Rahm, en pleno esfuerzo sin premio durante la jornada de ayer en San Diego. EFE

Rahm olvida quitar el freno de mano

Su segunda vuelta seguida al par del campo, parada desde el hoyo 6, le desactiva como candidato a ganar en San Diego y acaba séptimo

Lunes, 1 de febrero 2021

«Dame una» . Gritó con toda su alma para quejarse del enésimo putt corto que flirteaba con el hoyo sin acabar en su interior. También se santiguó y agradeció salvarse de un búnquer en el 14 por briznas de rough. Aún entonces, obligado a remontar cuatro golpes en las cinco banderas finales, Jon Rahm creía en sus posibilidades, en que comenzara a salir cara en la sucesión de doble o nada que fue perdiendo. Había invocado a la desesperada a 'Rahmbo' y no funcionó. Cariacontecido, hasta remojó la bola en el 18 buscando un triple mortal para escalar hasta la segunda plaza de haber logrado después un eagle. No ha sido su fin de semana. Bastante hizo, en esa tesitura, con hacer tablas al campo y compartir un séptimo puesto que eleva a 57 sus Top10 en torneos profesionales.

El inicio no fue el esperado. Falló un putt de un metro para par en el primer hoyo del día. Tampoco atinó desde menos de tres metros a continuación limitando su buen juego largo al par. Calibró mejor el Odyssey Two Ball, el putter que ha estrenado en La Jolla, y comenzó a facturar. Desde 14 metros. Luego desde tres pasos. Dos birdies soberbios que daban rédito a sus grandes salidas. Sólo perdió una calle en las diez primeras etapas de su jornada dominical. Sólo así, jugando tan recto al fairway, podía aspirar a hacerse a la cabeza y asistir como implicado a la subasta final.

Era un requerimiento obligado aprovechar los pares 5 viniendo desde atrás. Firmó su tercer birdie en el primero que jugó y acabó no catando ninguno más. Su última muesca en la bolsa quedó marcada en ese instante. Un efímero coliderato con Reed y un Hovland que amagaba con ser el protagonista de la función. Cuatro birdies en sus seis banderas iniciales. Reed ejecutó un tiro de gracia llegando tras ellos en el partido estelar y descerrajó un eagle que supuso una marcha más en su juego, aunque el noruego vio esa apuesta y cerraron el 'front nine' igualados con -12 en sus tarjetas.

Rahm no sabía que le aguardaba un calvario que fue minando su confianza. Cuatro putts seguidos para birdies que pasaron a uno o dos dedos de la cazoleta. De once metros, de tres, de seis, de doce... no había manera. Iban teledirigidas, delineadas, sumisas y caían unos dedos antes del ángulo exacto o salían rectas en modo equilibrismo extremo para no ceder ante la llamada del hoyo. Son situaciones desesperantes, pero con el -10 no se alejaba a más de tres golpes de Reed y quedaba todo el tramo de regreso a la casa club de Torrey Pines.

Era como si por error o despiste se hubiera dejado puesto el freno de mano. Y la cosa iba a empeorar. Necesitaba reaccionar en los segundos nueve hoyos cuando durante la semana presentaba en ese tramo un déficit de un golpe a favor del campo. Tampoco las tenía todas consigo Reed, que acumulaba un +3, mientras Hovland apuntaba a caballo ganador al mostrar un balance de -3. Ortiz había sido el mejor (-5) en la recta final pero llevaba ya tiempo descabalgado al no dar una a derechas, quizá fruto de la presión.

El jugador de Barrika se fue al búnquer en la salida del par 3 del hoyo 11 y derivó en un bogey que le mató. Había dejado de alcanzar calles, consecuencia del riesgo que tuvo que asumir para buscar una remontada que Reed se encargaba de convertir en utópica con una lección de solidez. Obligado a patear desde distancias superiores a los seis metros, seguía viendo cómo la bola se negaba a caer. Y peor aún. En el 15 tampoco lo hizo con un putt de metro y medio.

El resto ya no importaba, aunque no se rindió y salió indemne de un chapuzón en el 18. Reed hacía tiempo que había ganado el torneo y él se resignaba a esperar que cambie su suerte y pericia esta semana entrante. En Scottsdale, su casa.