El equipo de Vitoria que siempre juega fuera de casa por «seguridad»
Mudanza. Césped desgastado, líneas levantadas, socavones... El San Ignacio abandona Adurtzabal 60 años después y disputa sus encuentros de Tercera en Los Astrónomos
Imagínese estar pagando el alquiler de una vivienda que cuando llega el fin de semana no puede habitar. Hace las maletas y se muda. Y así, continuamente. Es la situación en la que convive y compite el San Ignacio de Tercera División. Son, después del Alavés, el equipo mejor posicionado del territorio. Acaban de cumplir sesenta años. Y por primera vez en su historia juegan sus partidos en otro campo. No por capricho, sino por «seguridad». El estado de deterioro de Adurtzabal, de gestión municipal, es «crítico»: «Las líneas están levantadas, hay agujeros, parches, socavones...», muestra Abraham Riezu, presidente de la entidad, a EL CORREO, durante una sesión de entrenamiento.
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Su nueva casa donde disputan solo los partidos es Los Astrónomos, también de dominio público. De Adurza a Santa Lucía. Dos kilómetros separan uno del otro. 30 minutos a pie. «Al final tienes esa sensación de estar jugando siempre como visitante, con las dificultades que ello conlleva», denuncia. No se refiere a lo deportivo. En este apartado el equipo se mantiene sólido y, pese a la derrota del sábado ante el Basconia, encadena ahora dos partidos como local. Alude a cuestiones como «la identidad de barrio, la logística y ser los últimos en poder elegir el día de partido».
Porque hay socios de toda la vida que ahora ya no dan color y calor a las gradas. Un desapego hacia su club de la infancia. Del barrio. De su familia. Ese en el que militaron en su día Ernesto Valverde o Abde Rebbach. «Parece que está al lado, pero al final tienes que desplazarte. También tenemos que cargar con todo el material y jugamos los domingos por la tarde porque es la única franja que queda libre». Son la excepción. El Ayuntamiento no contempla el fútbol vespertino en el último día de la semana.
Vayamos al origen. Fue hace dos años cuando tuvieron que tomar esta drástica decisión: cambiar de campo. «No reúne las condiciones mínimas para la práctica deportiva. Es realmente peligroso». Se anticiparon al más que probable rechazo por parte de la RFEF a disputar partidos de Tercera en Adurtzabal. La federación fija que los terrenos de juego no pueden superar los ocho años de antigüedad. Este tiene 17. En ese caso se les somete a un estricto examen. «¿Crees que lo superaría? Había poco margen de maniobra. El renovado campo de arriba no era una opción porque ya está levantado y no tiene graderío. Por nuestra afición y por la visitante no se podía plantear», censuran desde el club.
Fuentes de la FAF (Federación Alavesa de Fútbol) trasladan a este periódico el «crítico» de Adurtzabal. El lunes, operarios de mantenimiento del Ayuntamiento actuaron sobre el terreno. «Nos han tomado el pelo. Lo único que han hecho es colocar cuatro parches», reprocha Riezu. Tiritas que se ven incapaces de curar la herida. El córner está hundido, al igual que un tramo de 4 metros en una de las bandas. La medialuna revela las distintas actuaciones, como esas líneas que señalan la edad de los árboles. Y una grieta, en la que perfectamente entra una bota, cruza el campo de banda a banda. «Aquí se te engancha la pierna y te la destrozas».
Fuga de canteranos
Riezu no solo es la voz autorizada del San Ignacio. Habla con conocimiento de causa. «Jugando en este campo me rompí la rodilla. Tuve que pasar por el quirófano y el doctor me dijo que no podría volver a jugar a fútbol. Me tuve que retirar. Imagínate lo que supondría cargar sobre nuestras espaldas otro caso similar», argumenta. De ahí que les invada una desazón cuando viajan a otros campos. «Portugalete, Beasain, Leioa... Ves esas instalaciones y te mueres de envidia».
«Jugando en Adurtzabal me rompí la rodilla. Tuve que pasar por quirófano y el doctor me dijo que tenía que dejar el fútbol»
Abraham Riezu
La suerte no es igual para las categorías inferiores. El fútbol base del San Ignacio es el único que mantiene la actividad en Adurtzabal. Encajar sus partidos en otros campos es realmente imposible. Un rompecabezas. «No es por ser alarmista, pero algún día de estos voy a tener que reunirme con los padres para informarles de que se cierra el campo. Y lo hago pensando en los chavales». Aunque las secuelas ya se están notando. «Estamos sufriendo una fuga de jugadores. En Benjamines hemos tenido que eliminar un equipo después de que se hayan ido nueve jugadores. Estamos seguros de que es porque los padres temen por la integridad de sus hijos».
Y no es solo por el estado del césped. «Mira, ven, vamos a ver los vestuarios». El espacio resulta angosto para que dentro se vista una veintena de futbolistas. Y las instalaciones revelan su antigüedad. «No se han renovado desde su inauguración hace 40 años. Tenemos fotos de la época y sigue todo igual». Se refiere a las cuatro duchas y . «El año pasado tuvimos que suspender unos entrenamientos porque los azulejos estaban rotos. ¿Y si se corta alguien? Está peor que la cárcel», compara, con rostro serio.
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