La euforia mahleriana que invade Europa tras el silencio impuesto por la pandemia llegaba al Festival de Santander de la mano de la Filarmónica Checa ... tras su paso por la Quincena. Escoger la Séptima sinfonía conlleva siempre el riesgo de desconcertar a un público más familiarizado con sus sinfonías más populares, pues de todas es la más experimental y vanguardista. Siguiendo la confesión de Mahler de que «mis sinfonías tratan a fondo el contenido de toda mi vida», en la Séptima parece indagar en los abismos de su condición humana y enfrentarse a su eco espectral. De ahí el gran reto que tenía delante Semyon Bychkov ante una audiencia que estuvo lejos de llenar el Palacio de Festivales (no parece fácil recuperar el público perdido), al que se unía la responsabilidad de dirigir precisamente a la orquesta que protagonizó el estreno de la sinfonía en Praga en septiembre de 1908.
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De Bychkov es conocida su preferencia por el sonido grande y denso, que si a veces obtiene de manera milagrosa (no se puede olvidar su 'Parsifal' en el Teatro Real), otras le viene dado de puro natural por la excepcionalidad de sus músicos. Los de la Filarmónica Checa mostraron su altura a lo largo de toda la sinfonía y lucieron lo mismo una cuerda tersa o unas maderas aterciopeladas que unos metales avasalladores, dominantes hasta hacer de su sección la de mayor personalidad de la orquesta. En el movimiento inicial toda ella refrendaba el juicio de quienes afirman que contiene una de las músicas más coloristas compuestas por Mahler, pero no hubo momentos más seductores que los brindados en el fantasmagórico Scherzo y en el segundo nocturno, envuelto en un ambiente de fantasía y de la «calma dulce» que vio en él Bruno Walter.
El Finale sigue resultando tan extremo como desconcertante. Suprema afirmación de la vida para unos, escenificación teatral con desastrosos resultados para otros, Bychkov se manejó en ese círculo imperfecto con un mecanismo tan abrumador que la música parecía dictada directamente desde arriba. Más que su hondura impresionó su grandeza, y más que la capacidad de sugerencia de la Filarmónica Checa deslumbró su poderío. No hay duda de que otra sinfonía habría cosechado más aplausos, pero Mahler sigue siendo uno de los retos de nuestro tiempo y Bychkov marcaba con esta Séptima uno de los hitos indiscutibles de esta edición del FIS.
Festival Internacional de Santander
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Obra: Sinfonía nº 7, de Mahler.
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Orquesta: Filarmónica Checa.
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Director: Semyon Bychkov.
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Palacio de Festivales, 28 de agosto.
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