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EL CORREO EN ATLANTA CON JON RAHM

Rahm, en el trampolín de la Ryder Cup

El de Barrika llega más estilizado que nunca tras no comer sólido durante una semana porque le han extraído las muelas inferiores del juicio

José Manuel Cortizas

Enviado especial. Atlanta

Miércoles, 19 de septiembre 2018, 21:09

«Mira. ¿No se nota?» Cada dos por tres se toca la cara, la quijada, como el boxeador que comprueba que no le han desencajado la mandíbula. A él sí le han metido mano en la boca. Y aún siente las consecuencias. Por eso, entre otra razones, retrasó Jon Rahm su llegada a Atlanta hasta la noche del martes. Veremos este jueves en el campo (parte a las 18.10, hora española, junto a Rickie Fowler) si le ha afectado el ayuno sólido a su potencia. Pero el aspecto que presenta es estilizado como nunca. Y se sigue tocando en el maxilar inferior en el que desde la semana pasada faltan las dos piezas más puñeteras para los mortales.

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«Ahora ya no se nota tanto. Me tuve que quitar las muelas del juicio de abajo. Fui el miércoles de la pasada semana al dentista y me dijo que se habían empezado a infectar y que lo mejor era quitar lo antes posible porque si no en París podría ser malo. Me las quité el viernes pasado y ahora es cuando empiezo a poder comer sólido y recuperar las fuerzas poco a poco». Lo comenta mientras aguarda el momento de la actividad que le ocupó ayer media mañana. En esta cita no hay ProAm y la PGA involucra a la mayoría de los 30 finalistas en actividades previas de todo tipo. Algunos se divirtieron el lunes en la fiesta de arranque de esta semana que culmina en Atlanta la temporada PGA. El rapero Big Boi puso patas arriba el Salón de la Fama del fútbol americano universitario, mientras el artista local Gres Mike pintaba un mural en vivo y las estrellas del golf convocadas se codeaban con técnicos y jugadores de los Hawks y Falcons.

El martes otros finalistas de la FedEx Cup arroparon a Bernhard Langer como receptor del premio anual Payne Stewart en honor al jugador de Misuri ganador de tres 'Majors', ocho torneos de la PGA y participante en cinco Ryder Cup. Su historia, no por archiconocida deja de impactar. Murió el 25 de octubre de 1999 cuando viajando en su avión privado sufrió una despresurización. Fallecieron los seis pasajeros y el aparato siguió volando sin control durante cuatro horas cruzando el país hasta Dakota del Sur, donde acabó estrellándose. Su legado es un motor para la beneficencia.

Y ayer a Jon Rahm le tocó la parte más deportiva, participar en un Clinic en el campo de prácticas de East Lake. Junto a Xander Schauffele atendió a dos grupos de unos veinte jugadores a quienes el ganador aquí de 2017 y el vizcaíno deleitaron con anécdotas, consejos, algún truco y una paciencia infinita bajo un sol abrasador ya a las diez de la mañana. Fueron más de dos horas sin parar de hablar e interactuar con unos aficionados, talluditos en su mayoría, que no se quedaron sin los selfies de rigor que el propio Rahm disparaba para aprovechar mejor su envergadura. Tras el evento y un par de entrevistas televisivas y con EL CORREO, salió pitando para el comedor antes de ver cómo le quedaba el cuerpo para practicar por la tarde. «A ver si puedo meter algo sólido», dijo añorando una acción tan básica como masticar, que se lo dificulta la sutura que aún mantiene.

Pero no se pudo quitar de la cabeza lo verdaderamente importante, la vida que le fue arrancada a su compañera Celia Barquín. Rahm sigue afectado. «En las redes sociales estaba por todas partes. La NBC y ESPN también lo pusieron. Es toda una tragedia, no puedo entender cómo alguien puede estar en peligro en un campo de golf. Y cómo alguien de 22 años pueda decir días antes que iba a hacer daño a alguien sin ninguna razón. No lo puedo entender. Todo mi apoyo y pésame para la familia de Celia. Conocí a la madre, coincidí con ella en concentraciones y en un match España-Francia en Jaizkibel. Me ha dado mucha pena, no hay manera de entender estas cosas. Estoy sin palabras, estas cosas no entran en mi mente».

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Pero hay que seguir y debe prevalecer que está en Atlanta para jugar al golf. Llega muy lejos del quinto puesto de 2017, pero extrae la lectura más positiva. «Todavía se puede ganar. Xander (Schauffele) empezó el 29 el año pasado ganó el torneo y quedó el tercero. Ojalá si tengo una buena semana acabe arriba».

«Empecé fuerte»

A modo de avance, Rahm resume así su segunda temporada completa en el Circuito Americano. «Empecé fuerte, no ha sido un mal año, obviamente, habiendo ganado un torneo y quedando Top 4 en dos 'Grandes'. Pero es difícil repetir lo del año pasado, con tantos Top 10 y jugando tan bien cada día y cada semana. No es todo lo que esperaba, pero ha sido un gran año y esperamos terminarlo con buena nota».

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Eso si se lo permite el gusanillo de la Ryder Cup, que en East Lake es omnipresente aunque quede un plato fuerte como este final de la FedEx Cup con bolsas millonarias a repartir. «Desde hace tiempo lo noto, pero es lo que dices queda una semana más y el domingo ya comenzaremos a pensar en París». Digamos que las fuerzas, al respecto, están bastante desequilibradas aquí. Mientras entre los 30 mejores del curso americano hay once integrantes del USA Team -sólo falta Jordan Spieth-, de la nómina europea sólo han llegado a Atlanta la mitad: Rose, Molinari, McIlroy, Fleetwood, Rahm y Casey. Por estos lares de Georgia ya hablan de victoria moral.

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