras una foto finish. Porque el homenaje estuvo guardado en todo momento en el más absoluto secreto. De hecho, Clemente pensaba que acompañaba a su nieto a un cumpleaños. Pero en las 'tripas' del hotel Canciller Ayala esperaba medio centenar de excorredores que ansiaban abrazar a ese técnico que les impulso deportivamente y que tiró de ellos para mejorar en la vida. El pistoletazo de salida esta vez no marcó el inicio de ninguna carrera. Nadie quería que el tiempo pasase. Todos querían devolverle lo que durante tantos años ha hecho por ellos. «Plantó la semilla del atletismo en Álava», confesó Maite Zúñiga, integrante de ese primer grupo que disparó al éxito.

Todo empezó en el patio del colegio Miguel de Unamuno en 1972. Aquel profesor de educación física y matemáticas consiguió que unos jóvenes estudiantes empezasen a andar en la vida a más velocidad, a ganar la batalla al viento. Así, por primera vez, acudieron en 1974 al Campeonato de España Escolar Infantil femenino por equipos. La actividad atlética en el colegio fue creciendo logrando en 1975 llegar a la final del Campeonato de España Infantil femenino por equipos y el subcampeonato de España individual en Tetrathlon de la mano de la infantil Julia Domezain. Unas actuaciones que le valieron para dar el salto al Aurrera de Vitoria, donde marcó una época.

Con su inseparable carpeta roja bajo el brazo, cinceló a unos grandes corredores. Esos a los que 'mareaba' completando series en la pista de Mendizorroza, exprimía con carreras cuesta arriba o enfrentaba a obstáculos para superarse continuamente. «Son ellos los que han conseguido que llegue a ser lo que soy gracias a su esfuerzo, dedicación y resultados, yo no he corrido nunca», apuntó Clemente a este periódico, con esa humildad que le caracteriza. «Ha sido muy bonito, a algunos hace años que no les veía», añadió, de la mano de Conchi Redondo, su inseparable compañera en este tándem deportivo y personal y a la que también homenajearon.

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De ahí que los asistentes llevasen una pegatina con su nombre pegada al pecho. No hizo falta. Clemente tiene grabados todos y cada uno de los corredores que entrenó. Sólo así sabía cómo sacar lo mejor de ellos. «¿Te acuerdas de mí?», le preguntó un exalumno durante ese mar de abrazos. «Claro, Asier», respondió. «Todo empezó por él. Era muy humano y nos trataba como hijos. Salíamos del entrenamiento y recuerdo que íbamos a tomar un mosto a la Florida», evocó Zúñiga. «Siempre ha sido muy trabajador y enamorado de lo que hacía, y te lo transmitía. No nos presionaba por los resultados, quería que disfrutásemos». Y lo logró.

«El mejor maestro»

Porque entendía el deporte como una valiosa llave para transformar vidas. «Me cogió cuando tenía diez años y con él he estado tres décadas. Recuerdo las charlas motivacionales: 'entrenar es como ahorrar en el banco, cuando lo necesites podrás usarlo'», recordó Javier Salinas. Esa batería que se recargaba en las sesiones que dirigía e inspeccionaba siempre con los brazos cruzados en la espalda. El mismo que se afanaba por destensar a esos jóvenes deportistas en los viajes en autobús rumbo a alguna competición.

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Los mensajes de agradecimiento se pasaron como testigos. «Gracias por todo, por la disciplina, esfuerzo, logros, derrotas, sueños... Nos enseñaste que lo primero era disfrutar y conseguí llevarme conmigo grandes experiencias de la vida. También nos trasladaste qué era eso del compañerismo. El mejor maestro», le confesó Lorena Jiménez. «Gracias por habernos enseñado a amar el atletismo. Aquí seguimos corriendo con 51 años y mi hija Garazi sigue en el atletismo. Mañana (por el domingo) corre el cross de Zornotza», le comentó Xabier Alzola. Porque plantó la semilla de una pasión que pasa generación a generación.

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