Shostakovich consiguió la fama combinando la tradición rusa con la vanguardia occidental

Shostakovich, el miedo y la gloria

El compositor más premiado de la URSS, que murió hace 50 años, fue uno de los más amenazados

Sábado, 9 de agosto 2025, 00:18

Estación de tren de Arcangel, en el norte de Rusia, junto al mar Blanco. Es la mañana del 28 de enero de 1936 y un ... joven compositor de 29 años, que ha estrenado con éxito un puñado de obras que han suscitado admiración incluso en EE UU, se dirige con rostro serio a comprar la última edición del 'Pravda'. La temperatura en el exterior no supera los 12 grados bajo cero y aun así lo que lee en el periódico oficial del Partido Comunista de la Unión Soviética le resulta helador: 'Caos en lugar de música' se titula un artículo sin firma que habla del reestreno en Moscú de su ópera 'Lady Macbeth de Mensk'. El miedo se cuela hasta el último rincón de su cuerpo. Un miedo que ya no lo abandonará nunca. Desde aquel día y durante muchos años, Dmitri Shostakovich seguirá cada noche el mismo ritual: después de cenar, se vestirá de calle, cogerá una maletita en la que ha guardado unas pocas cosas imprescindibles para una larga estancia fuera de casa y esperará, algunos días en el rellano de la escalera, otros en el salón, en ocasiones incluso tumbado en la cama completamente vestido, a que vengan a detenerlo. Algo que considera probable porque ha sido testigo unas cuantas veces de cómo los policías llegan a media noche en coches y furgones, llaman a golpes a una puerta y se llevan con poca delicadeza a una persona o a toda una familia. ¿Su delito? No ser afecto al régimen, ignorar las directrices oficiales o haber deslizado la mínima crítica al Partido o sus dirigentes.

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Evocadora imagen de Shostakovich en 1957, arriba. Con Rostropovich y Richter, en el centro. Con Bertolt Brecht en Berlín en 1954, abajo.

Cuando esa mañana gélida en la estación de Arcangel Shostakovich leyó el artículo de 'Pravda', supo que no se trataba de que la obra no hubiese gustado a un crítico, sino que era el propio Stalin quien inspiraba el texto. Puede que incluso lo hubiese escrito. Allí estaba la retahíla de acusaciones que se lanzaban de manera habitual contra quienes se desviaban de lo marcado. La pieza, decía el texto, era «degenerada», «formalista» y «pequeño burguesa». Motivos suficientes para ir a la cárcel o a Siberia. Parafraseando al poeta Mandelstam, el joven compositor entendió que vivía en un país que respetaba tanto la música que se podía morir por ella. La primera consecuencia fue la cancelación inmediata de las representaciones.

La biografía de Shostakovich, como la de tantos compositores, poetas o artistas de su país, cambió en agosto de 1934. Fue entonces cuando se reunió el Primer Congreso de Escritores Soviéticos, donde se establecieron las directrices para la literatura y, por extensión, para todo el arte. La producción en el país que pretendía construir el paraíso en la Tierra debería ser fuertemente ideológica, de combate, para ayudar a levantar el socialismo. Shostakovich, nacido en San Petersburgo el 25 de septiembre de 1906 en el seno de una familia de clase media, aún tuvo año y medio de tregua, un tiempo en el que por momentos pudo pensar que lo decidido en el Congreso no le afectaba. Se equivocó.

Shostakovich había conseguido una merecida fama combinando la tradición rusa con la vanguardia occidental. Le gustaban el cine de Hollywood y el jazz. Con solo 20 años había orquestado la canción 'Tea for two', que formaba parte de un musical de enorme éxito en EE UU. Y en 1938, ya bajo la amenaza de Stalin, escribió su 'Suite de jazz N.º 2', cuyo vals ha adquirido una extraordinaria fama. Ambos trabajos pueden considerarse anécdotas, pero lo es menos que su Sinfonía N.º 1 fue admirada sobre todo fuera de la URSS, lo que suscitó recelos –y envidia, por supuesto– entre colegas con menos talento.

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En Roma (1958) como miembro de la Academia de Santa Cecilia.

El estreno de 'Lady Macbeth de Mensk' fue un gran éxito. La música combina elementos de la tradición rusa con claros tintes de modernidad. No hay melodías como las de Chaikovski o Rachmaninov; la obra es seca y sarcástica. En algunos momentos, los metales suenan tan altos que casi duelen en los oídos. La protagonista es una comerciante amoral que no tiene freno para su ambición. Demasiado moderno y demasiado alejado de los valores soviéticos. El día del estreno de la segunda temporada (la obra llevaba no menos de 200 funciones entre Leningrado y Moscú), Stalin asistió al teatro acompañado de tres miembros de su gobierno. Shostakovich supo que no le había gustado porque no fue invitado a ir a su palco en el entreacto. De hecho, el viaje nocturno a Arcangel que hizo nada más salir de la función porque tenía un concierto al día siguiente fue una tortura. Pero no esperaba una condena tan tajante. En realidad, casi nadie la esperaba porque los críticos habían elogiado la obra meses atrás. Eran los mismos que días después del artículo de 'Pravda' fueron retractándose: eran especialistas en música pero habían sido incapaces de ver los matices que había apreciado el camarada Stalin.

Signos contradictorios

A partir de ahí, Shostakovich llevó algo así como una doble vida artística. Muchas obras fueron compuestas pensando en agradar a las autoridades: 'El año 1905', 'El año 1917', 'Babi Yar', 'El inolvidable año 1919', 'La joven Guardia', 'El sol brilla en nuestra patria'… Otras no fueron comprendidas por el Gobierno y le supusieron veladas amenazas. Un tercer grupo de trabajos tuvo un destino distinto: ser guardados en un armario hasta que llegara un momento mejor. Mientras Stalin vivió, incluso un poco más, sufrió una ducha escocesa casi permanente: unos años ganaba los premios más importantes del país y otros percibía sutiles amenazas de que podía terminar en la Lubianka, la terrible cárcel del centro de Moscú donde perecieron entre mil y dos mil artistas en los años del Gran Terror, o en un campo de trabajo en el Círculo Polar Ártico.

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Su vida está por ello repleta de signos contradictorios. Con motivo del estreno su Sinfonía N.º 5 (la primera gran obra tras el aviso de 'Lady Macbeth'), una pieza épica y dolorosa a partes iguales, los medios oficiales la presentaron como «la respuesta creativa de un artista soviético a la crítica justificada», atribuyéndole la expresión. Ni siquiera es seguro que eso lo dijera él. No debe extrañar. Cuando se hizo militante del PCUS, tiempo después, se publicaron varios artículos firmados con su nombre que al parecer nunca escribió.

La relación de Stalin con los mejores compositores del país fue muy extraña. Al igual que temía una conspiración de médicos que pudieran ir terminando con todos los dirigentes del partido hasta llegar a él, mostró a sus allegados su recelo por los músicos. Pensaba que estos también conspiraban. Y, sin embargo, había momentos en que los necesitaba y hasta los protegía. A Shostakovich lo sacó de una Leningrado cercada por los alemanes y de esa forma pudo componer su ciclo de la guerra, en especial esa Sinfonía N.º 7 que contiene un grito repetido, obsesivo, en el estilo del 'Bolero' de Ravel pero de enorme dramatismo.

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Sinfonía N.º 5 Adagio
https://www.youtube.com/watch?v=TCSdeImTSG0

En el momento de la muerte de Stalin (falleció el mismo día que Prokofiev, otra víctima de las neurosis del dictador), Shostakovich tenía en su catálogo diez sinfonías, cinco cuartetos de cuerdas, varios conciertos, un puñado de bandas sonoras para el cine, canciones, piezas para el piano y óperas. Aún le quedaban 22 años de vida, pero pese a los cambios en el Kremlin nada fue fácil. Ni siquiera en lo personal. Tenía dos hijos de su matrimonio con Nina Varzar pero se trataba de una pareja abierta y se sabe que el compositor mantuvo romances con algunas alumnas. Tras la muerte de Nina incluso pensó en casarse con una de ellas, pero no lo hizo. Y su visión de la vida en su país y de lo que había sucedido durante décadas era cada vez más amarga.

Su ópera 'Lady Macbeth de Mensk' fue calificada de «degenerada», «formalista» y «pequeño burguesa» en 'Pravda'

Vals de la Suite de jazz N.º 2

En 1959, durante un viaje a Dresde para componer una banda sonora y recibir un tratamiento médico, sufrió un gran impacto emocional al ver el grado de destrucción de la ciudad tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. En muy pocos días terminó una obra que refleja ese estado emocional y que es una de sus piezas más conocidas: el Cuarteto de cuerdas N.º 8, dedicado a «las víctimas de la guerra y del fascismo». La partitura contiene tal cantidad de referencias a sí mismo y su música que no extraña que comentara en algún momento que era una pieza pensada para su propio funeral. Muchos años después, su hijo Maxim diría que su padre había puesto una segunda dedicatoria a la obra: «A las víctimas de la guerra y de los totalitarismos». Eso, por supuesto, lo incluía.

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Sinfonía N.º 7 Allegretto

En sus últimos años de vida, con una salud débil y desubicado en su país y en la música (la electrónica, la electroacústica y la aleatoria eran las nuevas vanguardias), escribió mucho menos. Su legado está en un catálogo impresionante en el que dominan dos géneros concre-tos: quince sinfonías y otros tantos cuartetos de cuerda. Ante esos monumentos, el resto puede parecer menor por más que en total sume alrededor de 150 partituras y haya títulos como 'La nariz' o el citado vals de la 'Suite de jazz' N.º 2 que sean muy reconocibles.

Sinfonía N.º 10 Allegro

Murió en Moscú el 9 de agosto de 1975, hace ahora justo 50 años. Nunca olvidó el viento helado de aquella mañana en la estación de Arcangel.

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