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Ambiente gay en las calles de Chueca.
Cuando el barrio  muda la piel

Cuando el barrio muda la piel

La gentrificación es un proceso de transformación urbana con implicaciones culturales y radicales consecuencias sociales

GERARDO ELORRIAGA

Viernes, 13 de mayo 2016, 09:47

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Las villas de los patricios romanos se expandieron sobre los arruinados hogares plebeyos, un proceso que ha sido descrito como el más remoto antecedente de la gentrificación, un fenómeno social, económico y urbano, que se halla en franca expansión. Aunque sus orígenes pueden remontarse a la Antigüedad, su etimología remite a la gentry, la nobleza de extracción media o baja que erigió las grandes residencias que salpican la campiña inglesa a partir del siglo XVIII, y sus características contemporáneas se encuentran íntimamente vinculadas a las estrategias empresariales y políticas. «Es el desplazamiento de comunidades de rentas modestas que habitan barrios y áreas de cierto interés para el mercado inmobiliario», explica el arquitecto Diego Peris, autor de una tesis sobre el tema. A juicio de Lorenzo Vicario, profesor de Sociología Urbana en la Universidad del País Vasco, su evolución nos permite entender cómo se urden actualmente las ciudades. «El término es muy amplio, pero se puede entender como una colonización del terreno», asegura. «Sencillamente, es decir que esto vale y me lo quedo porque el sistema me lo permite».

La experiencia neoyorquina ejemplifica su desenvolvimiento. Sus últimas transformaciones internas se relacionan con la creación de empleo en el entorno de Wall Street, una demanda que ha atraído a trabajadores cualificados que huyen de las prohibitivas áreas suburbanas y buscan su hogar en el antes denostado downtown. La búsqueda de un hogar relativamente cercano al lugar de trabajo y la superación de anteriores prejuicios racistas han impulsado el boom inmobiliario en prácticamente toda la ciudad. La gentrificación de Nueva York durante el presente siglo alcanza ya un radio de 25 kilómetros, ha provocado que los precios de la vivienda en Harlem hayan aumentado un 90% en los últimos diez años e, incluso, elevado los de artículos de primera necesidad.

Esta aparente bonanza contrasta dramáticamente con el hecho de que el 45% de los residentes de la Gran Manzana no posee suficientes recursos para huir de la pobreza ni, por supuesto, asumir ese incremento del coste de la vida. La situación resulta similar en Londres. Sadiq Khan, su nuevo alcalde, tendrá que enfrentarse a las tensiones generadas por la muy divulgada invasión hipster de Brick Lane, y en general todo el East End, y el negativo efecto para sus anteriores residentes, muchos de origen extranjero y escasos recursos.

No es espontáneo

La experiencia anglosajona ha servido de modelo para iniciativas similares en todo el continente europeo, generalmente en áreas del centro urbano o la cercana periferia, zonas de origen acomodado u obrero, pero afectadas por décadas de marginación. España no escapa a su influencia. «Teóricamente, cabe la homologación, pero en la práctica no tanto porque aquí las dimensiones territoriales son más reducidas. No soportamos esa extrema liberalización del mercado, existe mucha propiedad y muy poca oferta de alquiler», apunta Vicario.

En nuestro país, además, la estrategia cuenta con una poderosa variante política. «Porque se vehicula a través de planes generales que hablan de la reorganización del espacio. Nos referimos a transformaciones a medio y largo plazo del tejido social, mientras que en Estados Unidos los cambios son más rápidos porque te echan rápidamente». Asimismo, en España y otros países del continente, el recurso a los grandes nombres y los estudios de arquitectura con firma internacional aportan un sello de distinción que avala esos pretendidos cambios de identidad.

La gentrificación no es un dispositivo que actúe en virtud de unas coordenadas preestablecidas, pero tampoco surge espontáneamente. «No olvidemos que se trata de procesos provocados», indica y afirma que se suele vincular a un discurso previo que se exporta indiscriminadamente. «Es la idea de la ciudad industrial que se reinventa», señala. «Delimitas el espacio que quieres cambiar y lo estigmatizas como un lugar degradado para justificar la intervención, la necesidad de derribar y construir. Hay gente que cobra fortunas vendiendo ese marketing». Los medios de comunicación, a su juicio, juegan un rol decisivo en la difusión de un imaginario que responde a una ilusión. «La presión mediática es otro factor más que incide en ese objetivo», denuncia. «Proyecta aquello que se quiere ver, aunque no exista realmente, la ciudad de servicios, turística, cómo si alguna ciudad pudiera triunfar haciéndose turística».

Los agentes culturales también juegan un rol determinante en estos procesos que apelan a la renovación. La progresiva instalación en el lugar de individuos y entidades relacionadas con el arte, el diseño o cualquier producción de signo creativo, proporciona un nuevo valor simbólico al espacio y constituye, a menudo, el preámbulo para que el mecanismo se ponga en marcha. La Tate Modern contribuyó a la remodelación del Bankside londinense, la apertura del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona se halla relacionada con la renovación del Raval barcelonés y la reciente puesta en marcha de Tabakalera puede desencadenar otro cambio en el barrio donostiarra de Egia. «Que la comunidad artística se instale en un espacio siempre es cool, lo hace moderno, atractivo para una clase adinerada», alega Ula Iruretagoiena, profesora de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de San Sebastián e investigadora de modelos alternativos al urbanismo convencional. «El artista precario da paso al joven creativo, mucho más aposentado, el emprendedor».

La labor institucional, a menudo, no resulta inocente. En su opinión, la limpieza social resulta evidente cuando las ayudas económicas para instalarse o rehabilitar inmuebles se guían por determinados filtros. «Sí a gente joven con unos ingresos y no a una carnicería, por ejemplo», señala. «Es algo maquiavélico porque se habla de rehabilitar, pero lo que se pretende es alterar el perfil de los residentes y, por supuesto, subyace la especulación económica de la zona. Lo ideal es la convivencia, que se puedan instalar nuevos vecinos y los antiguos puedan acceder a medios suficientes para hacer frente a la rehabilitación del hogar o local comercial».

Flujos migratorios

El caso de Bilbao la Vieja supone otro paradigma del fenómeno y sus diversas incidencias. Vicario recuerda que la intención de cambio ya tiene más de 15 años y que, como en el caso del Casco Viejo vitoriano, los planes fueron alterados por el impacto de los masivos flujos migratorios que cambiaron en muy poco tiempo el perfil de la zona. «La ocupación por nuevos grupos puede ralentizarlo, pero no lo impedirá», sentencia.

Su cercanía al centro y sus valores arquitectónicos proporcionan un atractivo indiscutible a los nuevos pobladores. El impacto de la crisis o la permanencia de ciertos prejuicios pueden haber suspendido su definitiva transformación, aunque, en los últimos tiempos, se asiste a una nueva ola de iniciativas relacionadas con la hostelería y la cultura, una vez más. Hace escasas semanas, la asociación Sarean promovió un encuentro para analizar la pretendida gentrificación del barrio. «Asistieron muchos promotores de los nuevos negocios que se preguntaban si ellos eran gentrifiers», recuerda. «Esta pregunta denota que existe un complejo de culpa sano, que la gente se ha concienciado, que sabe que estas operaciones existen y que son otros y sus intereses los que actúan, aunque desconocen cómo son utilizados».

La plataforma anti-Triball, impulsada por el colectivo Todo por la praxis, pretende divulgar lo que ha suedido en los últimos años en el barrio de la Universidad, un sector del distrito centro afectado por cambios radicales. La marca Triball, acrónimo de Triángulo Ballesta y que recuerda inevitablemente la Tribeca neoyorquina, ha remodelado la imagen de un área ligada tradicionalmente a la prostitución. La iniciativa, en manos de un conglomerado de empresas, con especial protagonismo de las inmobiliarias, ha contado con el apoyo municipal que ha peatonalizado la zona, proporcionado alumbramiento y cámaras de vídeovigilancia y permitido la celebración de eventos de la asociación en el espacio público.

El cambio ha provocado polémicas. «Las medidas son engañosas y no se valora su real incidencia. A veces, regeneración se confunde con gentrificación, cuando lo deseable es la regeneración», lamenta Diego Peris. La prensa ha llegado tarde o, incluso, ha generado confusión porque parecen mejoras que esconden la labor de una apisonadora. Según explica, la entidad promotora ha transformado la tipología de la residencia y el perfil medio de sus moradores en tan sólo ocho años. «El 45% de la vivienda ha cambiado», señala. «Han adquirido numerosos pisos de 150 o 200 metros de rentas antiguas y los han transformado en lofts de 45 metros con precios elevados, lo que le permite controlar las características de aquellos que llegan y se asocian a su marca», relata e indica que los nuevos residentes son jóvenes de entre 30 y 40 años con grandes salarios.

Las novedades se asocian a la eliminación de anteriores recursos y sutiles modificaciones. «Los comercios de cercanía, como panaderías o pescaderías, han ido desapareciendo y los equipamientos sociosanitarios han sido desplazados, todo un inconveniente para una población originaria envejecida a la que se le ofrece comprar su casa».

La atomización de la opinión pública es el argumento que, según este investigador, permite el éxito de operaciones de este calado. Hay excepciones como la alianza de arquitectos, diseñadores y vecinos, que permitió salvar el viejo enclave marinero de El Cabanyal, en el punto de mira del ayuntamiento valenciano. En otras ocasiones, la perspicacia de los especuladores es posterior al cambio social. «La gentrificación de Chueca fue posterior a la instalación de la comunidad gay. No la provocaron, pero la detectaron y potenciaron».

Las estrategias políticas y los intereses mercantiles conforman un círculo vicioso que, en opinión de Vicario, empañan los objetivos de cualquier intento de rehabilitación urbana y la convierten habitualmente en una transformación de corte clasista. Pero, ¿se puede luchar contra un proceso invisible, complejo, con unos tempos particulares y cuyos protagonistas suelen permanecer en la sombra? «Caben los triunfos parciales, pero es como luchar contra el capitalismo o la globalización, a duras penas. Lo cierto es que, cuando unes los términos regeneración y gentrificación en relación a un determinado espacio y eres uno de los habitantes del lugar, ya puedes echarte a temblar».

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