Nueve jóvenes actores vascos despliegan su energía en el teatro para combatir la violencia
Pabellón 6 estrena '¿Qué fue de Ana García?', una obra de Javier Liñera que pretende hacernos reflexionar sobre el rechazo al diferente
Ana García es una chica de Bilbao a la que le gusta pasar las vacaciones en Vinaròs. Al menos, le gustaba hasta el verano pasado. La obra que se estrena mañana en Pabellón 6 impacta por lo que cuenta y por cómo lo cuentan. La cuarta promoción de la Compañía Joven de la sala de Zorrozaurre está formada por nueve actores vizcaínos de entre 18 y 28 años que se han involucrado en el proyecto más allá de interpretar sus papeles. Aportan sus propias palabras, experiencias más o menos cercanas, al texto de Javier Liñera sobre la violencia que se ejerce contra el diferente, lo que algunos hacen y la actitud que adoptamos los demás. «Aquel que insultó en el colegio, aquella que calló, esos que sabes que golpearán...».
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'¿Qué fue de Ana García?' tiene el sabor de los proyectos que se cocinan a fuego lento. Tanto el dramaturgo como el director, Borja Ruiz, y la ayudante Juana Lor –ambos de la compañía Kabia– participaron en el proceso de selección de los intérpretes, al que se presentaron 66 jóvenes. Querían «escuchar a esta generación, conocer sus inquietudes» y contar con ellos una historia «que nos pudiera conmover». A Liñera siempre le ha interesado hablar «de la violencia, la identidad de género y la identidad en sí». En la exitosa 'Barro rojo' se basó en historias reales de homosexuales encerrados en cárceles y campos de concentración.
Esta vez se ha centrado en el rechazo que sufren «los cuerpos periféricos», los que se salen del modelo «joven, europeo, blanco y heterosexual. Cuerpos raros de mujeres, transexuales, lesbianas, gais, hombres con pluma...». El tema «ha calado» en los jóvenes actores, «que están muy sensibilizados con todo lo que tiene que ver con la violencia. Les he pedido pequeños textos, intercambiábamos emails en los que ellos hablaban de situaciones que han conocido y yo las ficcionaba», relata el autor. «Me parecía importante tener sus voces» y completó la dramaturgia pensando en ellos.
Canciones en directo
El resultado es una trama que no se basa en hechos reales, pero rezuma verdad. El espectador se encuentra ante una joven compañía teatral –cada actor con su verdadero nombre– que se ejercita antes de la función un día cualquiera. Alguien dice el nombre de Ana García y todos recuerdan que estuvieron en Vinaròs aquel verano. A partir de ahí cuentan su historia y la de otras personas: un niño de doce años, un joven homosexual... cuentan y cantan. La música tiene un papel importante en la función, que es un derroche de energía.
«De alguna manera, por activa o por pasiva, a todos nos ha pasado algo parecido a eso, y eso nos ha ayudado. Todo lo que hemos visto y sentido se refleja en la obra», dice Graciela Doniz al bajar del escenario. Son actores profesionales –varios se han formado también en danza y canto– pero estos cinco meses de ensayos «nos han enseñado muchísimo y nos han hecho más fuertes», coinciden. Uno de los objetivos de la dirección, como siempre hacen en Kabia, era «formar un grupo con un lenguaje común» y mucha disciplina. Cada tarde, antes de los ensayos, tienen una sesión de «entrenamiento físico, vocal y mental».
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La escenografía es obra de otros jóvenes, los siete alumnos del taller de oficios teatrales que se imparte en Pabellón 6. Sacan chispas a unos percheros multiusos, unas maletas llenas de ropa y unas máscaras de cebras y perros que evidencian la indefensión frente a la manada. Los jóvenes aprendices han salido impactados de los pases previos al estreno. «Todo el mundo debería ver esta obra», aseguran. Estarán todo el mes en Pabellón 6 con funciones en euskera y castellano y habrá matinales para estudiantes, seguidas de coloquios. «Esperamos que les ayuden a reflexionar sobre temas que pasan todos los días, que se hagan preguntas», apunta Jontxu Martínez.
Después intentarán que la historia «se mueva» por otras plazas. Ainhoa Artetxe defiende que «hay que hacer algo con el dolor que nos generan estos casos. Si queremos que la situación cambie, nos toca a todos construir algo mejor y ese es el sentido que puede tener el teatro, si es que el arte es útil». En el texto hay tuits que apuntan a «microviolencias» y prejuicios. «Nadie se merece eso, aunque sea homosexual». «Esos han tenido que ser de fuera».
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