¿Cómo gestionar un mal entrenamiento?
Cuando una sesión arranca con fallos y dudas, lo terminamos convirtiendo en un problema por cómo reaccionamos. Aprende a salir airosa de ello con tres sencillas y potentes claves
Te suena este refrán: «Lo que mal empieza, mal acaba». Esta frase tan simple es como una lápida, capaz de dominar muchos de nuestros entrenamientos. Una vez que empiezan los fallos, las dudas, los sentimientos y los errores, da la sensación de que poco podemos hacer para cambiarlo.
¿Os ha pasado que empezamos un mal entreno y según van pasando los minutos va empeorando cada vez más y más? Hoy vamos a reflexionar, por qué sucede así, y cómo darle la vuelta a este tipo de entrenamientos para que no acaben desmotivándonos y, lo que es peor, nos rindamos y abandonemos.
¿Por qué decimos que tenemos un mal entrenamiento? Porque no llegamos al ritmo establecido del plan, porque empieza a dolernos la rodilla, porque no nos sentimos ágiles..., y un sinfín de motivos más. Todas tenemos días así. Eso no es un problema. Somos nosotras las que lo convertimos en problema por cómo reaccionamos ante eso que nos pasa. ¿Y por qué? Porque empezamos a darle vueltas, a tratar de razonar porqué no nos sale bien, porqué no podemos, porqué no lo logramos, porqué nos sentimos así... Y esos pensamientos nos atrapan, se convierten muchas veces en acusaciones, críticas, quejas y culpas…
Y una vez que este estado mental se activa, el bucle de emociones limitantes como el enfado, frustración, tristeza y miedo nos alejan del entrenamiento y de lo que estamos haciendo. Como no podemos pensar en dos cosas a la vez, es decir, si mi foco de atención está en lo malo, no podré rendir bien, porque mi energía va donde va mi foco atencional. Mi cuerpo está en el entreno pero mi mente está fuera, tratando de razonar emocionalmente, es decir, en función de cómo me siento.
Por eso, es fundamental gestionar estas situaciones porque forman parte de la vida, de todo lo que hacemos, de muchos de nuestros entrenamientos. Veamos cómo gestionarlo a través de tres claves muy sencillas y, a la vez, sumamente potentes:
1. Enfocar mi atención en todo lo que depende de mí: calentar, llevar alimentación saludable, descansar, esforzarme para mejorar… Esto nos genera una sensación de control interno. Este control no asegura un buen resultado pero aumenta la probabilidad del buen rendimiento. Recordemos que los resultados no dependen sólo de nosotras. Influyen múltiples variables.
2. Vivir cada entrenamiento desde la mente del 'guerrero pacífico'. ¿Habéis visto la película? Una mente centrada en lo que estoy haciendo en este momento, aquí y ahora. Es la mente que no evalúa cada error. Es la mente que disfruta de lo que hace, sin evaluar el valor de lo que hace.
3. Y reflexionar después del entrenamiento pero desde una perspectiva objetiva, es decir, con datos, con números, con el objetivo fundamental de medir si el plan que llevo a cabo es adecuado o no para mí. A ese último aspecto le dedicaré el próximo artículo. ¡No te lo pierdas!
Y ahora, podríamos acabar ese refrán de otra manera: «Lo que mal empieza, bien acaba». ¿Te atreves a ponerlo en marcha?