Viajar a 24 imágenes por segundo
Pocas cosas tienen la fuerza en pantalla de una locomotora lanzada a toda velocidad, el dramatismo de unos prisioneros en un vagón cerrado o la fantasía de un convoy de circo
La vinculación del cine con el tren es tan profunda que este ya protagonizó una de las primeras películas de los hermanos Lumière. Son solo 50 segundos, pero 'L'arrivée d'un train à La Ciotat' (1896) hizo historia. Por cuestiones técnicas muy relevantes y porque convirtió a un convoy en el protagonista. A partir de ahí, en miles de títulos, con mayor o menor papel, aparecen expresos y unidades de cercanías, metros, tranvías, convoyes de alta velocidad y lentísimas locomotoras tirando de unos pocos coches que cosen el paisaje. Son incontables las películas en las que, con poco o mucho valor argumental, hay trenes repletos de hombres y mujeres que se dirigen a trabajar a una gran ciudad; y cuando en una historia bélica se contempla en la pantalla un convoy militar circulando de noche cargado de soldados y tanques podemos estar razonablemente seguros de que en algún momento un artefacto situado en la vía explotará y los vagones caerán a un río o se deslizarán por una ladera.
Lo que sigue son solo algunos ejemplos de cómo los trenes simbolizan en la pantalla esas cosas eternas que dan valor a nuestras vidas. Y no hay mejor forma de comenzar que con el amor.
AMOR
Para muchos es la película más romántica jamás filmada: 'Breve encuentro' (David Lean, 1945) narra la historia de una pareja -ambos están casados- que se conoce en una estación. Allí, esperando al tren, entre nubes de vapor y pitidos de las locomotoras, sueñan con un amor prohibido enfrentado a un dilema que supone una pérdida decidan lo que decidan: la de la familia y los hijos a los que deberían renunciar o la de la pasión arrebatadora que deberían olvidar.
En 'Anna Karenina' los trenes tienen un gran papel aunque solo aparezcan en dos escenas. Al comienzo, cuando la protagonista y el conde Vronski se conocen en una estación. Al final, cuando ella, desesperada porque piensa que ha renunciado a su honor y a su familia por un amante que no la corresponde, se arroja al paso de una locomotora. Hay numerosas versiones cinematográficas de la inmortal novela de Tolstói.
En la primera escena de 'Anónimo veneciano' (Enrico Maria Salerno, 1970) un hombre espera con inquietud la llegada de un tren en la estación de Venecia-Santa Lucía. En él, un regional sin el atractivo estético de las grandes locomotoras de vapor, viaja la mujer que aún es legalmente su esposa aunque ya no viven juntos. El tren simboliza el dolor del amor perdido que reaparece en un momento crucial. El final de la película está también condicionado por el tren que ella debe tomar para regresar a su casa.
En 'Antes del amanecer' (Richard Linklater, 1995), es el escenario donde se conocen los dos protagonistas, en el primer episodio de una trilogía imprescindible sobre el amor. Durante una larga escena, sentados en un convoy que se dirige hacia Viena, Jesse y Céline comienzan a cultivar una pasión capaz de superar los obstáculos del tiempo y la distancia.
MUERTE
En muchas películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial aparecen trenes que vuelan por los aires por los artefactos colocados en las vías por la Resistencia. O que van cargados de prisioneros camino de un campo de concentración. La imagen más poderosa de cómo la muerte viaja en esos trenes es la de la llegada a la puerta del campo de Auschwitz. La fuerza de esa escena, filmada en blanco y negro por Steven Spielberg en 'La lista de Schindler' (1993), es tanta que el espectador no puede evitar estremecerse al verla.
La otra cara se encuentra en 'El tren de la vida' (Radu Mihaileanu, 1998), donde un grupo de judíos que quieren huir a toda costa durante la Segunda Guerra Mundial organiza un viaje en un tren que hacen pasar por un convoy de prisioneros. El tren de la muerte oculta en realidad su papel salvador.
Planear un crimen en un escenario imposible. Es lo que sucede en 'Extraños en un tren' (Alfred Hitchcock, 1951). Basada en una novela de Patricia Highsmith, cuenta cómo un joven sin oficio conocido aborda a un famoso tenista durante un viaje para ofrecerle un pacto que les permita realizar dos crímenes perfectos. Uno quiere deshacerse de su mujer, que no le da el divorcio, y el otro de su padre, para heredar. La propuesta es que cada uno mate al familiar del otro. El paisaje se mueve veloz en segundo término mientras los dos hombres, rodeados de profesionales que vuelven a casa leyendo el periódico tras una jornada de trabajo, hablan de muerte.
No solo es hablar. En numerosas películas ocurren crímenes en el propio tren. En 'Bullet train' (David Leitch, 2022) todo es demasiado caricaturesco, empezando por varias alteraciones de las leyes de la física. Así que la película de crímenes en un tren por excelencia es 'Asesinato en el Orient Express' (mejor la versión de Sidney Lumet, 1974). A partir de una novela de Agatha Christie, cuenta cómo el detective Poirot debe investigar la muerte de un personaje en la que los sospechosos son los ocupantes del mismo coche cama, pero todos tienen coartada. Casi la totalidad de la película transcurre en el lujoso expreso.
AMENAZA
Los trenes son portadores también de amenazas. De todo tipo. En 'Solo ante el peligro' (Fred Zinnemann, 1952), un criminal al que el sheriff de un pequeño pueblo envió a la cárcel regresa con dos pistoleros para vengarse. Viajan en un tren cuya llegada todos temen.
La amenaza puede ser el mismo tren. Hay un buen puñado de películas en las que, por razones diversas, un convoy se descontrola y circula a toda velocidad hacia un final inevitablemente catastrófico. Quizá 'El tren del infierno' (Andrei Konchalovski, 1985), con el fondo de los desolados paisajes de Alaska, sea la de mayor fuerza icónica.
PROGRESO Y REVOLUCIÓN
En muchas películas del Oeste, la llegada del ferrocarril es el avance del progreso. En no pocas ocasiones, la construcción de las vías ha de hacer frente a resistencias e incluso sabotajes de quienes quieren preservar un modo de vida arcaico. La película que mejor lo refleja es 'La conquista del Oeste' (1962), uno de cuyos cinco episodios se titula justamente 'El ferrocarril' (dirigido por George Marshall).
El tren también lleva otro tipo de cambios sociales. En 'Doctor Zhivago' (David Lean, 1965), la revolución llega a pueblos y ciudades en unos trenes decorados con estrellas rojas de cinco puntas, en los que viajan dirigentes bolcheviques que van a aplicar con puño de hierro los principios del comunismo. Para muchos es el comienzo de una nueva vida. Para otros, el inicio de una dictadura.
FANTASÍA Y AVENTURA
En 'Polar express' (Robert Zemeckis, 2004), un niño se sube a un tren para viajar al polo Norte, en un recorrido de magia y aventura. Pocas veces el cine animado ha creado un tren tan maravilloso visualmente.
Pero la fantasía, y también la aventura, se alían sobre todo en el circo. En muchas películas de la época dorada de Hollywood aparecen trenes compuestos en su integridad por vagones en los que van todos los elementos del circo: carpas, animales, vestuario, decorados. En 'Indiana Jones y la última cruzada' (Steven Spieberg, 1989) hay una larga escena en el prólogo de la aventura que ocurre en uno de esos trenes.
Aunque la película circense por excelencia, con tren incluido, es 'El mayor espectáculo del mundo' (Cecil B. DeMille, 1952). El filme fue producido por el Ringling Brothers and Barnum & Bailey Circus, una organización que disponía de su propio convoy para llevar el material de un rincón a otro del país y un permiso especial para circular por todas las vías de EE UU. El tren se convertía así en aliado imprescindible de la fantasía. Y qué mayor fantasía que trasladarse en el tiempo. En 'Regreso al futuro III' (Robert Zemeckis, 1990), un tren de la segunda mitad del siglo XIX es crucial para que los personajes puedan viajar de nuevo hasta su pueblo y su momento. Un tren que, además, como sucede en la vida real, es capaz de hacer el viaje de vuelta.