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Muere a los 99 años Luis del Olmo, creador de Don Celes

Muere a los 99 años Luis del Olmo, creador de Don Celes

El dibujante y periodista ha fallecido dejando tras de sí 25.000 tiras del icónico personaje y miles de textos

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Miércoles, 8 de septiembre 2021, 10:23

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«No sé lo que voy a hacer al otro lado. Lo que espero es que me dejen dibujar». Lo decía cuando le preguntaban si temía a la muerte. Luis del Olmo ha fallecido a los 99 años recién cumplidos y ni un día de su vida perdió el deseo de coger el lápiz y dar vida a su monigote más célebre. Fue la suya una existencia entera imaginando peripecias para ese Don Celes que terminó por ser su alter ego. Para ese personaje de pelo tieso, poblado bigote y abundante nariz que casi nunca consigue que algo le salga bien pero tiene el optimismo y la fortaleza de carácter suficientes para volver a intentarlo cada mañana. Olmo creó algo más que un personaje de tira cómica, entre otras cosas porque pocos, o ninguno, han conseguido estar en la calle cada día durante casi 76 años. Una proeza que convirtió a su autor en uno de los bilbaínos más célebres, en el artífice de un icono, como explicó el entonces alcalde, Iñaki Azkuna, con motivo del 60 aniversario del personaje. La villa ha perdido a uno de sus hijos más queridos.

Luis del Olmo nació en Bilbao el 24 de agosto de 1922. Su adolescencia estuvo marcada por la Guerra Civil: su padre, republicano, desapareció durante la contienda, y regresó años después para llevar una existencia de privaciones y miedos. Al creador de Don Celes no le gustaba hablar de aquel tiempo, pero sí recordaba su temor a los bombardeos y el hambre que pasaron en su casa.

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Quizá esté ahí el origen de su carrera. Porque dada su facilidad para el dibujo –ya en el instituto hacía caricaturas de compañeros y profesores–, tuvo una oportunidad en 'La Gaceta del Norte'. Le faltaba un año para terminar la carrera de Perito cuando recibió una oferta para trabajar en aquel periódico que superaba la expectativa de lo que podía ganar en la industria. Y pese a las advertencias de sus compañeros, que le planteaban que acabara los estudios, «por si acaso», se entregó a la causa del Periodismo. «Nunca he echado de menos la Electrotecnia, ni la Electrotecnia me ha echado de menos a mí», aseguraba con su característica media sonrisa.

Fue reportero de sucesos –su extraordinaria memoria le permitía tanto años después dar detalles de cómo cubrió el accidente aéreo de Somosierra– hasta que pidió dedicarse a tareas de edición para poder estar más cerca de su familia. Y, además, dibujaba. Primero, una copia adaptada –lo reconocía sin problemas– de una célebre tira cómica francesa. Luego ya el personaje que lo acompañaría toda su vida: Don Celes nació el 19 de octubre de 1945, mientras España se enfrentaba al aislamiento internacional derivado de su régimen dictatorial y Europa daba los primeros pasos para su reconstrucción política y económica.

Conoció el éxito muy pronto. Un sindicato sueco de tiras cómicas incluyó a sus personajes en su catálogo, y en aquellos años de grisura local hubo meses en que ganaba más dinero por sus rendimientos internacionales que en su nómina. Luego llegó su fichaje por EL CORREO, atendiendo una oferta de su director, Antonio Barrena, que era imposible no aceptar. En este periódico, Olmo dibujó desde el 1 de abril de 1969 su tira cada día, sin faltar ni uno, ni festivos, ni vacaciones, ni hechos luctuosos, que también los hubo. Porque Olmo vivió el drama de la muerte de una esposa que le había dado cinco hijos.

Su trabajo en este periódico durante los primeros años incluía tareas muy diversas, desde los espectáculos hasta la corrección de las crónicas de los corresponsales locales. Heredó la tijera de Jesús Mari Zuluaga en un tiempo en que los despachos de agencia se cortaban y pegaban para componer informaciones completas, y Olmo se aseguró de que ese instrumento de trabajo entonces tan codiciado no se lo 'distraía' nadie. Ató literalmente la tijera al cable del teléfono. Los visitantes que acudían a la Redacción de Pintor Losada se asombraban al verlo.

Deportista, buen atleta (ganó un campeonato junior de España de carrera por relevos), gran aficionado al baloncesto, amante de la lectura de los clásicos, viajero hasta que la salud se lo permitió, Olmo tuvo en muchos aspectos una visión moderna de la vida pese al conservadurismo que algunos atribuyen a sus tiras. Con su segunda esposa vivió siempre en un domicilio aparte, mucho antes de que el lenguaje de la pedantería introdujera el término 'living apart together' para definir un fenómeno que ahora es más habitual, pero no lo era hace décadas.

En EL CORREO, Olmo escribía también un texto de aparición irregular (por eso mismo se titulaba 'De cuando en cuando') en el que hacía una verdadera crónica de costumbres. Allí popularizó términos que quizá en otro momento habrían entrado en el diccionario, como 'motorruidista'. Por sus columnas pasó el declive y el primer impulso modernizador de la ciudad, y en todo ello puso su mirada irónica. Bromeó sobre las provocaciones del arte contemporáneo, dibujó (también con la palabra) la esencia del bilbainismo y mostró su perplejidad ante las nuevas normas relativas al trato social, el sexo o el trabajo.

Pero sobre todo fue dando vida a un personaje peculiar, indiscutiblemente cenizo –aunque no es cierto que siempre pierda, hay algunas tiras, pocas, en las que gana– pero entrañable. Ese Don Celes que gustaba y gusta a niños y mayores, a hombres y mujeres, a personas de derechas y de izquierdas, nacionalistas y no nacionalistas. Ese fue su gran éxito.

Cuando se jubiló, a finales de los ochenta, inició una rutina que mantuvo mientras pudo: un día a la semana acudía a la Redacción a llevar los dibujos. Llegaba siempre vestido como un «sencillo dandi bilbaíno», en feliz definición de Juan Bas. Saludaba a todos, se interesaba por cada uno, repartía sonrisas y unos minutos más tarde enfilaba la salida porque no quería «entretener».

Era siempre así. Educado, cordial, próximo y ameno. Muchos bilbaínos de toda edad y condición tienen dibujos de su personaje porque siempre estaba dispuesto a tomar el bolígrafo y un folio y hacer una viñeta dedicada a quien se la pedía. Su obra ha crecido en los periódicos (hasta las 25.000 tiras) y se ha hecho eterna en los museos. Varias generaciones lo tienen en su educación cívica y sentimental. Con Don Celes hemos aprendido a perder con dignidad y a reírnos de nuestros fracasos. Y con él hemos crecido y transitado buena parte de nuestras vidas. Luis, no dejes de dibujar allá donde estés.

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