Manuel Carrasco derrama buen rollo en Miribilla
Conectó con un público entregado al que ofreció una treintena de temas, ¡uno el 'Soldadito marinero' de Fito!, que el dinámico y saltarín onubense cantó en ochote orgánico y brillante ante 4.600 almas trasversales, desde niños hasta una señora de 92 años
Con 21 minutos de retraso, el onubense de 42 años Manuel Carrasco Galloso cantó este viernes en Miribilla 33 temas (uno fue un popurrí cuádruple, ... o sea exactamente cantó 36 títulos) durante un concierto largo, de dos horas y 21 minutos (141 minutos), en ochote variado (él tuvo tres momentos solistas: cuatro canciones a la guitarra, luego tres al piano colocado al borde del provocador -así llaman a los escenarios que se adentran entre el público como un portaviones-, y a modo de requetebís otra vez con la guitarra acústica unas coplillas aflamencadas dedicadas a Bilbao), y de resultado tan satisfactorio que el ex OT 2002 aguapó: salió con la cara ancha, como abotargada, y con barba poco favorecedora, pero entre el sudor, el atusarse el cabello y la felicidad por la interconexión con las 4.600 almas congregadas, el andaluz aguapó hasta iluminársele el rostro (¡y al final asemejarse a Juan Pardo!).
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Este viernes reinó el buen rollo en Miribilla, lo cual se evidenció en el largo momento en que las cámaras, como si estuviésemos en un partido de la NBA, enfocaban a parejas para que al verse en pantalla se dieran un beso, y ay qué risas. Manu Carrasco vino en ochote, al frente de una banda orgánica (buenas guitarras, buenos coros que empujaban…), no paró de saltar y de corretear y de danzar cual personaje de Monty Python, y nos contó que sólo le quedaban cuatro conciertos, contando este que les contamos, para acabar la gira de su octavo disco, 'Corazón y flecha': el corazón presente en el photo-call del exterior, donde los fans se hacían fotos guardando una respetuosa y autogestionada cola, y también en el interior del pabellón, perfilado sobre el gran escenario, y el arco para disparar con él nada más salir a escena y contra la gente flechas incendiarias que tenían truco: eran dos bengalitas (buf, menos mal porque estábamos en la trayectoria de la presunta flecha).
Vivimos un concierto a lo grande. Un macroconcierto. Además de dos autobuses, siete tráilers estaban aparcados el viernes en la acera de enfrente del Bilbao Arena Miribilla, cuyo parking lucía el cartel de completo desde una hora antes del show de Manuel Carrasco. «¿Tanto camión para qué? ¿Han traído las sillas?», manifestó un señor que debía de ser transportista. Hum..., quizá un camión se llenaría sólo con las barras de luces del escenario que se encendían como los barrotes de una jaula. Además Manu Carrasco había traído muchas mesas de audio y vídeo, tres pantallas gigantes, dos cañones de luz, el citado corazón del escenario y el del photo-call (este patrocinado por 'Andalucía'), pancartas promocionales de sus patrocinadores, las cámaras, ocho cañones de fuego alineados al borde del escenario (¡como Rammstein!, pena que no los usara, no los encendiera más), o los instrumentos de los ocho actuantes, entre los que a menudo se colaba en el escenario un camarógrafo que perseguía al líder y lo agrandaba en las pantallas para verlo como si estuviéramos en una película (por ejemplo en 'Birdman', o en la nueva de Woody Allen, qué buena).
Fue un conciertazo con un sonido diáfano (al principio un poco saturado, pero luego bien ajustado), la participación feliz del respetable (coros espontáneos y detalles provocados: por ejemplo Manu alzaba un brazo, lo ondeaba y, hala, toda la pista y la grada le imitaba contenta), y un cancionero variado que sobre todo abarcó el pop comercial (desde el indie y el brit pop hasta el de estadio), el oficio de cantautor (los momentos solistas al piano y la guitarra), las eclosiones soul (a lo Dalma, a lo Sanz…; esta faceta representó lo óptimo de lo mejor de las 33-36 piezas) e incluso los pellizcos de rock and roll, como lo oyen (muy springsteeniano y vía Revólver).
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Muy bien estuvo el encuentro del viernes, pero al alargarse tanto se diluyeron algunos de sus efectos positivos. Ojalá todo él hubiese sido como estas cuatro mejores interpretaciones, plenas de pasión y acierto: la cuarta, la itálica, apoteósica y autoafirmante 'Me dijeron de pequeño'; la décima, el popurrí cuádruple con 'Y ahora / Bailar el viento / Siendo uno mismo / Sígueme', sobre todo en su inicio con soul itálico muy Alejandro Sanz, y en su ecuador como Sergio Dalma al borde del abismo; la decimoquinta, soulera también, 'Qué importa'; y la vigesimosegunda, 'Volviste', más soul alejandrosanziano cantado por sorpresa entre el público, caminando por la grada (con escoltas, claro).
Mayoría femenina
El público era transversal y de mayoría femenina, con muchas mujeres, o sea no tan jóvenes como en Bisbal, y con numerosas madres acompañando a sus hijas (quílosa si viceversa). Algunas composiciones desbordaban de un entusiasmo optimista bastante simplón y azucarado cuasi hasta el empalago ('Coquito' o el resultón 'Qué bonito es querer'), y el público, que de puro contento sin venir a cuento se ponía a cantar lo-lo-lo-lo (lo de Txapote sin letra) y oe-oe-oe (eso tan futbolero asimilado en la escena metalera), respondió igual de positivamente a la treintena de canciones: las tipo Pablo López como la inaugural 'Corazón y flecha', la Bruce total 'Si miras a tu alrededor', las revisadas a la guitarra en solitario ('Yo te vi pasar' a lo Pablo Milanés, 'Soldadito marinero' de Fito muy leída del teleprompter, la rumbera 'Volando voy' de Kiko Veneno para Camarón), la épica indie 'No dejes de soñar', la absolutamente Sanz 'Déjame ser', «Bilbao, un poquito de rock and roll» como presentó 'En el bar de los pesares' (y sí, creció springsteenianamente entusiasta), el pasaje al piano en el que antes de 'Mujer de mil batallas' el onubense saludó a la dama de 92 años que sería la senior de las casi 5.000 almas y que fue enfocada en las pantallas, el brit-pop de 'Aprieta', el besucón 'Amor planetario', el deje a lo Manolo García tantas veces subyacente y eclosionado en 'Tan solo tú', o el tema 33º, el último, las coplillas para Bilbao que con la guitarra cantó en solitario leyendo del atril.
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Cuando se despidió Manuel Carrasco dijo que volvería pronto y sonó a verdad. ¿Este verano en fiestas de Bilbao? ¿De Barakaldo, Portugalete o Santurtzi? Bueno, igual viene de modo privado, porque como dijo halagador en su primera alocución: «Muy buenas noches. Yo no sé que tiene esta ciudad, si será la ría, los potes o el sirimiri, pero cuando voy a su casco viejo o pierdo el vuelo, o pierdo la cartera o pierdo la cabeza. Esta es una constante conmigo y Bilbao. Porque nunca hubo un Norte tan cerca de mi Sur».
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